BILBAO. "Componer Groenlandia y Farmacia de Guardia me habría hecho millonario en otros países", cuenta Bernardo Bonezzi.
¿Hay nervios?
Sobre todo, tengo ilusión porque hace 30 años que no me subo a un escenario. La última vez fue en enero de 1982. Alguna vez lo he echado de menos, pero sobre todo el compartir y tocar con otra gente, y disfrutar de esa energía que se crea. Durante este tiempo, ya fueran encargos de bandas sonoras o discos propios, al final lo hacía yo todo hasta ahora, en soledad. Ya ni recuerdo la experiencia del público, solo espero que sea estupenda.
¿Qué tipo de fan cree que se va encontrar?
No sé (duda). Quizá público que añora y recuerda aquella época. A todos nos cuesta salir de casa pero si hay una ocasión especial, se hace el esfuerzo. He presentado el CD en algunas Fnac y viene gente de mi edad con sus hijos de 15 años. Alguno me dijo que ganaba concursos de karaoke cantando Groenlandia. Quisiera unir a dos generaciones, pero es el público el que te escoge.
¿Por qué se fue?
Me fui dos veces. Zombies acabó en 1982 por problemas de relaciones terribles entre sus miembros. Luego hice otro proyecto con Didi St. Louis que no acabó de funcionar, en parte por mi culpa. Era un espectáculo con gran sentido del humor, ironía y glamour, pero la gente se lo tomó en serio. Además, la música iba por otro lado y se llevaba lo gótico. Acabé harto de la industria del disco y, sobre todo, creativamente porque no había los adelantos tecnológicos actuales y tenía que componer canciones cortas, con estribillo y para el grupo. Eso me frustraba y quise probar otras cosas. Y me metí en el cine, a componer. Podía hacer un drama con un cuarteto de cuerda, una comedia con una orquesta, otra joven con sintetizadores...
El cine le dio más posibilidades que el pop ¿no?
Exactamente. Fue la necesidad de hacer otro tipo de cosas. Y no es algo que haya cerrado del todo pero los últimos proyectos cinematográficos no me han interesado. La tendencia en el mercado español, de la que discrepo, es que todas las películas tienen que tener hora y media de música con una orquesta de 80 miembros. Si no, queda barata. Yo creo que todo depende de qué película se haga. Que la música se salga de la pantalla es lo peor que le puede pasar, que no esté integrada con las imágenes. Me gusta más el modelo europeo que el norteamericano.
¿A qué se debe su regreso al pop?
A principios del milenio, hice 5 películas en muy poco tiempo, lo que resultó agotador porque estaban muy orquestadas. Además, no funcionaron y opté por tomarme un descanso. Es un trabajo muy intenso y rápido, que me impedía disfrutar de la música. No tenía tiempo para tocar el piano o la guitarra, así que volví a descubrir cual era mi música. Y eso que siempre se me había dado mucha libertad para componer para televisión o cine. Al final, hay una trama, un guion y unos personajes a los que ceñirse.
¿Le costó?
Fue complicado. Al final saqué una trilogía sobre las horas y el tiempo. Eran discos de pop pero instrumentales porque no sentía necesidad de usar la palabra y la música me permitía expresarme suficientemente. Hace un par de años ya grabé un disco maldito, El viento sopla donde quiere, que no llegó a las tiendas porque quebró la distribuidora. No me achanté y llegó un tiempo de composición muy fructífero que acabó siendo La esencia de la ciencia.
El disco se refiere a la ciencia, que es el territorio de las certezas, pero la música es arte y, por tanto, libertad.
Eso es algo que me interesa mucho. No creo que estén tan separadas porque la esencia de ambas es similar. Ambas nacen de la observación del mundo y la intención de explicarlo o conocerlo. Luego lo llevan por caminos diferentes.
Musicalmente firma un disco de pop pero muy ecléctico.
Sí, es más sintético que guitarrero pero esa mezcla me gusta. La música totalmente electrónica no la disfruto. Tuve la suerte de encontrar a un guitarrista muy potente, que me acompaña en vivo, y que acaba dando al disco una sonoridad muy personal.