Bilbao. Un brutal torbellino de punk durante la tarde rivalizó con una sesión de rock urbano al caer la noche en la segunda y última jornada del festival En Vivo, que a la hora de cerrar esta edición espera explotar con la actuación estelar de los estadounidenses The Offspring. Sin vencedores ni vencidos, Boikot y Reincidentes no tumbaron ni a Rulo ni al veterano El Drogas; y viceversa. Todos gustaron y convencieron. Entre ambos, Soziedad Alkoholika arrasó, como un tsunami, con su mezcla de trash metal y hardcore ante una audiencia no inferior a las 25.000 almas.

Ayer, a media tarde, la mayoría de los casi 22.000 jóvenes que se concentraron en la primera jornada todavía guardaban en la memoria alguna de las imágenes y sonidos que el cierre de la edición del periódico no nos permitió contar, como el fin de fiesta de Banda Bassotti, con su versión de Ellos dicen mierda y nosotros amén (La Polla) antes de acabar pateando el escenario con sus bailes, y el recital de Berri Txarrak, que evidenció que el grupo navarro es una apuesta segura en directo, ya que sonó engrasado y sólido, capaz de competir internacionalmente, especialmente en tramos del final de su cita? o del comienzo, en el que unieron Ikasten con Stereo y su recuerdo a UPN con un "lapurrak" gritado, alternando riff demoledores con prestancia melódica.

Llegamos tarde y solo logramos ver la mitad de la cita con los alaveses Segismundo Toxicómano, felices de "jugar en casa". Dio tiempo para confirmar que el cuarteto lleva década y media en la carretera y que su punk rock, "una mierda que empezó allá por el 77", heredero de clásicos como Cicatriz y Parabellum, sonó en Kobetamendi contundente, fiero y peleón, perfecto para corear en directo, como hicieron sus múltiples fans en cortes como Hoy como ayer, Una bala y Último asalto. Les siguió Boikot, banda madrileña de punk rock que en cada canción demuestra que se puede ser contestatario (titular una trilogía La ruta del Ché y recordarla en Bilbao lo dice todo) y sonar alegre y positivo, con estribillos de efectividad casi pop como los de las iniciales Inés, a ritmo de ska, y Despaldas al mundo y una Bajo el suelo, en la que contaron con ayuda de tres coristas femeninas.

Mejor ligado imposible. Tras la caña abrasiva de Boikot, sin solución de continuidad saltaron al escenario principal Reincidentes, grupo veteranísimo de punk rock y con raíces muy asentadas en Euskal Herria. No en vano, ambos formaron parte de aquella gira denominada Ni un paso atrás. La voz, curtida y dominadora del bajista y cantante Fernando Madina, nos recordó a la de Evaristo y fue el nexo que el grupo usó para conectar - ¡y cómo!- con unos fans excitadísimos que sintieron como propios los versos y arengas -"si el Inem se quema, quema el Inem", "Libertad es solidaridad"- de canciones-declaraciones de principios como La Republicana, Aprendiendo a luchar, ¡Ay Dolores!, Nazis nunca más y Grana y oro.

El punk fiero y rebelde de la primera parte de la velada giró hacia el rock urbano con el salto de Rulo y la Contrabanda al escenario. Curiosamente, el secundario a pesar de sus ventas y proyección mediática. Diecisiete años "en torno a las canciones" lleva el cántabro, ahora en solitario tras su huida de La Fuga, y eso se notó en Kobetamendi, bien secundado por un trío siempre a su servicio. Su rock, algo bajo de potencia, sonó eléctrico y movió a los fans en cortes como No sé y Negociando gasolina, pero también en canciones acariciantes y para escuchar en pareja o con el móvil encendido como Heridas del rock&roll.

Se agradeció el poder melódico de Rulo, evidente en canciones mayoritarias como La cabecita loca, con la que abandonó el escenario y fue coreada hasta la afonía en las primeras filas, ante lo que se desplegó después en el escenario principal. Había caído la noche cuando, casi a las 22.00 horas, los vascos Soziedad Alkoholika - "goazen bilbo, aurrera, sin miedo"- abrasaron, tal cual, como un vendaval eléctrico, a los ya miles y miles de rockeros que se agolpaban frente a ellos. Veteranos y sabios, liderados por unas guitarras cortantes, una mala hostia evidente, un ritmo que sonó a ratos totalmente trash metal y la voz gutural de Juan, que se atrevió a rapear, tocó la armónica, cantó en euskera y se acordó de Carlos Urquijo. Dejaron rota a la chavalería -entre pogos, brazos en alto, botes y cánticos- tras dejar clásicos como la hardcore Ratas, Motxalo con ritmo ska, Piedra contra tijera ("quieren cortarnos la lengua con la tijera?") y temas recientes como Barrio oscuro.

un clásico Antes de cerrar la edición y a la espera de que sonaran Azulejo frío, y En blanco y negro como relevo a la actuación estelar de The Offspring, Enrique Villareal demostró que El Drogas lleva la mayor parte de su vida subido a un escenario. Este se encendió en cuanto lo pisó el de la Txantrea, fiel a su pañuelo y a su bastón pero no a su bajo, ese que compuso una de las imágenes más fotogénicas del rock vasco y estatal de las últimas décadas.

Ahora, El Drogas, trajeado y con chistera de tahúr, domina el escenario únicamente con el micro. Y a pesar de tener la voz que tiene (justa sí, pero todo personalidad), le bastó y le sobró. Salió precedido por una canción de Tom Waits, y en cuanto entonó Otra vez en el suelo, debajo del escenario se rindieron. A él y a su banda, en la que destaca la guitarra de Txus Maraví? ¡Una maravilla cómo sonó aunque parece faltar otra de apoyo! Así lo vivieron sus fans, que a la espera de su ansiado y futuro triple disco, se mostraron arrebatados ante los múltiples rescates del pasado, entre los que destacaron La silla eléctrica, Sofokao, Barrio conflictivo y Oveja negra, la versión de Frío y la censurada en su día Bahía de Pasaia.

Alrededor de 25.000 asistentes esperaron ansiosos la llegada de los californianos The Offspring pocos minutos antes de la medianoche.