La legión de admiradores de Henri Rousseau, un pintor tardío -comenzó a los cuarenta años, harto de su vida en la aduana y desengañado de su paso por el ejército...- inventaron para él una vida nueva. Amparados en las junglas de estilo naif que le dieron fama, hablaban de extraordinarias expediciones a México y de una vida bohemia y maravillosa. Tal vez empezase así, puesto que Henri nació en una romántica torre medieval que aún existe y que formaba parte de las antiguas murallas de Laval, ciudad el Loira, conocida como la Porte Beucheresse. Pero no fueron las selvas sino los libros con ilustraciones, los jardines botánicos de París, los ingenios de su época como las chimeneas de fábricas, los aerostatos, los dirigibles, los postes de telégrafo o los biplanos; los dibujos de animales salvajes disecados y las historias de soldados que habían sobrevivido a la expedición francesa a México y que Henri escuchó lo que despertó su imaginación.

Ayer, cien años después de su muerte, la pintura naif que le ha dado posteridad despertó la imaginación de los presentes en la inauguración de la exposición celebrada en el Guggenheim. Con Juan Ignacio Vidarte como anfitrión, el alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna, la consejera de Cultura, Blanca Urgell, el embajador de Suiza en España, Jean Philippe Tissiéres, Gerard Guilloneau, cónsul de Francia en Bilbao; Jon Azua, Pilar Aresti, James Koch o la comisaria de la exposición, Susan Davidson, entre otros, cursaron visita a los paisajes imaginarios del artista en una puesta de largo espectacular.

Testigos de la misma fueron, entre otros, el escritor Kirmen Uribe, Agustín Ramos, José Luis Sabas, el doctor Juan María Irigoyen, Beta Longas, José Luis Damborenea, galeristas como Roberto Sáenz de Gorbea y Juan Manuel Lumbreras, Txema Vázquez Eguskiza, Joseba Jauregizar, Pablo Areitio, el arquitecto César Caicoya, Ángel Garraza, Tomás Uribe Etxebarria, Delia Quintanilla, Pedro Elordui, Carmen Canales, Sylvie Lagneaux, María Victoria Garrido, Javier Caño, Cristina Wojcik, María José Armesti, Gabino Martínez de Arenaza, Alberto Ipiña, Maite Viñas, Juanjo Aurtenetxea, Pilar Maura, María Jesús Cava, Begoña Cava y una legión de admiradores que se sumergieron en la inventada biografía de Henri.