Bilbao

unos adolescentes con el jersey encima de sus hombros, nacidos en el 94 para más señas, esperaban expectantes en la cola semidesierta de Coliseo Zubiarte. "Hemos visto las anteriores de Torrente y queremos echarnos una risas". Insistían en que es una "película de tíos" y que en estas ocasiones especiales con tantas "tías en pelotas" había que adaptarse a la oportuna experiencia del 3D. Durante el día de ayer, se vivió una experiencia intergeneracional interesante: Félix Linares, ataviado con gafas de sol, una gabardina y un sombrerito para la ocasión, esperaba su turno para entrar a la sala de cine rodeado de algunos chavales interesados en disfrutar de la nueva barrabasada de Santiago Segura. Dos concepciones no tan diferentes de entender la industria del entretenimiento. La noche de..., un efectivo y muy bien editado producto audiovisual, tiende a ensalzar la cultura pop y magnificar las anécdotas de los famosos de la industria de Hollywood. Y los mismos jóvenes que compraron la entrada de Torrente 4 (Crisis letal) argumentaban tras el final de la película que cómo podía costar tanto: 10 millones de euros. Y reprodujeron los nombres de los famosos y algunas anécdotas (la técnica de Peter Pan, los autodefinidos...) que desde ayer pertenecen ya al público fiel de la saga.

Félix Linares, que tras perder la apuesta de La Noche de..., tuvo que personarse sin mucha motivación a la proyección, intentó liderar un preestreno con Santiago Segura en el mismo Bilbao, pero recibió un rotundo no de la productora, interesado en una única exhibición en Madrid. Le invitaron al pase de prensa del miércoles en la capital madrileña. Sin embargo, prefirió ir "de incógnito" al cine. "No me apetece nada", afirmaba rabioso ante el gran desfile de famosos, frikies y personajes que interceden durante todo el metraje. De hecho, como si de un concurso infantil de Pasapalabra se tratara, los espectadores más jóvenes no podían evitar lanzar: "Buah, tío, la Belén Esteban"; "Qué fuerte, si es el Risto Mejide ese"...

Santiago Segura, director, guionista, actor y productor de Torrente 4, es consciente del poder de seducción y el golpe de efecto que supone la contratación y la aparición de tantos amiguetes en casi dos horas de duración. Vinieran o no a cuento, y a costa de la fluidez del relato, presenta los famosos que tan fácilmente podría identificar cualquier lector de Marca o espectador diario de Sálvame. Torrente 4 desarrolla un metadiscurso sobre el poder hipnótico y abusivo de la fama como hilo conductor surrealista de una antipelícula. Es decir, Torrente 4 despliega una quijotesca y arrítmica operación de marketing para contentar a los parroquianos sin importarle ralentizar la narración. En las primeras escenas carcelarias, con una imitación gratuita de Evasión y victoria y un guiño evidente de El Pico 2, de Eloy de la Iglesia, Santiago Segura hace un juego de malabares para justificar las apariciones de El Cobra, el Batu o los jugadores del Real Madrid.

Hay que reconocer la gracia de algunos escasos golpes de efecto bien manufacturados y el escaso éxito del 3D como artilugio tecnológico para seducir a la audiencia. Torrente 4, una película irregular, fragmentaria pero con un protagonista madurado, tiende a superponer la iconografía popular, postquinqui, esperpéntica y posmoderna (qué gran idea la de doblar la voz de Francisco) en la era de youtube. La última secuencia, homenaje a uno de los vídeos más visitados (poned "presos filipinos Thriller"), proyecta la consumación de un producto de nuestra era, retroalimentado y promocionado masivamente en los medios de comunicación y redes sociales gracias a los personajes famosos reconvertidos en críticos de cine. Una obra menor, demencial e incoherente (la cárcel como escenario recurrente) que cuenta con algunas buenas interpretación (Yon González) y un desfile interminable de un trailer promocional convertido en una película del siglo XXI.