bilbao. Hoy se cumplen 100 años de la muerte de un pintor que se convertiría en el gran referente del estilo naif y en un precursor del modernismo, no del todo apreciado por los grandes del arte: Henri Rousseau. Conocido como el aduanero, por haber trabajado como funcionario de la sección de aduanas de París, no fue hasta 1884, con 40 años, cuando comenzó a interesarse por la pintura. De una forma completamente autodidacta y como aficionado, empezó a copiar cuadros exhibidos en los museos de París, para pasar a interesarse por las escenas costumbristas que veía en los jardines y postales de París, así como a retratar a los animales salvajes que veía en sus visitas al zoo de la capital francesa.
Pasaron muchos años hasta que su pintura fuera reconocida en los salones parisinos del arte. Rousseau realizaba paisajes imaginarios combinando aspectos de la civilización y de la naturaleza, adaptándolos a su particular concepción visual.
En el momento de transferir lo fotografiado al lienzo, Rousseau creaba un mundo completamente nuevo, copiando y ordenando los elementos por capas. Conocido por sus obras de jungla, en realidad nunca fue a la jungla. Así, sus conocidas pinturas de selva imaginarias y de ensueño surgen directamente de los libros de botánica de la época y de sus visitas a jardines, bosques y zoos.
Este artista francés, que no consiguió ganarse la vida con la pintura hasta casi el final de su vida (vendió su primer cuadro, El león hambriento se abalanza sobre el antílope en 1905, cinco años antes de fallecer), redefinió el espacio pictórico de una forma que no se conocía.
A pesar de ello, Rousseau seguía malviviendo de su pintura, que vendía a los tenderos del barrio parisino donde vivía. Cuando estas ventas no eran suficientes, tomaba su violín y recorría las calles para obtener algún dinero.
La obra de Rousseau atrajo la atención de otros artistas jóvenes que se formaban en el París de entre siglos, convertida entonces en la capital mundial del arte. Algunos de ellos, como Picasso, Leger o Kandinsky, buscaron su amistad y compraron algunas de sus obras.
Este año, el Guggenheim ha querido reivindicar la figura del pintor con una gran muestra, en colaboración con la Fondation Beyeler, para traer hasta el público desde el pasado mes de mayo un total de 30 obras maestras de este pintor francés, que fue algo más que el referente de la pintura näif, para convertirse en un precursor de la modernidad. Se puede ver hasta el día 12 de este mes.