Bilbao. Mañana se celebrará la final de la decimosexta Bertsolari-tza Txapelketa Nagusia, en Barakaldo. Será la segunda gran final organizada en Bizkaia, en la plaza más grande hasta ahora conocida. Los nombres de los ocho finalistas asustan con sólo nombrarlos; especialmente Andoni Egaña: sempiterno finalista y txapeldun para muchos bertsolaris y bertsozales.
¿Se acostumbra uno a las finales?
No hay otra, esta será mi séptima. Pero a pesar de todo, siempre tienes ese punto de tensión y de nerviosismo, esa incertidumbre sobre cómo responderás ese día.
¿Estar directamente clasificado para la final es positivo o negativo para usted?
Hubiese preferido haber participado en las semifinales pero los organizadores decidieron que me clasificara automáticamente para la final. Para ellos siempre será mejor asegurarse la presencia del txapeldun en la final; siempre le da ese punto de morbo. Por ejemplo, Unai Iturriaga se clasificó porque hizo un saio excelente en Iruñea, pero por poco se queda fuera. Si así hubiese sido, la final habría perdido un color muy importante.
También habría ganado otro.
Sin duda, completamente de acuerdo. Al fin y al cabo quien se clasifica es porque se lo ha ganado y el que se queda fuera es porque no ha estado a la altura. Aitor Sarriegi, por ejemplo, es la primera vez que participa en la final, pero en las dos ediciones anteriores se quedó a las puertas. En ésta, sin embargo, ha pasado el filtro porque ha trabajado de maravilla. Así que, si Unai se hubiese quedado fuera, habría sido porque alguien le habría superado.
La final es un recital especial en muchos sentidos; quizás lo que más influya en los bertsolaris sea su duración: un día entero.
Antes la final se dividía en dos actos y últimamente en tres. Todo eso, y lo que la final significa, provoca un ambiente de competitividad más intenso. Pero al hecho de que dure todo el día no le doy demasiada importancia, lo importante es la regularidad.
Y ser un poquito "perro viejo".
No creo que tenga tanto que ver con eso... no te creas que utilizamos demasiadas estrategias en las finales; no es el lugar más propicio para eso. A lo que salen los ocho bertsolaris es a darlo todo, a sacarle el máximo jugo al estilo personal de cada uno.
¿Y cómo se ve de cara a la final?
La verdad es que no tengo ni idea de cómo estoy. Al acercarse el día de la fina voy perdiendo un poco la percepción y si a eso le sumas el no haber participado en las semifinales, pues imagínate. Pero lo más importante es salir de la misma forma que vas a la plaza a cantar: con alegría y ganas de disfrutar. Sin pensar demasiado en los puntos, los jueces y la final. Si consigo disfrutar mientras canto podré hacer disfrutar al público.
¿Sabía que en el portal de apuestas Kirol Jokoa es usted el favorito?
¡Pues ya habrá alguno que se lleve un dineral!
También es verdad que la lista de candidatos para destronarle aumenta en cada edición: Lujanbio, Iturriaga, Arzallus...
Siéndote sincero no apostaría con más seguridad por ninguno por sobre los demás. Cualquiera de los ocho es un candidato claro a llevarse la txapela, entre otras cosas por el hecho de que la final es un saio distinto. En la semifinal, como hizo Unai, puedes recuperar pero aquí es un día y una sola oportunidad. No descartaría a nadie de esa lista de posibles candidatos.
¿Qué prefiere: ganar o que alguien le venza de forma contundente?
Tengo muchísimas ganas de que alguno de los otros haga un saio formidable y que me corte las alas de una vez por todas. Yo sería, además, quien más se emocionaría sobre el escenario: estaría junto a él o ella, habríamos cantado juntos y se habría visualizado una realidad. Eso sería precioso. Pero voy a ir a por todas, quiero hacer un gran recital.
Qué le resulta más complicado: ¿cantar frente a quince mil personas o improvisar un bertso ahora mismo?
