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aNTE la mejor obra de los realistas e hiperrealistas, algunos teóricos se preguntan ¿por qué se empeñan tantas horas en lograrlo, si la cámara fotográfica podría hacerlo mejor en poco momentos, y además con una técnica y unos resultados más reales y más logrados?

Los realistas responden que la realidad es inagotable, que se puede intentar plasmar a través de diversos lenguajes, y que además la pintura lo hace a través de una técnica manual, algo más imperfecta, pero quizás más veraz y humana, logrando efectos matéricos y visuales, que la fotografía, hoy por hoy, no logra ni alcanza.

Este es el caso de Carlos Muro (Toledo, 1947), que dotado de una técnica muy precisa y elaborada, logra en blanco y negro, y con numerosos grises, captar y atrapar tanto paisajes urbanos, como naturaleza, de una manera realista, brillante, audaz y elaborada.

Diversos puentes de la ciudad, el Puente de Santa Catalina, el de María Cristina, así como alguna de las farolas realizadas por Beinllure, la barandilla de la Concha, y diversas arquitecturas de la ciudad de San Sebastián, son plasmadas con tesón y buen hacer en formatos de mediano y gran tamaño. El resultado salta a la vista. Paisaje real y lleno de luces y contraluces, cercano al dibujo y a la fotografía, pero con marchamo y personalidad propia, paisaje que queda atrapado en nuestra retina, y que elabora y reelabora imágenes de todos conocidas, de una naturaleza espléndida y hermosa.

Otro tanto sucede con sus Olas del mar, con sus tamarindos de la Concha, y con sus paisajes de la Bahía, y sus atardeceres desde Igueldo, que no por conocidos, deben dejar de interpretarse del mejor modo, como lo hace Muro.

La Perla y San Sebastián nevado son dos de las mejores obras que se muestran en la sala, pero sobre todo si hay una obra que posee embrujo propio y ha logrado captar el ambiente telúrico del invierno, la frialdad y las brumas, es sus Pisadas en la nieve. Se trata de una obra muy bien trazada en su concepción planimétrica, llena de matices y veladuras, con el pequeño contrapunto de la figura humana, y una sensación de rotundidez y equilibrio perfecto en todos los sentidos: formas, clima, belleza sutil y transitoria.

Esta técnica tremenda y esta manera de trabajar está llevando al maestro a una pérdida progresiva de la vista, al mismo tiempo que a lograr una técnica cercana a la pixelación de las lentes de los ordenadores. La fotografía y el ordenador están próximos y cercanos, pero su pintura es otra cosa. Se vale de ellos, pero la personalidad del pintor aporta otra cosa, que es difícil de definirse, pero que el público rápidamente la capta. Es la sabiduría del maestro, el punto de las luces adecuadas, el claroscuro logrado a través del acrílico muy trabajado, y la concepción de una obra que exige muchas horas de dedicación y de alma. Algo que hoy no se lleva, pero que algunos pintores lo siguen ejercitando.