Nació en 1941, vivió 37 años y, aunque acumuló 105 expedientes en sólo 14 revistas, sumó 1.898 números, un récord que no ha alcanzado ninguna otra publicación similar en el Estado. Madre de sus seguidoras, como Hermano Lobo y Por favor, La Codorniz capeó y criticó al franquismo y las cosas del Gobierno de transición, pasándolo peor cuando desapareció la censura previa, pues entonces los censores la temían tanto que a veces la secuestraban íntegramente al momento. Le costó más, por tanto, sobrevivir desde que Álvaro de la Iglesia sustituyó en la dirección a Miguel Mihura, pues ese equipo decidió decir no a todo lo que no le gustara del Gobierno. Y así fue. Parece ser que tres o cuatro censores dedicaban la mayor parte de su tiempo a examinarla con lupa...
Así lo narra Fernando García Garreta, quien ha estudiado a fondo la historia de esta revista decana del humor gráfico. Hasta el 5 de octubre la Sala BBK de Gran Vía 19 presenta una muestra monográfica, dentro de las actividades enmarcadas en la Primera Semana Internacional de Literatura de Humor y Humor Gráfico, que arranca mañana en Bilbao. En ella podemos ver un sinfín de portadas -algunas de ellas censuradas-, libros, fotos y otros documentos que ha aportado su comisario, tras coleccionarlos o a través de regalos.
Y es que esta revista comandaba a muchos universitarios de los años 50-70. En esta exposición podemos ver una portada de Antonio Madrigal que lo evidencia; en ella se lee: "Ni rojos, ni azules, ni verdes, ni grises: simplemente, todos amoratados". Por ella fue secuestrada la revista en 1975. "Reflejaba la sociedad de sus tiempos", explica Garreta.
Al principio, Mihura se rodeó de personalidades como Tono o Edgar Neville, "que cultivan un género totalmente aséptico, no se meten con nadie e incorporan un humor del estilo de los Giovanni Mosca y Pitigrilli", relata el comisario. En 1944, Mihura abandona La Codorniz para triunfar como dramaturgo. Entonces, la censura previa impedía que las críticas del equipo de De la Iglesia llegaran a los lectores -aún perviven dibujos con el sello de Apto por detrás-. Lo más duro vino desde 1956, al eliminarse la censura previa: Iglesia y políticos secuestran revistas por la mañana, cambiando el dibujo y creando dos versiones, o aplicando multas graves a De la Iglesia, "para acabar con el periódico". Un chiste de Gayo, con una mujer pidiendo la píldora en una farmacia, les acarrea cuatro meses de suspensión. Álvaro tuvo que buscar relevo. "La Codorniz murió por su afán de querer una libertad", además de que los jóvenes se pasaron al destape de Interviú.