Bilbao
ALFREDO Alcain (Madrid, 1936) confiesa que fue un pintor sin vocación. "Mi vida se encarriló al arte porque era muy mal estudiante. Comencé a estudiar Comercio y suspendía todas. Fue mi padre quien me animó a que hiciera el examen de Bellas Artes porque me gustaba mucho dibujar. Si no hubiera aprobado, posiblemente mi padre me hubiera metido en el Banco de España, que era donde trabajaba él, y a lo mejor no hubiera pintado nunca". Lo suyo no fue de vocación, pero la pasión por el arte le llegó con el tiempo, convirtiéndolo en uno de los creadores más completos y singulares del panorama artístico actual.
Alfredo Alcain, Premio Nacional de Artes Plásticas en 2003, expone hasta el 18 de noviembre una antológica en la Sala Rekalde de Bilbao, en la que se recogen cuarenta años de la creación de este maestro del pop art - aunque a él no le gusta que se le incluya en este movimiento- . El pintor estuvo acompañado en la presentación por la diputada de Cultura, Josune Ariztondo, y el escritor Bernardo Atxaga, que colabora en el catálogo editado para la ocasión con la publicación de su poema dedicado a Alcain y traducido, en exclusiva y por primera vez, al euskera por el propio escritor.
La exposición reúne gran parte de las imágenes que se exhibieron a principios de este año en el Museo Casa de la Moneda en Madrid, con motivo de la concesión del Premio Tomás Francisco Prieto en 2010. Además, se ha completado con una serie muy significativa de pinturas y esculturas que lo contextualizan y acompañan. Según explicó Josune Ariztondo, "las obras pertenecen a colecciones privadas y museos vascos", entre ellos el de Bellas Artes, demostrando con ello la proximidad y la relación que Alcain ha mantenido siempre con Euskadi, desde que en 1965 realizó su primera individual en la galería Illescas de Bilbao, gracias al pintor Ricardo Toja.
Bernando Atxaga confesó su "admiración" desde siempre por Alfredo Alcain, que se ha ido incrementando con el tiempo. "Me gustaría que esta admiración sea contagiosa", señaló. Para el escritor vasco, en Bilbao se produce en la actualidad "una gran rima entre dos exposiciones, la de David Hockney, en el Guggenheim, y la de Alcain, en la Sala Rekalde. Los dos pintores son alegres, sus obras tienen vida. Y la alegría es muy bien recibida en estos tiempos de cierta oscuridad en los que vivimos".
vida cotidiana La retrospectiva realiza un recorrido por los intensos 40 años de trayectoria artística de Alfredo Alcain, desde 1969. Desde sus dibujos al natural y obras realistas y figurativas de su primera etapa, lo que le llevó a representar escaparates a finales de los sesenta, inspirados principalmente en comercios modestos como cacharrerías o peluquerías, hasta desembocar en bodegones, cada vez más esquemáticos, que ocuparon casi veinte años de su carrera. Entre estos sobresale la extensa colección que dedica a la recreación de la imagen del bodegón de Cézanne, uno de los ciclos más prolíficos de toda su producción.
Las calles de Madrid y sus escaparates fascinaron a Alfredo Alcain, que en los años 60 le dedicó toda una serie. Sus cuadros de lecherías, pollerías, tascas, peluquerías, zapaterías… se convirtieron en un icono de la época. Vaquería, Mercería L'Abeille, Nieves, Peluquería, Cacharrería, Casa Ángel... retratan una realidad urbana y social de Madrid a través de las portadas y escaparates de tiendas de barrio, estancos y barberías que ya no existen.
Cuarenta años después, el autor no puede evitar una cierta añoranza de aquel tiempo perdido. "Me gustaban, me atraían mucho estas fachadas, esas tiendas de barrio que estaban destinadas a desaparecer. Por eso creo que hay una cierta contradicción cuando se me cataloga como pintor pop. Un artista pop es el que está fascinado por la sociedad de consumo y en realidad, yo estaba haciendo lo contrario".
Aunque Alcain reconoce que en sus obras posteriores hay más influencia del pop, como en las que creó en los años 70, cuando el gusto por las mercerías le llevó a fijarse en los cuadros de petit-point y comenzó a realizar una serie de reinterpraciones de aquellos bordados con temas populares, como paisajes, flores...
En los ochenta descubrió una obra de Paul Cezanne realizada en esa técnica de bordado y dedicó seis años de su actividad creativa a reinterpretar ese mismo bodegón. Este tema clásico ha sido quizá el más frecuentado en su obra. Sobre todo, durante los años ochenta y noventa, con una extensa reinterpretación del bodegón cubista, siendo muchas de ellas en relieve.
Desde finales del siglo XX, Alfredo Alcain sigue pintando bodegones coloristas y luminosos, pero con formas más esquemáticas, más depuradas, abstractas y geométricas. "La evolución en mi trabajo se ha producido de una forma muy natural. Cuando estás haciendo algo, llega un momento que ya lo dominas, hay un cierto cansancio. Pero siempre aparece otra cosa. He trabajado por ciclos, por etapas, haciendo cosas distintas... pero nunca he vuelto atrás. Siempre he dado las etapas por superadas. Ahora me gustaría que saliera otra cosa para cambiar, pero no sale. No se puede cambiar porque sí".