uno intuye que la imaginación del creador de Bombay, Anish Kapoor, se amamantó con las narraciones de Lewis Carrol y Jonathan Swift o, lo que es lo mismo, con la fantasía de Alicia en el país de las maravillas y las tremebundas y morrocotudas aventuras de Gulliver. No es un tiro al aire sino una percepción que nace en la monumental escala de las esculturas de Anish. Todo en sus manos parece descabellado; todo cobra la dimensión de los aperos y utensilios de un gigante, la talla de Alicia cuando se zampó la galleta que decía "cómeme" o de Gulliver cuando aterriza en las plantaciones de cereal de Brobdingwag, la tierra de los seres descomunales.

A caballo entre ambos personajes parece discurrir la exposición de un artista que vuela en el escuadrón de avance de los artistas internacionales. Anish es un escultor de tralla, un artista que ha conquistado el rocambolesco mundo de la vanguardia con un fabuloso cañón que dispara balas de cera roja (es la estrella de la muestra y suma un cuento a la colección, Las aventuras del barón Münchausen, aquel estrafalario personaje que voló a lomos de un proyectil de cañón...), árboles de esferas plateadas y piezas que recuerdan los vericuetos del intestino humano. Todo ello aparece desde ayer en el Museo Guggenheim Bilbao, que debiera recibir a los visitantes a esta exposición con una leyenda típica del género: el "Érase una vez" de todos los cuentos.

La muestra, entremos ya en materia, cuenta con el patrocinio de la Fundación Iberdrola, cuyo presidente, Manuel Marín, hizo acto de presencia ayer en su inauguración. Le acompañaron para la ocasión el consejero delegado, Federico San Sebastián, Fernando Llarena, José Mari Guerra y Javier Zalbidea, para ligar un repóker de emisarios de la deslumbrante compañía. El propio artista planeó su figura sobre los presentes -se sentía levitar, el estado de los seres que se creen superiores...- y miraba a los presentes con distancia mientras Disparos en el rincón, título de la obra, mantenía una percusión continua contra la pared de la habitación y se desparramaba por el suelo. En la inauguración de la muestra, que se anuncia como la exposición central del Guggenheim en la presente campaña, estuvieron presentes el diputado general, José Luis Bilbao; el alcalde, Iñaki Azkuna, ausente a la hora del canapé; la consejera de Cultura, Blanca Urgell, Josune Ariztondo, diputada del mismo gremio; el director de la Fundación Guggenheim, Richard Armstrong, la comisaria de la muestra, Alexandra Munroe, Isabel Sagüés, Luis Carlos Martínez y el anfitrión de la noche, Juan Ignacio Vidarte.

En ese trepidante universo recreado por el hombre de Bombay se saludaron con afecto Agustín Ramos y Josu Rekalde. No en vano el primero ha cedido al segundo el testigo del dacanato de Bellas Artes en un relevo pacífico; los hermanos artistas Ángel y Kepa Garraza; Xabier de Irala, Cristina Wojcik, los hermanos Álvaro y Luis Javier Díaz de Lezana, Javier Viar, director del Museo de Bellas Artes; Alicia Fernández, directora de la Sala Rekalde; Guillermo Marina, Nieves Larroy; el subdelegado del Gobierno, Miguel Ángel Fernández, Patxi Garay, Juanjo Aurtenetxea, Pilar Maura, José Luis Arenillas, Alberto Ipiña, Begoña Bidaurrazaga; Matilde Elexpuru y su hermano, el artista Txema Elexpuru, a un paso de emprender un viaje espiritual a Menphis; Álvaro Videgain, Berta Belaza, las hermanas Begoña y María Jesús Cava, Cristina Gómez Cambronero, Óscar del Hoyo, Isidro Elezgarai, Ángela Sanz, Juan Álvarez, Alicia Stuber, la galerista Emilia Epelde, Miren Olabarri y una nutrida nómina de invitados que dieron buena cuenta de los manjares dispuestos por Joxean Martínez Alija, el hombre que buscará una estrella Michelin en el firmamento de los fogones.

Disfrutaron del arte talla XXL y de la gastronomía a su altura un coloso como Andoni Zubizarreta, ya legendario guardameta; Juan Bores, Natalia Bárcena, Cristina Núñez, Ignacio Altube, Ana Barrutia, Xabier Jon Davalillo, la pintora Charo Jacob, Pepa Abaitua, Porola Anduiza, José Ignacio Berroeta, María José Aurrekoetxea, Tomás Uribe-Etxebarria, Josu Bergara, Rosa Ede, José Domingo Ampuero, Begoña Linaza, Isabel Batiz, Juan Manuel Lumbreras, María José Darriba, Pedro Fernández de Barrena, Javier Iñarra, el director gerente del Palacio Euskalduna,Jon Ortuzar; Fidel Bustingorri, Juan María Román, María José González, Arantza Matías, Óscar Landeta, José Ramón Foraster, Inés Entrecanales, Marta Ceberio,Carlos Epalza; el director del hotel Domine, Javier Campuzano, Arturo Trueba, Begoña Lerchundi, María Ángeles Izquierdo y una legión de seguidores que vivieron de cerca una noche de grandes emociones en la que sólo desentonó la gélida presencia del autor, más pequeño que su obra.