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"La escritura es un ejercicio de psicoanálisis"

Es director de orquesta, pero también autor de 22 libros, entre los que destaca 'Sabor a chocolate', del cual vendió más de 100.000 copias. Ahora, José Carlos Carmona lanza 'Sabor a canela'. Escrita en capítulos breves y lenguaje sencillo, narra una historia sobre la superación personal

"La escritura es un ejercicio de psicoanálisis"Foto: juan lazkano

bilbao. Nació en Málaga en 1963. Escribe desde que era un niño, pero su trabajo siempre ha estado más centrado en la música, ya que es profesor y director de la Orquesta y Coro de la Universidad de Sevilla y de la Orquesta Sinfónica Hispalense, algo que sin duda queda reflejado en su último trabajo Sabor a canela, (Editorial Planeta).

Canela, chocolate... ¿Por qué alude al paladar?

Tiene que ver con mi familia. Mi madre se suele tomar una taza de chocolate después de cenar y la canela es porque, cuando terminábamos de comer, nos solía poner un té con una ramita de canela. Tengo la sensación de que lo hacía para tenernos más tiempo en la mesa todos juntos. Ese pequeño detalle lo plasmo en la novela cuando la protagonista va viviendo historias y aparece la canela, que le recuerda los momentos de felicidad que vivió en su casa. El sabor de esta novela es dulce, pero también tiene licor porque pasan cosas graves. Son capítulos cortos con un tono poético.

¿Le ha costado mantener ese ritmo pausado?

Sí, bastante. Lo cierto es que ese ha sido el trabajo técnico principal. La tonalidad no permite que aparezcan determinadas palabras pero es que, cuando escribes, tú mismo estableces un clima, una atmósfera y unos límites.

¿Por qué capítulos tan cortos?

Estoy investigando relatos de autores norteamericanos y, cuando estaba leyéndolos, vi que hacían poesía narrativa. Normalmente suele ser descriptiva o filosófica, pero los americanos narran en ellas historias y me pareció muy curioso. Luego empecé a escribir Sabor a chocolate, y vi que aquella era una buena vía de investigación para conocer cómo pasar de una cosa a otra. Así, los capítulos son cortos y se van creando en torno a la poesía.

¿Qué tiene de usted Cecile, la protagonista?

Todos los escritores nos volcamos en los personajes y, en realidad, todos ellos tienen algo de mí, pero sobre todo Cecile. Ella primero descubre su pasión por la música y luego busca su lugar en el mundo. No quiere ser músico, quiere ser la propia música, pero no sabe cómo hacerlo. Su vocación es dirigir orquestas. Es una luchadora, pero sus sueños son difíciles de conseguir, entre otras cosas porque es una mujer.

¿Le resulta inevitable hablar de música en sus novelas?

De lo que más sé es de música, y es de lo que mejor puedo hablar sin meter demasiado la pata. No puedo dejar de ser músico, resulta muy difícil.

¿Cómo definiría la escritura?

La escritura es una especie de psicoanálisis, un diálogo contigo mismo, saber quién eres, buscarte. Yo en todos los libros me busco y descubro algo de mí. No soy religioso, pero tanto en el psicoanálisis como en los ejercicios espirituales de San Ignacio, el modelo de trabajo es la escritura. Te haces preguntas a ti mismo e intentas contestarlas escribiendo. Como si al escribir desarrollaras ideas. Trabajé en el teléfono de la esperanza durante cinco años y allí aprendí que la técnica era escuchar para que la otra persona ordene su pensamiento. Así rebaja la angustia y puede buscar soluciones. Las soluciones no se las das tú, se las dan ellos mismos. Al escribir me pasa lo mismo.

¿En su siguiente libro volverá a estar presente el sentido del gusto?

No, pero es también de capítulos y frases cortas. Se llama El año del martillo y trata de un profesor de filosofía que da clases un año en un colegio privado. Aprovecha para destruir la conciencia platónica y cristiana, para introducir nuevos intereses. Eso es lo que intento, decirle a las personas que la vida es un lío, pero a la gente cuando se le tuercen las cosas piensa que es horrible, como si no debiese ser así. Pero es que eso es la vida y, precisamente, esa es la gracia. Si todo fuera monótono, sería aburrida. La vida es compleja y las personas no somos ni buenas ni malas, somos las dos cosas. El problema es que estamos acostumbrados a esa imagen por las películas. Yo no quiero facilitar las cosas en ese sentido. Quiero que los lectores piensen que los personajes son buenos y malos a la vez, como somos todos, que la lectura sea fácil, pero no el contenido.

¿Y si tuviera que ponerle un sabor a su carrera?

Sería pizza hawaiana.