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SUS detractores hablan de su megalomanía y teatralidad indigesta pero The wall, el disco conceptual que Pink Floyd editó en 1979, y que vendió 30 millones de copias, se ha convertido en uno de los hitos de la historia del rock. Álbum doble que incluía clásicos como Another brick in the wall o Comfortably numb, sigue vivo, como demuestran los cientos de miles de aficionados que están disfrutando en directo de la actual gira de presentación del álbum, en este caso protagonizada por Roger Waters, bajista de Pink Floyd, compositor principal y, para muchos, su líder auténtico. La gira mundial de presentación del disco en el que Waters volcó todas sus paranoias, miedos y alienación coincide con la edición de The wall live in Berlin (Universal), un CD y DVD del recital que Waters ofreció en la ciudad alemana en 1990 tras la caída del muro, con colaboraciones de Scorpions, Brian Adams, Van Morrison o The Band. "Cuando compuse el disco tenía muchos miedos", recuerda el músico.

Pink Floyd se encontraba en la cumbre comercial de su carrera a finales de la década de los 70. Si bien es cierto que para muchos había dejado atrás su época más creativa, arriesgada y psicodélica después de la marcha de su líder inicial, Syd Barrett, abducido por las drogas, el cuarteto, con el cantante y guitarrista David Gilmour en su lugar, encadenó una trilogía - Dark side of the moon (1973), Wish you were here (1975) y Animals (1977)- que transformó a Pink Floyd en uno de los grupos más importantes de la década. Y ahí nace la génesis de The wall, un disco que provocó la disolución posterior de la banda y en la que Waters, de 67 años, autoerigido en líder absoluto del grupo, volcó todas sus paranoias.

El disco surgió de su hastío ante el rock de estadio. "Es algo desagradable. ¡No son conciertos sino fiestas tupperware en las que 50.000 personas compran perritos calientes y camisetas, y, ocasionalmente, levantan la vista para mirar las horribles pantallas de vídeo que no suelen estar sincronizadas y te hacen sentirte enfermo y te torturan", explicó Waters en los 90. La ira estaba en la génesis de The wall. Y la paranoia y los miedos, ya que Waters volcó en este disco doble conceptual el dolor que sentía contra la figura paterna, que murió en la Segunda Guerra Mundial cuando él tenía dos años, y la infidelidad de su esposa, su temor a la rigidez educativa y a los gobiernos autoritarios y fascistas, sus traumas sexuales...

Todo eso, y mucho más, ofrecen las más de 20 canciones de este álbum. "Cuando compuse el disco era un joven con miedos. Bueno, no tan joven, tenía 36 años", indicó Waters en 2010. "Me tomó mucho tiempo superar mis miedos. En este intervalo me ha ocurrido que quizás la historia de mi miedo y pérdida, y el consiguiente e inevitable sentido del ridículo y culpa me otorga una alegoría para mayores preocupaciones como el nacionalismo, el racismo, el sexismo, la religión... Todos estos problemas e ismos están conducidos por los mismos miedos que guiaban mi vida de joven", apostilla el músico.

sátira The wall, creado como sátira sobre la pomposidad del rock de estadio, puede admirarse en toda su grandilocuencia en The wall live in Berlin, el doble CD y DVD que acaba de publicarse y que recoge el recital que Waters y decenas de músicos ofrecieron en Berlín, en Potsdamer Platz y ante 250.000 personas, en 1990, unos pocos meses después de la caída del muro. El concierto, que se inicia con In the flesh, interpretada con el apoyo de los alemanes Scorpions, que llegan al escenario en una gran limousine, es una "sobrada" visual y sonora. Pura megalomanía en un escenario inmenso en el que los músicos interpretan el álbum mientras operarios vuelven a levantar un enorme muro con 2.500 ladrillos de poliestireno ante la mirada del público.

A pesar del intento de respetar con fidelidad el sonido del álbum original, su espíritu y musicalidad se resienten en parte tanto por las ausencias como por las presencias. Las primeras son obvias. Si Waters era el líder de Pink Floyd, el más brillante musicalmente era Gilmour. Y se echan en falta sus guitarras y su voz melódica a pesar de que el disco cuenta con músicos excelsos. En el apartado de las presencias, sobra tanto invitado, alguno realmente inexplicable, como Jerry Hall, la ex de Mick Jagger, o una Cindy Lauper que distorsiona el mensaje de Another brick in the wall con tanto saltito innecesario. Mejor se muestra Van Morrison, con su garganta poderosa, o Joni Mitchell, solo un par de una legión de colaboradores a la que se suman Thomas Dolby, The Band, Sinead O'Connor y varios coros y orquestas que se lucen en la parte final del concierto, excesivamente teatral e indigesto cuando llega The trial, cuando el muro cae de nuevo tras una sucesión de imágenes impactantes alusivas al fascismo, la guerra o el autoritarismo académico.