los ángeles

Come back", Charlie Sheen. Todo está perdonado. Puede que el circo mediático haya dejado atrás las aventuras de este provocador de Hollywood, pero es que además, el último foco de la lasciva curiosidad social hace que las travesuras de Sheen parezcan casi aceptables. Desde hace tiempo, Sheen disfrutaba de un estilo de vida basado en el sexo, drogas y alcohol que desembocó en un escándalo enorme, pero a quien más hirió fue a sí mismo. Ahora, la sociedad estadounidense tiene que lidiar con el comportamiento de su Terminator, que no solo traicionó la confianza de su familia, sino que se presentó a sus votantes como un hombre de honor mientras ocultaba que había tenido un hijo con su empleada de hogar y no se lo contó a su mujer. Peor aún es el escándalo que envuelve al ex director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, después de que una trabajadora de un hotel de Nueva York lo acusara de intentar violarla.

Al menos Sheen no pretendió nunca ser otra cosa que un fiestero, y aprovechó su fama de estrella de Hollywood, su carisma y su dinero para vivir la libertina fantasía que muchos solo sueñan en algún momento. Se suponía que Schwarzenegger y Strauss-Kahn tenían que ser mejores, o eso se pensaba. Pero quizá, ese comportamiento insensible forma parte de un perfil masculino potente. "Incluso Osama Bin Laden tenía varias mujeres y su alijo de porno", escribió Matt Miller en The Washington Post. "¿Estos comportamientos solo se producen en el territorio de los machos alfa?". La respuesta, si uno piensa en arquetipos como el expresidente Bill Clinton, el exgobernador de Nueva York Eliot Spitzer, la estrella del golf Tiger Woods o el candidato a la presidencia John Edwards, parece ser afirmativa. "Los hombres poderosos pueden ser poderosamente insensatos", escribe Time. "Tienden a asumir riesgos, o al menos a valorarlos de forma diferente. A menudo, están rodeados de gente con un interés político o personal en protegerles hasta el punto de encubrir sus locuras, indiscreciones y delitos". El artículo cita un estudio según el cual, cuanto más alto asciende un hombre o una mujer en la jerarquía de los negocios, más probable es que se plantee cometer adulterio. "Con el poder llegan tanto la oportunidad como la confianza", argumentan los autores. "Y la confianza genera un sentido de derecho sexual". Tracey Weber, de la web ProPublica, declaró su esperanza de que la publicidad de estos escándalos evite otras víctimas. Pero su experiencia no la deja ser optimista: formó parte del equipo de Los Angeles Times que en 2003 habló de presuntos acosos sexuales de Schwarzenegger cuando aspiraba a gobernador. Weber convenció a algunas mujeres para que hablaran el comportamiento del actor, con un elevado coste para ellas. Los votantes, como Hollywood, ignoran el comportamiento de la estrella.