La película del director anónimo
Reparto: Mario Casas, María Valverde, Secun de la Rosa, Luis Callejo, Daniel Grao, Antonio Gil. Guión: Juan Eslava Galán (basada en su libro homónimo). Producción: Alejandra Frade y Bruce St. Clair
once años ha necesitado La mula para convertirse en estreno cinematográfico. Desde que en 2004 se adquirieran los derechos para llevar al cine la novela homónima de Juan Eslava Galán, el proceso de cultivo de esta película ha sido una odisea y un desbarajuste. El público, marioadictos en su mayoría (La mula agradece en los títulos de crédito a ellas y ellos), asistirá a un proyecto descabezado y sin un director reconocido. Los productores (o sus abogados) han optado por el término "anónimo" con tal no de nombrar a Michael Radford, el autor de la mayoría de las escenas, excepto las de los últimos cuatro días cuando desapareció por completo por desavenencias con los productores. Obviamente, es difícil alejarse de estos componentes extracinematográficos antes de valorar su resultado final.
Cuando Michael Radford visitó el Zinemaldia en 2007 aprovechó para hablar de su particular relato de la Guerra Civil española y añadió que quería dotarle de un nuevo aire a esa temática recurrente en el cine estatal. El autor de El cartero(y Pablo Neruda) quería sacudir los viejos fantasmas y transformar su lastre en un ambiente rejuvenecido, vitalista y algo desdramatizado. Su firma como autor que rubrica un cine ribeteado de despertares, inocencia y realismo mágico salpicado de costumbrismo castizo permanece ahí. Estamos ante un acto de conversión de lo castizo en popular, pero no necesariamente universal o mítico.
Como señalan los autores Pablo Pérez Rubio y Javier Hernández Ruiz, "el grueso del celuloide español tiene una innegable vocación popular". Por La mula transitan personajes entrañables y tipos de personajes que hacen del habla y del gracejo andaluz su estandarte. La historia se centra en un microcosmos, un pueblo de Jaén, en plena Guerra Civil, donde ambos bandos, separados y mezclados, intentan mirar hacia delante y soñar con su final para reconstruir un futuro. Mario Casas, el protagonista, mulero y cabo de ficción, se tropieza con una mula a la que confía su sueño de mejora.
Poco que ver con War Horse, de Spielberg, donde eleva el caballo, víctima de entreguerras, a categoría de mito en su escritura visual. El nervio, el sufrimiento y la energía del caballo pasan a ser el motor del relato. En La mula, la metáfora y la presencia de la mula avanza a regañadientes, sin mucha fuerza y como un adoquín suelto.
La mula no es una gran película, pero tiene muchos méritos desperdigados que no piensan tanto en el conjunto. Por un lado, como representación del gracejo y del humor es un filme que goza de un potencial cómico brillante. Actores como Secun de la Rosa, María Valverde y el limitado pero visualmente comprometido Mario Casas construyen una interpretación generosa y sentida. El peso recae, por tanto, sobre los actores y las actrices, contagiados por un guión que se mueve entre el ensamblaje de la ironía y la picaresca. Por otro lado, tiene mérito el trabajo del guionista y el del anónimo director por otorgarle luminosidad a un relato desdramatizado de la Guerra Civil.
El propio Mario Casas, convertido en héroe por accidente, es la cabeza visible de un guión que confía a los tipos de los personajes (el fiel escudero; la madre avezada y arribista?.) la rúbrica de la universalidad. Como unidad total del relato, desde que vemos a Mario Casas tropezarse con una mula a la que llama Valentina, presentada con un aura especial, no convence por su falta de unidad y trabajo conjunto. El resultado es una interesante costura de tradiciones heterogéneas (el humor de lo castizo, el gracejo o simplemente el realismo ternurista con la mirada irónica) y la artesanía de una mirada universal de Radford. Rico, descafeinado, y no del todo compacto.