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La cosecha negra de Dashiell Hammett

w Fallecido hace medio siglo, el mejor autor de novel negra continúa fascinando por su vida de novela w Fue, entre otras muchas cosas, escritor, detective, militar, alcohólico, tuberculoso, adúltero y marxista

La cosecha negra de Dashiell HammettDEIA

donostia

Un 10 de enero de hace 50 años se apagaba para siempre el traqueteo de la máquina de escribir de Dashiell Hammett, uno de los mejores autores de novela negra de la Historia y también una de las grandes figuras de las letras universales. En realidad, llevaba casi tres décadas sin teclear en una suerte de bloqueo creativo. Su producción literaria, por tanto, se concentra en el periodo que va de 1922 a 1933. Antes de morir planeaba romper su prolongado silencio con Tulip, una novela de tintes autobiográficos y alejada del género policiaco que dejó inconclusa. Su salud, siempre frágil, quedó rematada por un fulminante cáncer de pulmón que se lo llevó a la tumba en el invierno de 1961.

Dashiell había nacido en 1894 en el estado de Maryland y creció en Filadelfia y Baltimore, donde desempeñó un sinfín de oficios de los que era regularmente despedido. En 1915, a los 21 años, ingresó en la célebre Agencia Nacional de Detectives Pinkerton, que no sólo le aportó estabilidad laboral sino también una importantísima experiencia vital que más tarde emplearía para urdir sus relatos. De hecho, allí conoció a James Wright, un carismático jefe que inspiró uno de sus más grandes personajes: el Agente de la Continental.

En 1918 se alistó en el Ejército para servir en Francia durante la I Guerra Mundial, pero la gripe se transformó en una tuberculosis que frustró sus planes y le perseguiría toda la vida. En una convalecencia conoció a Josephine, la enfermera que luego sería madre de sus dos hijas. Se casaron en San Francisco (ciudad clave en su obra literaria) y también vivieron en Utah, Ohio y Montana, estados en los que Hammett volvió a trabajar para Pinkerton.

RELATOS Y NOVELAS

Hammett empieza a escribir

1922 marca su salida de la agencia y el comienzo de su breve pero intensa carrera de escritor. En octubre vendió su primer relato a la revista The Smart Set y antes de que terminara el año ya tecleaba para Black Mask, la más importante de las pulp fictions, aquellas exitosas publicaciones editadas en papel de pulpa barato. En aquellas páginas alumbró al anónimo Agente de la Continental, concretamente en un cuento, Arson Plus, publicado en 1923. Dejó Black Mask porque no ganaba demasiado -en aquella época las revistas pagaban un centavo por palabra- y sólo regresó cuando el nuevo editor, Joseph Shaw, se lo pidió. En aquellos primeros años, Hammett escribió una gran cantidad de relatos cortos que, a juicio de muchos expertos, superan en calidad a algunas de sus posteriores novelas.

El detective de la Continental era ya el personaje estrella de Black Mask cuando pasó a protagonizar la primera novela de Hammett, Cosecha roja. Primero se editó en cuatro entregas, de noviembre de 1927 a febrero de 1928, y al año siguiente se vendió en un único volumen revisado por el autor. En esa obra, que narra la cruenta historia de un detective que quiere limpiar de gángsters una pequeña ciudad minera, aparecen ya los principales rasgos de la literatura de Hammett: un realismo descarnado y un estilo seco, violento, basado en la acción y el diálogo.

También agrupó en el mismo libro las narraciones que dieron lugar a La maldición de los Dain, otra investigación del agente de la Continental publicada en 1929, año en que se separó definitivamente de su familia para instalarse en Nueva York, donde se embarcó en una espiral de excesos alcohólicos y adúlteros. Un año después llegó su mayor éxito de crítica, El halcón maltés, la única novela protagonizada por el inefable detective Sam Spade, que también aparece en otros relatos. Es el libro más popular de Hammett, quizá por la más célebre de sus adaptaciones cinematográficas, la dirigida por John Huston y protagonizada por Humphrey Bogart en 1941. El detonante de la historia es la estatuilla con forma de halcón que los caballeros de la Orden de Malta regalaron al emperador Carlos V en 1530. Imprescindible.

La llave de cristal, su cuarta novela, posee también una calidad espectacular y, como las otras, vio la luz por entregas hasta su refundición revisada en 1931. El protagonista es Ned Beaumont, guardaespaldas del gángster Paul Madvig, y el libro describe de manera magistral la difícil relación entre ambos.

