DURANTE más de cinco siglos, aquella villa que nació con la Carta Puebla estuvo reducida al corazón de su embrión original: el Casco Viejo. Y, sin embargo, fue el Bilbao de los Ensanches, el big bang de su expansión, el que dio a la ciudad el eco necesario para que creciese y se extendiese por medio mundo. Detengámonos un momento. ¡Oiga usted, yo soy de Indautxu de toda la vida!, chista una voz a la espalda. Como si fuese un matasellos de calidad, el santo y seña que a uno le concede el pedigrí de los pájaros txinbos y las aguas de la ría. ¿De Indautxu, dice? Tierra conquistada. Ahora les cuento.

En 1870 Bilbao logró fijar el área de la anteiglesia de Abando que necesitaba para desarrollar su primer ensanche. Buscaba un traje urbanístico, ¿de corte inglés, tal vez, aunque todavía no hubiese calado la fiebre british que más tarde triunfó?, que le cayese a medida. Cuando aquel primer Ensanche se aprobó, en 1876, el límite entre los dos municipios quedó fijado en la Alameda San Mamés. Abando trasladó su ayuntamiento a la plaza de la República (hoy conocido como La Casilla), que junto al entorno de Zugastinovia y de Amézola centralizaron su nuevo núcleo de población. Inmediatamente, en la zona de Indautxu -la más cercana al Ensanche- se fueron levantando distintas villas ajardinadas, como las del pintor Guezala, el maestro de obra Daniel Escondrillas o el propio Manuel Allende.

No fue hasta 1907 cuando esta zona de Indautxu quedó integrada en la ampliación del Ensanche diseñada por Federico Ugalde. Todo obedecía a un plan. Se trataba de una parcelación particular, a partir de una calle previa (Gordóniz), y de una gran propiedad, la finca La Alberca Mayor de la familia Allende. Así pues, el Indautxu de toda la vida que hoy conocemos tiene apenas un siglo largo de vida y brotó, vamos a decirlo así, en Gordóniz.

Revoloteemos por aquellas fechas de tanto cambios. La zona fue definida y aprobada por el municipio de Abando antes de su anexión definitiva en 1890 y sus poderosos propietarios consiguieron que fuera mantenida en los proyectos posteriores. En su tramo central se abría en una pequeña plaza circular, la de Bombero Echániz (un apunte: Antonio Echániz murió heroicamente, junto con otros tres compañeros, en el incendio del 7 de junio de 1867 de la casa de la calle Correo, donde tenían su imprenta y librería la viuda de Delmas y su hijo...), dando lugar a una retícula muy sencilla, con cuatro calles que se cruzan en la plaza (Egaña, Aureliano Valle, Marcelino Oreja y Pérez Galdós). Además contaba con otra calle ligeramente separada de las anteriores: particular de Allende, hoy Manuel Allende, y que albergó las primeras villas destinadas a los cuatro hijos del promotor: María, Carmen, Plácido y José Allende Plágaro, todas diseñadas por Severino Achúcarro en 1898-1999. El asunto iba cogiendo forma.

Fue un puro remolino todo lo sucedido en aquellos días de entresiglos. Pese a que el grupo tenía su propia lógica interna, estallaban dificultades con las principales calles adyacentes, sobre todo Alameda de San Mamés, Autonomía, Gregorio de la Revilla y la propia definición y configuración de la plaza de Indautxu. Durante las dos primeras décadas del siglo XX fueron levantándose residencias de altos vuelos en aquellas tierras. Están registradas nueve villas en el entorno de la propia calle Manuel Allende, y hasta dieciocho entre Gordoniz y la alameda de San Mamés. Era un guiño de pundonor, una sucesión de urbanizaciones ajardinadas de calidad, que continuaba la tradición marcada en el Campo Volantín, y entraba en competencia con los que eran ejemplos contemporáneos de Getxo (Neguri y Las Arenas).

Fue todo un festival que recuerda a la última regeneración del Bilbao de comienzos del siglo XXI. Hay semejanzas, es indudable, pese a que las razones sean otras. La vinculación de la familia promotora con el arquitecto santanderino Leonardo Rucabado permitió que éste realizara algunas de sus más importantes construcciones de la primera época. Destacaron los principales edificios públicos de la zona: la anterior iglesia del Carmen (1907-1908) de estilo neogótico, la neomudéjar plaza de toros de Indautxu, encargo del marqués de Villagodio en 1908 -donde dicen que toreó Ostioncito (¡caramba con los apelativos de la época!) en su estreno- y los Campos de Sport de Indautxu (1908-1909) que acogieron frontón, campos de tenis y polo, pista de patinaje y sala de fiestas. Todo cambiaba, todo renacía.

Hoy llama la atención lo contado pero en aquel entonces fue mayúsculo el alboroto que se armó cuando en 1918 se inauguró la escuela monumental de Indauchu (sic), a la que se dio este nombre por referencia al de la barriada donde se hallaba. Su edificio, de estilo neoclásico, fue una obra proyectada por el arquitecto Ricardo Bastida. Constaba de dieciséis grados para ochocientos niños, aumentado a veintiocho grados con capacidad para mil cuatrocientos niños. Cuenta con cantina escolar, Escuela del Hogar, Clase de Música e Inspección Médica Escolar. Todo corrió a cargo del Ayuntamiento de Bilbao. En la misma calle se halla el Teatro Ayala, levantado en honor del canciller D. Pedro López de Ayala, literato y guerrero, uno de los hombres más sobresalientes en las épocas de Enrique de Trastámara y Pedro El Cruel.

He ahí en su esplendor la antigua anteiglesia de Abando, que empezó a prosperar con el inicio del siglo y que tuvo en 1915 su año de ebullición arquitectónica. La mayoría, chalés de la rica burguesía bilbaina que veía cómo contar entonces con la residencia familiar en zonas del extrarradio del Bilbao de las Siete Calles era símbolo de pedigrí. ¿Qué queda de todo aquel mundo? Casi nada. El desarrollismo y la especulación de los años 50 y 60 del pasado siglo se llevó por delante ese universo casi mágico pero ahí sigue en pie un testigo imperturbable: el conocido chalet Allende.

Fue también conocido como Casa Arróspide y está ubicado en la confluencia de las calles Simón Bolívar y Aureliano Valle y fue proyectado en 1910. Supone una muestra de la arquitectura montañesa, con los elementos constructivos que la definen: fachada en piedra y ladrillo con entramado de madera, soportal de acceso, solanas, espolones, molduras y torre en esquina, con amplios aleros.