AQUEL poeta inglés, Robert Browning, supo ver que aquel que escucha música siente que su soledad, de repente, se puebla. Cuántas veces no habremos recordado al viejo Víctor Hugo y su soberana idea de que la música expresa aquello que no puede decirse con palabras pero no puede permanecer en silencio. La música como argumento para repoblar soledades para romper las cadenas del silencio; soledad y silencio, dos de los castigos mayúsculos de una prisión.

Valgan estas reflexiones del arranque para entrar, de su mano, en las actuales instalaciones de BilbaoMusika, un organismo autónomo local dependiente del Ayuntamiento de Bilbao que se encarga de la gestión de la Escuela Municipal de Música y de las bandas municipales de música y txistularis. Están enclavadas en el edificio ubicado junto a la cuesta de Zabalbide y en el entorno de Solokoetxe, allá en el número 8 de la calle Sorkunde, un edificio con aires del primer modernismo que fue construido en 1897 por Enrique Epalza, quien recibió el encargo de construir un pabellón en Larrinaga con destino a mujeres. Este nuevo edificio en Zabalbide se conoció como La Casa Galera.

La historia pide recordar que hubo una primera casa galera, ubicada en un antiguo polvorín construido en el año 1671, húmedo, lóbrego y sombrío, en la calle Urazurrutia que, pese a su carácter provisional, no fue clausurada hasta los principios del siglo XX, cuando el municipio construyó el magnífico edificio que hoy alberga a la banda de música municipal. La Casa de la Pólvora, se le llamaba por aquel entonces. La atención de las reclusas dependía, según cuentan las crónicas, directamente de las Hermanitas de la Caridad.

Fue la Casa Galera un centro de reclusión para mujeres de mal vivir, según se decía en el argot de la época, y que no convenía que estuviesen mezcladas con otros reos en la cárcel común que tenía la Villa en el Portal de Zamudio. Mil y un usos y vicisitudes después, en 1897, Enrique Epalza recibe el encargo de preparar los trabajos para la nueva Casa Galera, al tiempo que redacta los proyectos de la Casa de Socorro del Ensanche, prepara el definitivo diseño de la ampliación del puente del Arenal y es designado para llevar a cabo la realización del futuro Hospital Civil de Basurto. Era, como ven, uno de los grandes arquitectos de la época en Bilbao.

Hay que recordar que el nombre de Galera o Casa Galera, hace referencia a la privación de libertad. La pena de galeras respondía al concepto medieval de expulsión de los delincuentes de la comunidad, a la vez que se utilizaba su potencial como fuente de trabajo para realizar un servicio público como podía ser el duro trabajo de los remeros de la flota española. Las mujeres no se embarcaron en ninguna galera para expiar sus culpas, sin embargo, el nombre Galera, sirvió para denominar una forma de castigo muy dura, la privación de libertad, en un espacio considerado público aunque recogido y apartado de la sociedad. La llamada Galera o cárcel de mujeres tuvo su origen en las Casas de Arrepentidas que comenzaron a fundarse en la segunda mitad del siglo XVI a imagen y semejanza de las abiertas en Roma por San Ignacio de Loyola. La influencia de la Contrarreforma católica se dejó sentir en una nueva doctrina mucho más intolerante con respecto a las conductas desordenadas de las mujeres. La idea imperante era que las mujeres perdidas, de vida sin norte necesitan ser recogidas y se les quiere dar la posibilidad de que aprendan un oficio voluntariamente para llevar una vida honesta.

Hay que recordar que a la entrada de las tropas franquistas en Bilbao no existía una prisión de mujeres como tal. Sí existía la ya citada Casa Galera, reminiscencia de aquellos establecimientos creados para internar mujeres que se habían desviado del camino que la moralidad cristiana marcaba para ellas. Esta Casa Galera que se encontraba ubicada en Solokoetxe desde finales del siglo XIX había ido reorientando su labor marcadamente moralizante hacia lugar de internamiento de dementes. De hecho, para inicios del siglo XX pasa a ser denominada como Casa Galera y Asilo de Dementes y Asilo Nocturno de Transeúntes. Cuenta la historia que en ella estaba instalado el Patronato Real para la Represión de la Trata de Blancas y las mujeres eran atendidas por las Hermanas de la Caridad.

sífilis Pero viajemos en la máquina del tiempo atrás, mucho más atrás. Ya en el año 1502 encontramos la primera referencia, a raíz de un escándalo en Bilbao por los contactos de las prostitutas con los vecinos. En los años posteriores siguieron apareciendo normas restrictivas, como la del Regimiento General de Vizcaya de enero de 1621. A nivel de los territorios de la Corona española, Felipe IV dictó una Pragmática del 10 de febrero de 1623 que prohibía las casas de mancebía y acababa con una etapa anterior más tolerante. Por otra parte, el hospital de Atxuri negaba desde el año 1661 el ingreso a los enfermos de gálico (sífilis), por lo que las personas afectadas por este mal quedaban sin ningún control. Preocupado por este problema, el Ayuntamiento bilbaino, en sesión del 23 de septiembre de 1774, resolvió construir una cárcel galera para internar a las prostitutas afectas de enfermedades venéreas que creaban problemas en la cárcel común o se fugaban de otras reclusiones. Esos fueron, por tanto, los orígenes.

Más allá de los avatares propios de una prisión y de su arquitectura que aún hoy perdura, la prisión fue escenario y testigo de una crónica negra de Bilbao en guerra. Convertida en prisión en tiempos de guerra, pese a que Telesforo Monzón, desde la Sociedad Bilbaína, invocó a la templanza; la cárcel fue asaltada sobre las seis y media de la tarde por el resto de milicianos de la segunda compañía del batallón Asturias el 4 de enero de 1937. Los asaltantes, igual que había ocurrido en las demás cárceles, se preocuparon de su botín, llevándose a cabo un saqueo de los efectos personales de los presos. Poco antes de las nueve de la noche terminó la masacre. La última matanza acabaría con la vida de cincuenta y tres personas. Una triste huella.