Hoy su estampa hubiese recordado a la de un marchador de esquí nórdico con los dos bastones en la mano, descartada sea, claro está, la oronda silueta. Miren, si no me creen, la fotografía que ilustra este texto. Les hablo de Berrospe (no hay más señas que le identifiquen...) o. mejor dicho, aquel txirene que fue conocido como el gordo de los rosarios, un personaje popular en Bilbao que compartía la zona del mercado de la Ribera y los soportales de enfrente con otros txirenes para el recuerdo; personajes tan curiosos como el barbero Babín que afeitaba en seco al aire libre o Vicente Amat, que tenía una tienda en los soportales y propagaba el progreso negándose a servir patatas por arrobas, si no se le pedían en kilogramos. Siempre se quejaba de la escasa energía del Gobierno al aplicar el Sistema Métrico. “El ministro de Fomento no tiene fundamento”, era su frase más conocida.

De todo esto nos llegan cánticos y noticias que recopilaron el costumbrista K-Toño Frade y el historiador César Estornés entre otras fuentes. Cuentan las crónicas que deambulaba, como les decía, por los arcos de la Ribera y también por la plazuela de Santiago. Era un hombre grande, carnoso y pesado, caminaba trabajosamente apoyado en dos bastones, con gafas y bombín y un tremendo abdomen convertido en escaparate de rosarios. Debido a su descomunal volumen y a sus maltrechas piernas no era raro verle rodando por los suelos. Si tropezaba y caía, le costaba levantarse y no permitía ayudas para hacerlo: “Dios me tiró, Dios me levantará” decía. Los chavales le cantaban:

“El Gordo de los Rosarios

es un hombre singular,

que lleva bajo la blusa

una lata para mear”.

Esto era verdad; como su lentitud de movimientos le impedía llegar a tiempo a los retretes, hacía su necesidad en una lata de pimientos que llevaba colgada de una cuerda.

Recuerda el propio K-Toño que en sus cenas de Nochevieja en casa a los postres la empezaba a entonar su tío, Pablo Salazar, y el coro le seguía. Sigamos la canción que decía así: “Vamos a formar señores un Gobierno popular / con todos los personajes que hay en la localidad. / Nombraremos presidente al simpático de Jodra / que gobernará la patria con la flauta y la zambomba. / Ministros de relasiones al Txistu y a Barragán / y a Don Pepito de Hasienda porque saber sablear. / Y para más atractivo, ministro de negosiasiones / le nombraremos, en breve, al ¡¡gordo de los cordones!!”.

Era más conocido como el gordo de los rosarios pero también por el de los cordones, dado que las dos mercancías que portaba sobre su oronda tripa hacían la razón de sus apodos. Nadie recuerda cómo apareció en el Botxo ni cuándo desapareció de él. Un buen día las iglesias aparecieron huérfanas sus puertas de tan conocido elemento, y punto. No hubo más noticias que llevarse a la boca.

Permítanme recordarles que ese Don Pepito era otro txirene que subsistió gracias a la exhibición de sus versallescos ademanes, que le merecieron el apodo de El Saludos como reconocimiento a sus reverencias.

El aspecto del gordo, como les decía era singular. Lucía unas diminutas gafas de culo de vaso de chiquito; para dar mayor apariencia a su forma de sablear se tocaba con una bimba tipo inglés (decían que era un bombín, regalado por un marinero de buque inglés desembarcado en el Campo Volantín...), que en un tiempo hubiera pasado por negra pero que lucía polvo a raudales. Al Gordo le seguía la chiquillería para reírse de su estrafalaria vestimenta y verle orinar en la lata. Y de vez en cuando lanzaba el contenido a los chavales.