el escritor Julio Cortázar fue un argentino nacido en Bruselas y enterrado en París. Vivió en Bélgica, Suiza, Argentina, Italia, Francia... Además de castellano, hablaba un magnífico inglés y un depurado francés, y chapurreaba italiano; pero nunca entonó el euskera.
Cronopio por antonomasia, creó la figura casi humana de estos seres "como poetas, asociales, que viven al margen de las cosas"; retrató a los famas -grandes gerentes de los bancos y presidentes de las repúblicas- y a las esperanzas -a medio camino entre los dos anteriores-. Caricaturizó así, con rebeldía y pluma surrealista, la cotidianidad de la vida. No sólo en Historias de cronopios y de famas (1962), sino en toda su obra.
Sabía hablar en el idioma de los jóvenes y hacerse entender entre los adultos, aunque a veces no fuese consciente de a quien se dirigía: "Escribí Rayuela para mí, es decir, para un hombre de más de cuarenta años y su circunstancia -otros hombres y mujeres de más de cuarenta años-", dejó escrito en sus papeles inesperados. "Y mientras los viejos, los lectores lógicos de ese libro, escogían quedarse al margen (?), los jóvenes hicieron otro libro de ese libro que no les había estado conscientemente destinado".
Rayuela (1963), "la experiencia de toda una vida y la tentativa de llevarla a la escritura", según el autor, revolucionó la literatura hispanoamericana por esa manera de romper la línea cronológica del tiempo y por la profundidad psicológica de cada uno de sus personajes: Oliveira, La Maga, Gregorovius... Todos ellos amantes del jazz, en mayor o menor medida; como el autor.
Julio admiraba a los jazzmen, especialmente a Charlie Parker, el yardbird. En él se basó para escribir El perseguidor (1959), relato corto publicado en Las armas secretas. Años más tarde se daría cuenta de que era "un primer germen de Rayuela, una pequeña rayuelita".
También le deslumbraban los boxeadores, porque luchan uno contra uno y porque a veces gana el más débil, con quien él "siempre estaba". Julio también luchó por Latinoamérica, contra el imperialismo norteamericano. Era muy argentino, a pesar de que su nacimiento en la embajada argentina de Bruselas "fue un producto del turismo y la diplomacia" y, también, a pesar de no haberse podido deshacer, en sus 70 años de vida, de esa erre, que pronunciaba como un fgancés. Quizás estaba predestinado a ser universal.