el fumar se va a acabar en televisión. Aquellas maravillosas caladas que tanto se estilaban después de las escenas de amor van a tener que ser sustituidas por partidas con la wii o mensajes por el móvil. Se está cociendo una ley que además de prohibir el tabaco en los espacios públicos lo va a hacer también en los programas y espacios televisivos. Aquellos cigarrillos de los tertulianos de Garci, la pipa de José Luis Balbin, los puros de Chicho Ibáñez Serrador, todos aquellos fumadores empedernidos serían imputados por su vicio y los fiscales y jueces los mandarían al trullo. Afortunadamente la ley permite fumar a los protagonistas de filmes, así que veremos golpear el cigarrillo antes de calárselo en la boca a Humphrey Bogart y admirar los dedos elegantísimos que mostraban Marleen Dietrich o Lauren Bacall.

En el mundo del tabaco hay un antes en el que los héroes que dominaban la pantalla sufrían sus desgracias acompañados de pitillo, tipo Steve McQueen, y un ahora en el que ojo con los que aparecen fumando porque seguro que son los malos.

El que sí se ha fumado un puro de popularidad fue Zapatero con su televisiva crisis de Gobierno. Un golpe de imagen magistral para una decisión que a los analistas les ha pillado por sorpresa. Quienes lo creían abatido y con el cigarrillo apagado en el morro estilo James Dean en Rebeldes sin causa se encontraron con un Zapatero más tieso que Fidel Castro fumándose un habano hace medio siglo. Vamos, que para chulo él que nombró ministro de trabajo a uno que hace unos días secundó la huelga que protestaba contra la reforma laboral que tendrá que poner en marcha. Dicen que hecha la ley, hecha la trampa. No sé si en el futuro a la gente la meterán en la cárcel por fumar en la tele, pero me apuesto un Partagás a que el ministro de Trabajo no secunda la próxima huelga.