¡Cómo tuvo que ser vivir en aquella casa, entre aquella familia! No por nada, el niño Jon Zamarripa empezó a tocar la guitarra, según él mismo confesó, en torno a los cinco años. Era un apetito voraz por la música porque al ver que su hermana, también melómana, dio clases de música y se pasaba todo el día tocando. “A mí me daba dolor de cabeza y decidí dejarlo para ver si ella seguía el mismo camino”. Jon contaba que a los ocho años le regalaron un órgano pequeño de viento, de los de la vieja usanza. Le gustó y empezó a practicar. En casa siempre había oído música. Su madre tocaba muy bien el acordeón y tenía una tía monja que tocaba el órgano. La hermana, la madre, la tía... ¡Parecían la familia orquesta!

Empezó Sociología y Derecho, estudió por libre astrología y quiromancia y tocaba la guitarra, su vocación, desde muy niño

Pero Jon no era, no lo fue nunca, un hombre cuadriculado, si se me permite decirlo así. La música, eso sí, le corría por las venas. La llevaba en la sangre. Jugó con grupos fantasma que le sirvieron de aprendizaje y sobre todo de confirmación de una realidad que comenzó casi en broma. “Los grupos de verdad deben ser algo más que una reunión de cuadrilla de amigos. Al principio no encontraba gente para formar un grupo y me lo inventé, pero acabó existiendo”, se le escuchó decir en alguna ocasión.

En aquellos orígenes aún no se vislumbraba qué futuro le aguardaba a Jon. Empezó las carreras de Sociología y Derecho y estudió por libre astrología y quiromancia, lago propio de otras civilizaciones.

Poco a poco fue sumergiéndose en el mundo del rock y comenzó a darle visibilidad a esos grupos fantasma de los que hablábamos antes. Formó parte de bandas como Los Primitivos, y Los Extraños, convertidos en Los Raros un tiempo después al ser denunciado por otra banda que ya llevaba el matasellos de la extrañeza.

Cancer Moon, ‘tierra’ de Jon Zamarripa, fue alternativa al rock Radikal vasco en los 80 y preámbulo del rock indie de los 90

En el horizonte se vislumbra algo diferente, algo grande. Sería Cancer Moon, el grupo en el que destacaría dentro de la música. Jon procedía de Gazte Hilak, Test, Los Primitivos y Los Extraños con Felix A. Senderos al bajo y Alberto Candiel a la batería, con los que grabó un par de maquetas: Sus peores grabaciones (1986) y Seguimos sin beber alcohol (1987). Jon también estuvo cantando y tocando la guitarra en Los Raros con los que sacó el Ep No es un buen plan (1988) con Felix A. Senderos al bajo, Carlos Martínez a la batería, y Jorge De La Herran a los teclados y voz, más el single Errores & Irreal. Había experiencia en el camino para llegar a ese mundo. En un remedo del cine clásico bien se pudiera decir aquello de tócala bien a la luz de la luna, Jon.

Entremos en harina, que se va el artículo. Jon Zamarripa logró ser músico de culto desde las filas del grupo vizcaino Cancer Moon, alternativa al rock radikal vasco de los 80 y avanzadilla del rock indie vasco de los años 90.

Oigamos al compañero de DEIA Andrés Portero, jukebox, makina de la música de nuestro tiempo. Lo cuenta de la siguiente manera. “El bilbaino Zamarripa se unió al eibartarra Anitua (Josetxu Anitua, para más señas...) a finales de los años 80 para crear Cancer Moon, un grupo de leyenda y referencial en el rock de guitarras alternativo vasco que, junto a Los Bichos desde Iruñea, desbrozó el camino para la generación indie, siempre desde una pasión compartida por Velvet Underground, la no wave de New York, el salvajismo de The Troggs y The Stooges, el garaje psicodélico de The Lyres, la heterodoxia de Suicide o adelantados al rock indie como Sonic Youth, en uno de cuyos conciertos en Gasteiz se conocieron y germinó su proyecto”. Cancer Moon tiró la toalla en 1995 justo antes de la eclosión indie. Sus tres únicos discos y el documental Atrapados por la serpiente, de Álvaro Fierro e Ibon Ibarluzea, ofrecen las claves de un grupo único.