Zierbena. Además de talento e imaginación, para que los personajes fantásticos del último videojuego en 3D cobren vida, es preciso ser un buen observador de la naturaleza y del entorno cotidiano. Asimismo, en los orígenes de las técnicas más novedosas de arte digital y animación, prevalecen dos clásicos: lápiz y papel. Por eso los estudiantes del Grado universitario de Bellas Artes en Arte Digital y Animación (BFA), que se imparte en el campus vizcaino del Instituto Tecnológico Digipen Europe, en Zierbena, tienen como práctica las excursiones para dibujar al aire libre. "Siempre les digo a mis alumnos que se sienten en una plaza, en un vagón del metro o en un bar; que se detengan un momento a observar qué acontece a su alrededor y dibujen aquello que más les llame la atención", comenta el profesor Carlos Varela.
Una vez terminados los bocetos, se vuelcan al ordenador a través de una cámara especial y, a partir de ahí, comienza el proceso de animación de esos personajes y escenarios. La fidelidad de los movimientos y texturas con el modelo real son aspectos determinantes en la credibilidad del contenido digital, sea un videojuego o una pieza cinematográfica en 3D. Este grado tiene dos ramas principales: la enfocada a los videojuegos -buque insignia del centro universitario Digipen-, y la del cine de animación. Con un programa académico de cuatro años, el primer curso se desarrolló en el estadounidense campus de Redmond (Washington), mientras que las instalaciones de Zierbena apenas tienen dos años de existencia. En mayo de 2014, finalizará la primera promoción, y a juzgar por el profesor Varela, el alumnado (unos sesenta estudiantes) saldrá "muy preparado" para trabajar en este sector audiovisual? O incluso para crear su propia empresa. "Les entrenamos para el mundo real, yo les contrataría", asegura.
Desde jóvenes que han terminado, o no, carreras como Arquitectura o Bellas Artes a estudiantes de Enfermería que buscan redirigir su ambición profesional, el perfil del alumnado es variopinto. Entre los requisitos de admisión, el candidato debe tener finalizado el Bachillerato y la Selectividad, así como superar una prueba de nivel de inglés (casi todas las asignaturas se imparten en este idioma). Ante todo, la condición sine qua non es tener verdadera vocación por el arte digital y los videojuegos. "Es un programa intenso, los alumnos dedican muchísimo tiempo y esfuerzo a alcanzar los objetivos que les marcamos. En ocasiones pasan noches en vela, y no es una manera de hablar: aguantan este ritmo porque creen en lo que hacen", señala.
El sacrificio es considerable, pero así lo es la recompensa. "Muchos cuelgan orgullosos sus creaciones en redes sociales, y les animamos a que se presenten a concursos, porque su trabajo es muy profesional".
Pese a desarrollar un currículo común con los centros de Digipen en Redmond y Singapur, una de las particularidades del campus vizcaino es que desde Segundo curso, los alumnos de BFA trabajan conjuntamente con los del Grado de Ingeniería Informática en Simulación Interactiva en Tiempo-Real, que también imparte Digipen. Su cometido: crear un videojuego. "El trabajo en equipo y la sinergia entre artistas, grafistas, programadores, etcétera... es fundamental", asevera el profesor Gorka Unanue. Ambos docentes coinciden en que el de los videojuegos y la animación es un sector en plena ebullición -no solo en el ámbito del ocio, también en el de la ciencia y la educación, por medio de los serious games o simulaciones, programas interactivos, etcétera-, donde las ideas fluyen por doquier y en el que, cada día, alumnos y profesores aprenden algo nuevo. "La creatividad ilimitada de los alumnos nos obliga a someternos a una constante actualización de conocimientos".
Invertir en talento Sin embargo, lamentan que a pesar de las propuestas "maravillosas" de estos jóvenes talentos, "salvo contadas excepciones, aquí nadie invierte en ellos", en referencia a la falta de apoyo público y, sobre todo, del sector privado. Así, son los propios creadores quienes hacen las veces de inversores (un año académico en Digipen tiene un coste de 13.500 euros). Advierten que la filosofía de los países de los otros dos campus son completamente distintas. "Aquí tendemos a guardar el dinero, mientras que en Estados Unidos el capital privado fluye de manera constante y en Singapur cuentan con un mayor respaldo por parte del Estado", observa Unanue.
Según avanzaron, está previsto impulsar una especie de Erasmus entre los tres campus, que ya se ha llevado a cabo en algunos casos. "El deseo de Claude Comair, fundador de Digipen, es que alrededor de estos centros proliferen empresas que capten al alumnado", añade. Preguntado por si imagina un futuro Silicon Valley del videojuego en Bizkaia, vaticina optimista: "Es cuestión de tiempo".