Cantar un bertso ahora mismo, sin ninguna duda. En el habla y en el bertsolarismo utilizamos códigos completamente distintos: ahora estamos hablando, pero en los bertsos tienes que fijarte en las rimas y en las medidas... Y el hecho de que sean quince mil o dos mil no varía en absoluto mis sentimientos. Como empieces a pensar en que has comenzado con mal pie, en que estás en el BEC y en la final, si empiezas a comerte la cabeza con esos temas, pues mal vas. Pero los bertsolaris tenemos nuestros mecanismos para protegernos de esos pensamientos.
"Lo bueno si breve, dos veces bueno", dice el refrán. ¿Tiene más mérito un zortziko txikia bien cantado que un bertso largo de nueve puntos, por ejemplo?
El mérito es parecido, pero lo que está claro es que no vas a cantar en zortziko txikia en la cárcel. De todas formas es evidente que un bertso largo tiene más complicación que uno corto porque en el corto tienes que tener chispa, pero en el largo, además de la chispa, necesitas también llegar con fuerza al final y aportar algo en cada una de las rimas. La octava menor te exige capacidad de síntesis, pero evidentemente no vas a hacer el ejercicio de la cárcel en octava menor.
¿Por qué no?
Pues porque los temas de la cárcel siempre son muy abiertos y exigen un desarrollo más largo.
En 2005 comprobó los oídos de tísico de Ikea; ¿alguna que otra multinacional a la que dirigirse este año?
Ja, ja... lo de Ikea se me ocurrió después de escuchar el tema, fue a posteriori. Eso es lo más bonito del bertsolarismo: que tiene más repercusión criticar la globalización, si viene al caso, con un pequeño ejemplo en la mitad de un bertso que diciendo "estoy en contra de la globalización" en la despedida del bertso saio. Es la fuerza de la metonimia.
Empieza el bertso saio y por megafonía recuerdan que esta prohibido fumar; acto seguido casi todos los bertsolaris sacan el paquete de tabaco.
El mensaje también es para nosotros y deberíamos pedir perdón, porque al final es un privilegio que sólo nos conceden a nosotros. Espero no andar así mucho más tiempo y dejarlo pronto, por mucho que me cueste. De todas formas es muy difícil prohibir fumar a un fumador en una situación como la nuestra; el fumar está muy ligado a la creatividad de los fumadores, más que nada por los movimientos automáticos y las manías. Es muy complicado pedirnos que no fumemos ese día.
¿Ha cambiado la forma de hacer bertsos de Egaña desde la primera txapela, en 1993, hasta 2009?
Sí, claro, Egaña también ha cambiado y la sociedad y el público... todo ha cambiado en estos dieciséis años. Pero quizás lo más evidente es que a los 32 años eres más certero con las rimas que a los 48. Antes era una máquina mucho más precisa que ahora y hoy en día, esa carencia, la suplo con otros puntos de vista sobre los temas. Seguramente, todo esto será por el desgaste neuronal, ja, ja.
¿El resultado de la final influirá en lo que haga en el futuro?
Sí, por supuesto. Si no ganase seguiría cantando, pero a otro ritmo y con otro nivel de implicación. En los últimos 16 años, entre charlas y bertso saios, he tenido alrededor de doscientas anuales. Creo que me dedicaría más a otras cosas. Yo soy una persona tímida así que sería algo completamente distinto, además, no se me caerían los anillos por dedicarme, por ejemplo, a ser profesor en un euskaltegi. Si lo que haces lo haces con gusto cualquier cosa puede ser tan bonita como el bertsolarismo. Pero lo más atractivo al fin y al cabo es no saber qué haré.
¿Cree que ha influenciado a las siguientes generaciones?
Hay una cosa de la que se habla muy poco y en lo que sí que creo haber influenciado. En los años que he sido txapeldun nunca me he aprovechado de mi nombre para beneficio personal. Mucha gente de renombre se gana la vida sólo por sus apellidos. Yo sólo he cobrado lo que he hecho y, a veces, ni eso. Podría haber sido mucho más comercial y ser gerente de una empresa sólo por ser quien soy, pero no es mi estilo. No he utilizado mi nombre más allá de mi trabajo y creo que eso es importante. Y creo que los que vienen por detrás llegan con la misma actitud.