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EL pintor Alfredo Álvarez Plágaro (Gasteiz, 1960), que a finales de los ochenta comenzó a trabajar en una serie ilimitada hasta el momento de Cuadros iguales, vuelve a exponer ahora su obra, trazada sobre loneta, con técnicas mixtas, calentadas por acrílicos, en Galería Kur de Donostia.
Se trata de formatos estrechos, horizontales y verticales, separados ligeramente entre sí, que ofrecen la repetición de un mismo tema abstracto con ligeras o casi imperceptibles variaciones. Cuesta ciertamente percibirlas. Pero ¿es que puede haber dos obras totalmente iguales creadas por la mano del hombre, aunque hasta la saciedad, lo intente? Casi casi sí, pero si no interviene la máquina, surgen las pequeñas y casi imperceptibles variaciones.
Y ahí tenemos para demostrarlo sus pares o múltiples Cuadros Iguales, trazados con blancos, morados y negros, que se han convertido en su sello de identidad y de marca, minimalismo formal calentado por un ligero expresionismo abstracto, que en esta exposición cobra mayores grados de intensidad sobre todo en un paisaje-valla, trazado sobre módulos verticales en verdes y rojos. El paisaje se trasluce y entrevé entre los vacíos de las obras seriadas y repetidas a manera de canon o de ejercicio musical. La seriación y el canto mínimo son tan viejos y nuevos como el mismo hombre. Y lo que a algunos puede resultar un tanto poco y aburrido, a otros puede interesar hasta grados insospechados. Ese paisaje ciertamente nos ha interesado.
Álvarez Plágaro lleva ya dos décadas dedicado a estos ejercicios de autolimitación, de no progreso indefinido, aunque algún paso de mayor intensidad expresiva se advierta en esta última exposición, de actuación casi de mantra religioso, que se define y autodefine en sus propios límites y conceptos, pero como en la anterior exposición nos preguntamos ¿hasta cuándo? ¿Dónde está el límite?
Probablemente, ni el propio autor lo sabe, pero de lo que no dudamos es de la autoafirmación y consciencia de sus actos, de su sobrio y depurado minimalismo mestizado con el expresionismo abstracto, y de una convicción de que el arte además de expresión, es construcción del mundo y de su propio espacio. De eso no lo dudamos.