Instalado en Hollywood, Hammett conoció a la escritora Lillian Hellman tras una borrachera de cinco días: aquella mujer se convirtió en el amor más prolongado de su vida; un amor, eso sí, bastante sui generis. Pasaron algunas temporadas separados y su relación fue en ocasiones tempestuosa, aunque permanecieron unidos hasta el final. Hammett se inspiró en ella para el personaje de Nora en El hombre delgado, editada en 1934. Fue su mayor éxito de público -que no de crítica- y la última novela de un escritor ya acabado que, salvo algunos trabajos alimenticios y esporádicos en forma de relatos y argumentos para el cine, guardó un sepulcral silencio editorial hasta su muerte 27 años después.

El silencio de hammett

Un escritor "superior"

En su magnífico estudio Diccionario de la novela negra norteamericana (1986), Javier Coma asegura que "la aportación literaria de Hammett significó el auténtico nacimiento del género negro y una de las cumbres de la novela estadounidense". También recuerda la "estética de la ambigüedad" creada por el escritor, que con su ficción enfebrecida y cortante, "cambió de signo y de ruta" la literatura sobre el crimen.

Eso mismo lo reconoció Raymond Chandler, creador del detective Philip Marlowe y uno de los más aventajados discípulos de Hammett, en un interesante ensayo, El simple arte de matar, que escribió sobre su compañero. En él recordaba que antes de 1920, los autores de la escuela inglesa presentaban novelas de detectives "sobre duques y jarrones venecianos", mientras que Hammett "extrajo el crimen del jarrón veneciano y lo depositó en el callejón".

Efectivamente, los relatos del autor de El halcón maltés no sirven tanto para ensalzar la astucia y el ingenio del detective a la hora de resolver un caso como para realizar un crudo retrato social y una ácida denuncia de la corrupción en las altas esferas políticas y judiciales.

En opinión de Chandler, Hammett "demostró que el relato de detectives puede ser una forma de literatura importante", una opinión que también compartían autores como Luis Cernuda, autor de un hermoso obituario del literato, o Manuel Vázquez-Montalván, que opinaban que "en sus momentos mejores nos parece superior a otros escritores que pasan por estar destinados a sobrevivir a su tiempo, como por ejemplo Hemingway y hasta Faulkner".

Algunos estudiosos, entre ellos Coma, atribuyen el silencio de Dashiell Hammett a que, tras publicar El hombre delgado, se dedicó en cuerpo y alma a ayudar a Lillian Hellman con sus obras de teatro, que alcanzaron una gran notoriedad en Broadway. Por su parte, la menor de sus dos hijas, Jo Hammett, publicó hace unos pocos años unas memorias en las que confesaba que su padre nunca dejó de escribir. En realidad, comenzó tres novelas entre 1938 y 1952: My Brother Felix (que se convirtió en Toward Z y luego en There Was a Young Man), The Valley Sheep Are Fatter y Tulip. El problema es que no lograba concluir ninguna y, de hecho, las 50 páginas de la inacabada Tulip revelan que la novela trataba "sobre un escritor que ha dejado de escribir, salvo por un libro que está escribiendo sobre el hecho de no escribir". "Quiso dedicarse a la novela en general, pero como había tenido tanto éxito con las historias de misterio, le daba miedo cambiar", explica Jo, que añade que al final optó por hacer "otras cosas, como meterse en política y pescar".

la realidad como base

Militar y marxista

En la década de los 30 se adscribió al Partido Comunista de EEUU -en aquel tiempo fue luchador antifascista y marxista convencido- y en 1942 volvió al Ejército con motivo de la II Guerra Mundial. Su edad y su quebradizo estado de salud no le permitieron entrar en acción pero editó un periódico militar en su destino en las islas Aleutianas de Alaska.

Tras el conflicto se asoció al Congreso de Derechos Civiles de Nueva York, una organización de izquierdas que fue asediada por el poder en los tiempos de la persecución anticomunista. Dejó el alcohol en 1948 tras sufrir un peligroso episodio de delirium tremens y en 1951 pasó medio año en prisión por negarse a delatar a unos compañeros. Declaró ante el mismísimo senador McCarthy y sus libros fueron retirados de las librerías.

Sus últimos años los vivió discretamente, aquejado por la precariedad y alejado del mundanal ruido, pero 50 años después de su muerte, su legado sigue inspirando a miles de escritores. Incluso hoy. Raymond Chandler dudaba de que Hammett tuviese "algún objetivo artístico deliberado". "Trataba de ganarse la vida escribiendo algo acerca de lo cual contaba con información de primera mano. Una parte la inventó; todos los escritores lo hacen; pero tenía una base en la realidad; estaba compuesta de cosas reales. Hammett escribió al principio (y casi hasta el final) para personas con una actitud aguda y agresiva hacia la vida. No tenían miedo del lado peor de las cosas; vivían en ese lado".