paris. El cumpleaños 88 de la mujer más rica de Francia no fue ayer motivo de fiesta familiar. Si su hija llama a la puerta, Liliane Bettencourt abrirá. "¿Y entonces? No sé. No quiero pensarlo. Es una testaruda, y así yo también soy testaruda", dijo recientemente. La disputa entre madre e hija, cuyo detonante se ha convertido también en un asunto de Estado, alcanza ahora un nuevo hito. La hija, Françoise, intenta por tercera vez inhabilitar a su madre. Y ahora la madre acusa a su hija de violencia psicológica.

Para demostrar que la anciana dama aún conserva su lucidez, sus abogados le recetaron reforzar su presencia en la prensa rosa. Primero una larga entrevista con la revista Paris Match, en la que Bettencourt se vanagloriaba de nadar una hora todas las mañanas; después, tres páginas de fotorreportajes en Nueva York para Gala, donde aparece con zapatillas de deporte en Central Park o visitando el MoMA -en una visita privada, se entiende, después del horario de apertura para el gran público-.

"No entiendo que mi hija no me deje en paz. En lugar de venir a visitarme, se querella contra mí", subrayó. "Es hora de que me enfrente". Françoise acusa a su madre de haberse dejado utilizar por el dandy homosexual y fotógrafo de famosos François-Marie Banier. En total, se calcula que le ha regalado entre inmuebles, seguros de vida y obras de arte 1.000 millones de euros (1.400 millones de dólares).

a pecho Quizá, la vetusta dama se ha tomado un poco a pecho las críticas de su hija. Entre tanto, Banier -a quien ella incluso pretendió supuestamente adoptar- fue desheredado y despojado de su amistad. Para muchos franceses, el caso Bettencourt es como una telenovela enmarcada en el entorno de los superricos. Y eso debe gustarle al presidente Nicolas Sarkozy, pues la vertiente más política del caso ha quedado un tanto olvidada en las últimas semanas. No obstante, las graves acusaciones siguen pendientes: entre otros, Bettencourt apoyó presuntamente la campaña presidencial de Sarkozy con donaciones ilegales en metálico.

Pero los numerosos procesos judiciales solo son accesibles para los expertos. Mientras, en las librerías ya hay un libro de 400 páginas en el que se pueden leer una vez más las copias de las conversaciones intervenidas en la casa de Bettencourt que desataron el escándalo.