Bilbao. Vivió en Brasil dos años, a caballo entre la ciudad de San Luís e Itamatatiua, un poblado de descendientes de esclavos de aproximadamente quinientos habitantes, ubicado al sur del municipio de Alcántara. A su llegada como investigador, el antropólogo guipuzcoano Iban Ayesta fue acogido por una comunidad liderada por un círculo de ocho robustas ceramistas e invitado a permanecer en casa de la única ceramista que nunca había tenido hijos, Eloísa de Jesús.
Al instalarse en casa de Eloísa descubrió que la señora vivía con alguien más: una tímida y delgada niña de ocho años que se convirtió en la protagonista de su película documental. Pedra Peixo Río. Itamatatiua, que se estrena mañana en los Multicines de Bilbao, retrata la vida de esta chica proveniente de la capital de Marañao, San Luis, con una historia que se da muy frecuentemente, la de los niños que se quedan en poblados en casa de sus tías o sus abuelas cuando sus madres, frecuentemente muy jóvenes, se marchan a la ciudad en busca de trabajo.
sin habla "El primer día que la vi era una niña que apenas hablaba, acababa de llegar al poblado y se le veía muy tímida. Tal vez porque yo también había venido de fuera congeniamos muy bien aunque prácticamente no hablábamos", recuerda Ayesta, cuyo documental ha sido coproducido por Moztu Filmak y Sonora Estudios. "Ariadna es muy viva, muy perspicaz y enseguida comenzó a hacerme gestos y a llevarme a ver diferentes cosas del pueblo. Con el tiempo, al ver Eloísa que estaba interesado en realizar un trabajo de campo en la aldea, me ofreció su casa y así comenzamos a vivir los tres".
A pesar de las diferencias culturales y sociales, formaron una familia provisional. "Había un punto que los tres teníamos en común, y era que Ariadna estaba viviendo una separación en relación a su madre, Eloísa había perdido a su madre un año antes y yo de niño también perdí a la mía", explica Ayesta.
Pedra Peixo Río. Itamatatiua refleja también la vida en este poblado, donde la mayor parte de sus habitantes se dedican al cultivo, el ganado, la caza y la pesca. "Antes de llegar los africanos en el siglo XVII vivían indios guaraníes. Cuando llegaron los esclavos Itamatatiua se convirtió en una hacienda y la mayoría de los indígenas que vivían ahí huyeron selva adentro", cuenta el realizador.
La hacienda la puso en marcha la orden de las carmelitas descalzas, y es ahí de donde viene la creencia de sus pobladores en Santa Teresa. "Esto es una cosa que me impacto muchísimo en esta comunidad. Ver cómo pervive en el norte de Brasil, en pleno siglo XXI, una comunidad que tiene una creencia hacia Santa Teresa de Ávila mezclada con ritos africanos, como cuando sacrifican bueyes o puercos en las fiestas".
Al igual que diversos territorios indígenas y afro-descendientes de Brasil, Itamatatiua no posee aún ninguna titulación legal en torno a la propiedad de sus tierras. Aunque la Constitución brasileña contempla el derecho a la propiedad de los territorios étnicos desde 1989, esta legislación todavía no ha sido puesta en práctica.
En cualquier caso, Pedra, peixe, río. Itamatatiua se centra en las relaciones interpersonales y la temática del desarraigo, y recurre a la ficción para recrear hechos acaecidos. "Al convivir con Eloísa y Ariana bajo el mismo techo escribía escenas en base a hechos que sucedían en nuestras vidas", cuenta Ayesta. "Si algo que había sucedido nos parecía significativo comenzábamos a ensayaron para rodarlo después".
Este proceso de creación, permitió al director rodar con un alto grado de control en los ámbitos de trabajo de cámara y puesta en escena. Aunque diversos antropólogos de Brasil le aconsejaron acudir al poblado con poco equipaje, un cuaderno y un bolígrafo, él defiende su decisión de haberlo hecho con cámaras y sin esas prevenciones.
"Me aconsejaron que entrase en la comunidad de una manera poco obstructiva, que no tuviera un impacto muy grande en la vida cotidiana de la comunidad, pero yo no soy de esa escuela. Quería hacer una investigación, en este caso una película, que naciera o surgiera de las relaciones que yo tenía con personas del poblado y no quería esconder quién soy", defiende. Nunca antes había convivido con ellos un europeo blanco y, evidentemente, Ayesta causó un impacto en Itamatatiua. Aunque el proyecto terminó en 2006, todos los años acude a visitar a Eloísa y la no tan pequeña Ariana.