Bilbao

se conocieron en los pasillos de la universidad de Deusto con dieciséis años. Su amistad se forjó a partir de una afición en común: la literatura. Gerardo Diego y Juan Larrea son hoy figuras en blanco y negro que resurgen en una vieja fotografía y también palabra escrita que permanece en el papel y en la memoria. También son reconocimiento, limitado quizá para un literato de las características de Larrea, que partió a París muy joven para perseguir sus sueños y escribió la mayor parte de su obra en francés.

La revista Zurgai recuerda en su último número a estos dos poetas y a otros dos que formaron parte de la Generación del 27: Miguel Hernández y Dámaso Alonso.

"Queremos recordar a estos cuatro poetas por razones muy diferentes. A Dámaso Alonso porque es el eterno olvidado, aunque en parte es lógico que no se le recuerde demasiado porque tiene una obra poética bastante exigua. A Miguel Hernández porque es uno de los poetas más grandes y porque este año se celebra el aniversario de su centenario. A Juan Larrea y Gerardo Diego por su cercanía con Bilbao. Juan Larrea nació en la esquina de la calle Henao número 2, a pesar de que la placa que pusieron hace un montón de años se cayó y no la han vuelto a reubicar", explica Pablo González de Langarica, director de la publicación.

el huidizo Uno de los motivos de este cierto olvido puede tener que ver con que Juan Larrea compuso la mayor parte de sus versos en francés. Lo hizo según "las técnicas imaginativas descubiertas por la mejor audacia internacional del momento", según aseguró el mismo al compilarlos en libro. "También fue el escritor más huidizo, nunca aparecía en las fotos de la Generación del 27", recuerda Langarica.

"Se desentendió de publicar sus poemas salvo durante unos meses de 1926, cuando gestionó, en compañía de César Vallejo, la edición de los dos escuetos números de su revistilla Favorables París Poema, aunque no se negó casi nunca a que su buen amigo Gerardo Diego diera a la imprenta algunos de ellos: dejó de escribirlos en 1932, al poco de regresar de un largo viaje al Perú natal de Vallejo que orientó su apasionada atención a otros proyectos culturales; y, después de que la guerra civil diera al traste con el proyecto de José Bergamín de publicar un poemario suyo titulado Versión celeste, olvidó sus poemas hasta que, en 1966, decidió recuperarlos para emplearlos como reclamo publicitario para otros escritos", recuerda el profesor Juan Manuel Díaz de Guereño en un artículo titulado Juan Larrea, pese a todo que publica Zurgai.

"En un futuro, dedicaremos un número más centrado todavía en la relación de amistad entre Gerardo Diego y Larrea", asegura Langarica. "Tengo que confesar que ha sido un fallo de la dirección, porque me hubiese gustado ahondar todavía más en este aspecto".

Los poetas mantuvieron una relación epistolar importantísima, aunque su amistad se rompió durante un tiempo, cuando Gerardo Diego se aclimató al franquismo sin mantener una postura combativa y Larrea se lo recriminó desde el extranjero.

Fue un episodio con principio y final, muy distinto al que aconteció entre Juan Larrea y Pablo Neruda. "El escritor chileno le dedicó una oda en la que se dedicó a criticarle. Neruda era muy envidioso y un tanto hipócrita. Compraba antigüedades en París y les decía a los anticuarios que no lo dijeran para que no dañara su reputación", cuenta Langarica.

De Dámaso Alonso Zurgai recuerda la sensación de desarraigo que evocan sus obras. Y de Miguel Hernández, algunos trazos de su vida y obra. "Es tan grande que no se puede dibujar, pero hemos querido recuperarlo".

Recuperarlo significa también reproducir algunos de sus poemas, que se recogen en un cuadernillo central de la revista, junto a los de Dámaso Alonso, Gerardo Diego y Juan Larrea. A su lado, ilustraciones de la obra en papel de Mariano Gallego Seisdedos. En la portada, cuatro plumas diferentes escribiendo a través de la historia.