Fue conocida como La bombonera de La Casilla cuando el baloncesto de Bilbao se puso en pie de la mano de Josean Querejeta y cada tarde de basket se vivía, si me permiten decirlo así, una pura explosión. Hasta el punto que el Caja Bilbao regresó a los cielos de la ACB de la mano de aquella pareja inolvidable formada por Joe Kopicki y Darrell Lockhart en un Caja Bilbao con los pies de barro como proyecto pero con el corazón de hierro forjado, un Caja Bilbao de gente con carácter.

Entre ellos se encontraba Román Carbajo, un pivot al que se le conoció como El americano de San Francisco, su calle natal. Los aficionados de largo recorrido no olvidan su pundonor y su fuerza reboteadora. Y una eterna y permanente sonrisa por bandera. Había nacido para el baloncesto en la cantera del Patronato, forjado en el colegio de Maristas de la capital vizcaina, sin olvidar que tuvo un breve paso por Askartza. Eso si no se cuentan las pachangas de San Francisco, donde también jugaba cuando podía. Llegó a jugar tres partidos como internacional y ha de considerarse que fue el único internacional absoluto salido del frontón de Iturribide.

En un deporte donde los números describen una trayectoria y, de su mano, una historia, Román firmó los suyos, apañados como se diría hoy. Pero entre todos los partidos hay uno en el que hizo historia, un partido en el que se convirtió en el héroe de Bilbao. Permítanme que les cuente la vida en cifras y remate el relato con aquel día.

Con su 2.04 de estatura, jugó ocho temporadas en la ACB, cuatro de ellas con el Caja Bilbao, de la 86-87 a la 90-91, una en el Taugrés Baskonia y tres en el Club Orense Baloncesto, de la 93-94 a la 95-96, temporada en la que tuvo que hincar la rodilla, justo la misma que no pudo recuperar tras la sucesión de lesiones. En esas ocho campañas participó en 243 partidos, anotó 1814 puntos y cogió 840 rebotes, con unos promedios de 22 minutos de juego por partido, 7,5 puntos y 3,4 rebotes. Cifras que se recitan hoy para el big data. A finales del siglo XX ese concepto, sin embargo, apenas se usaba a pie de calle.

Una pincelada previa. El Kas, que aglutinó exitosamente dos deportes de alta competición como el ciclismo y el baloncesto, vivió un momento convulso en 1968. El conjunto dirigido desde el banquillo por Javier Añua, que había sido subcampeón de Copa y había debutado un año después en la Recopa de Europa, se trasladó de Vitoria a Bilbao para crecer comercial y socialmente como entidad. Fue una decisión poco comprendida entre los vitorianos, hasta el punto que llegó a ser una marca boicoteada durante mucho tiempo por parte de los aficionados del que había sido el mejor club de baloncesto de Vitoria. Su desembarco en Bilbao coincidió con una temporada en la que el Águilas descendió de categoría, permaneció un año en Segunda antes de su regreso a Primera, y además motivó el estrenó del nuevo pabellón municipal, La Casilla.

Vayamos a la historia de la que les hablaba con antelación, justo en La Casilla. El 18 de marzo de 1989 Román Carbajo firmó el mejor partido de su vida en La Casilla. Se disputaba el Caja Bilbao-Taugrés Baskonia, un duelo desigual por aquel entonces pese a que el Caja Bilbao vivía esos extraños días de gloria. El partido fue igualado hasta el final y acabó con la victoria del Caja Bilbao sobre el Taugrés Baskonia por 102-100. Ese día Carbajo anotó 26 puntos y estuvo en un tris de salir por la puerta grande. Fue, como diríamos hoy, el MVP del partido. Si quieren algún otro momento grande en el parqué, diremos que cogió 13 rebotes con el Ourense frente al Andorra, el último club en el que jugó como profesional aunque ya no en la ACB, en 1994. En junio de este mismo año falleció. 55 años.