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Artista comparte estudio

Jóvenes creadores trabajan en antiguas naves industriales de barrios como San Francisco o Zabala

Artista comparte estudioFoto: david de haro

bilbao

trabajan como pequeñas hormigas en enormes naves industriales y en lonjas en las zonas más degradadas del Gran Bilbao, donde todavía persisten edificios antiguos desocupados que resultan relativamente baratos de alquilar. La presencia de la facultad de Bellas Artes y la posibilidad de conseguir una beca en BilbaoArte han convertido a la capital vizcaina en el centro neurálgico del arte de vanguardia en Euskadi. "Siempre ha habido estudios de artistas, pero hay una tendencia reciente a trabajar en espacios comunes", explica Adolfo Ramírez Escudero, profesor de la UPV. El porcentaje de licenciados que se dedica al arte rara vez supera el 1%. "La mayoría se decanta por las artes aplicadas o el mundo audiovisual, o por seguir vinculados a la universidad a través de becas predoctorales. La gente que se dedica al arte vive generalmente una situación dura, tiene un gran componente vocacional y destaca en premios y convocatorias".

Los barrios de Bilbao La Vieja, San Francisco, Rekalde y Zabala acogen la mayor parte de estos talleres compartidos que tienen más de un denominador común: amplios espacios cargados de brochas, maderas, estantes, lienzos e instalaciones que generalmente disponen de un único retrete y carecen de calefacción.

Alquilar un espacio de 120 m2 puede costar entre 400 y 500 euros, un precio aparentemente no muy elevado si se reparte entre varios, pero que trae de cabeza a los jóvenes creadores que sobreviven a base de becas y concursos.

En la calle Zabalbide, en el barrio bilbaino de Santutxu, cinco artistas de entre 28 y 35 años comparten las llaves de una espaciosa lonja de dos pisos. Son amigos, pero cada uno de ellos tiene un proyecto concreto y un horario condicionado por segundos trabajos. "Uno de nuestros amigos decidió comprar una lonja y ahora nos la alquila por un precio bajo para poder pagar el crédito", explica Zuhar Iruretagoiena, que cuando finalizó su año como residente en BilbaoArte vio la necesidad de tener un lugar en el que, no sólo trabajar, sino también guardar las obras.

De hecho, la lonja la comparten cinco artistas, pero uno de ellos sólo la utiliza como almacén. No es el caso de Javi Egaña, que dedica muchas horas a la pintura y que muestra un desánimo generalizado cuando se le pregunta por las posibilidades de promoción de un artista joven y desconocido. "Las becas son algo muy virtual. Cuando finalizan comienzas otra vez de cero. Además, resulta un tanto frustrante que se mida la valía de un creador en función del número de becas que le hayan concedido", lamenta.

En algunas naves industriales, como la que comparten Ismael Iglesias y Jorge Rubio en Zabala, realizan jornadas de puertas abiertas para mostrar las obras, pero algunos cuentan con complicaciones añadidas. "Tendríamos que acondicionar mucho el sitio, no podemos almacenar algunas obras y mostrar otras. Renunciar al estudio por una exposición no compensa. Seguramente terminarían viniendo nuestros colegas", dice Iruretagoiena.

Irune Jiménez, que escucha con atención las opiniones de sus colegas, apunta a un problema que el profesor Adolfo Rodríguez comparte: la falta de un mercado que atienda al trabajo de nombres todavía desconocidos. "Lo que se dice es: no vayas a la galería, deja que el galerista te busque a ti, pero es la pescadilla que se muerde la cola. ¿Cómo te va a buscar si no tienes dónde exponer? ¿Cómo te va a buscar si no sabe qué haces?", se pregunta Jiménez. "En otros países hay una búsqueda constante de gente nueva, de nuevos trabajos y nuevos valores. Aquí las galerías están cómodas con los artistas que ya funcionan y nadie arriesga", añade su compañera.

Paradójicamente, los estudios no están nada aislados para quienes los habitan. Los artistas de Zabala citan a los de Santutxu, los de Santutxu a los de Cortes, etcétera.

Es en esta calle, en el barrio de San Francisco, donde un grupo de estudiantes de la facultad de Bellas Artes ha alquilado un estudio. El montacargas cobra muchísima importancia cuando se trata de trasladar obras y ellos habitan el quinto piso, aunque otros jóvenes trabajan en estancias diferentes.

"Edu, yo y otros chicos empezamos en un txoko de la calle Prim, pero tenía 30 m2 y, aunque casi nunca coincidíamos, estábamos seis", explica Victoria Crespando. Ahora pagan 400 euros, cuentan con un piso de unos 120 m2 y disponen de una pequeña terraza desde la que se aprecia el cielo, un paisaje de tejados y, asomándose por la barandilla, el trasiego de la calle Cortes. "En la facultad no es nada fácil encontrar a gente dispuesta a trabajar", dice Eduardo Hurtado, que invierte parte de su tiempo en Espacio Abisal, una asociación de artistas que cuenta un espacio expositivo en la calle Dos de Mayo. "Encontrábamos muchas dificultades para llevar a cabo nuestro trabajo en la universidad, y por eso hemos alquilado este estudio". No se trata de una apuesta única en estudiantes, pero tampoco resulta muy habitual.

sin nada El artista Jorge Rubio la comparte. Siendo todavía estudiante, compartió con un grupo de artistas una deteriorada vivienda en el Casco Viejo de Bilbao, donde continuó trabajando durante diez años. "Pagábamos muy poco, y aun con todo resultaba difícil pagar. Yo pintaba en una habitación que bien podría haber sido un dormitorio, pero en la que no había nada. Eso facilitaba las cosas. Lo mejor es que no haya nada".

Cuando la vivienda fue derruida, y con una carrera artística que funcionaba, decidió comprar un taller junto con otros amigos. La ocasión surgió en Zabala, donde un edificio industrial alberga hoy a una veintena de artistas. Algunos de ellos, como Jorge Rubio e Ismael Iglesias, disponen de un estudio de 60 m2 cada uno, con una puerta que abren cuando quieren compartir experiencias u opiniones con otros artistas. Otros, como Juan de la Rica, trabajan en un único taller que comparten con otras personas.

Jorge Rubio e Ismael Iglesias forman parte de la empresa Deka Muralismo, que ha realizado pinturas murales en Bilbao La Vieja, San Francisco y Zabala, y rara vez han dejado de compaginar su labor artística con otros trabajos.

"Cuando empiezas a pintar, te das cuenta de la necesidad que tienes de colocar las obras, de ver cómo interactúan con el espacio. Al final, si te dedicas a esto, necesitas un estudio", cuenta Jorge Rubio. Pero no es sólo eso. "Además de hacer acciones conjuntas, el hecho de estar en un lugar así posibilita hablar con la gente, que te enseñen catálogos nuevos de artistas, trabajar en compañía, a veces de manera conjunta", explica Ismael Iglesias.

Desde hace algunos años, los ocupantes de esta nave industrial abren sus puertas y exponen sus trabajos en los pasillos y en los propios estudios. Jorge Rubio considera muy positiva esta experiencia, que permite dar a conocer la actividad de muchos jóvenes artistas "con talento, energía y ganas".

Desde un ventanal, observa otro viejo edificio cercano y deja escapar propuestas y deseos que bullen en su mente, como la posibilidad de acondicionar un laboratorio para dar salida al trabajo de todos estos nuevos creadores.