El viejo Depósito Franco, del que hoy solo restan unos breves vestigios como si fuesen ruinas de la grandeza de Roma, y la Aduana de Bilbao, hoy día en pie y luciendo en todo su esplendor tras la remodelación que tuvo lugar en 2020, junto, quizás, la importante prestancia del edificio Aznar, resumen y recrean el carácter portuario que hasta la mitad del pasado siglo XX tuvo la zona de Uribitarte. Aquellas tierras concentraron, durante un importante período de tiempo, lo más significativo de la actividad portuaria de la Villa. En su entorno quedan, aún hoy, las oficinas de empresas dedicadas a las actividades navieras y aduaneras. He ahí un reflejo singular del Bilbao de antaño, como si se mirase en el espejo de las aguas de la ría, dedicado al comercio y transporte marítimo, que ocupaba las riberas de la Ría.

A esta crónica de un nuevo Bilbao que florecía entonces, de la nueva ciudad,donde fueron levantándose numerosos edificios para hacer presente el poder que estaba acumulando la Villa. De la última década del siglo XIX y la primera del siglo XX datan muchas de las construcciones singulares que hoy son patrimonio de la ciudad: el Palacio Chávarri; la Estación de la Concordia, el Palacio de la Diputación, la Alhóndiga, el teatro Arriaga, el Ayuntamiento de Bilbao o el hospital de Basurto. Y,cómo no, la Aduana de Bilbao, cuya función pasaba, en esencia, por controlar las mercancías que entraban y salían, aplicándoles los correspondientes impuestos de la época. La ubicación elegida para el nuevo edificio, al comienzo del muelle de Uribitarte, era lógica por dos motivos: uno, por su cercanía a la Ría y los muelles a los que llegaban las mercancías de las que se debía ocupar; y dos, porque el Estado disponía ya allí de unos terrenos desde la década de 1860, donde se levantaban unas viejas naves. Lo que se llama, vamos, sacar rendimiento a una propiedad.

La que más tarde sería calle Barroeta Aldamar ya existía como camino. Nos recuerda hoy Elías Más, un arquitecto municipal XXL en conocimientos que se atribuye el proyecto y la obra del edificio de la Aduana al arquitecto Eladio Iturria. Era hermano de Fidel Iturria, un hombre cuya trayectoria en la arquitectura vizcaina fue notable tanto por sus obras ejecutadas en Bilbao, Getxo y otras poblaciones, como por su presencia, como arquitecto municipal, en la referida población de Getxo y en elAyuntamiento de la Anteiglesia de Deusto. Hablamos, como ven, de una familia de buena mano.

No eran los tiempos de pequeña escala, como les decía. El coste total de la construcción del edificio original fue de 813.314 pesetas de la época y se inauguró oficialmente en agosto de 1893, cuando Bilbao se había convertido en una de las ciudades con mayor proyección económica de toda España, gracias a la extracción y comercio del mineral de hierro y a su transformación en productos derivados.

La Aduana, de imagen clasicista, lucía paramentos de piedra y ladrillo rojo, magnífica escalera imperial y dos patios cubiertos con lucernarios. Aquella solemne escalera debió utilizarse sólo en ocasiones ceremoniales porque, inmediato a ambos lados de los tres arcos que constituyen el acceso directo a ella, existen arcos algo más anchos que se utilizaban como entrada para los trabajadores y daban paso a escaleras meramente utilitarias.

La fachada principal parecería requerir de un espacio más amplio por delante de ella para que pudiera mostrar con franqueza su importancia compositiva. Sin embargo, la calle Barroeta Aldamar no proporcionaba tal amplitud. Esta contradicción se refuerza cuando, al entrar en el edificio por su acceso principal, aparece la magnífica escalera. El acceso por esta fachada principal se realiza por el triple arco citado al pie de una sección vertical en piedra rematada con un frontón clasicista.

No puede olvidar quien esto lea que la inserción dentro de la trama del Ensanche se hizo con dificultades. La manzana diseñada por Alzola, Hoffmeyer y Achucarro ya estaba en parte ocupada cuando se inició su construcción, principalmente en el arranque derecho de Ibáñez de Bilbao, y la voluntad de que la Aduana fuera un edificio exento hizo que las dos fachadas interiores se separaran de las edificaciones ya realizadas y de las que se realizarían más adelante en los solares aún vacíos mediante dos callejones o cárcavas que constituyen anomalías dentro de la formalización de los espacios definidos por el Plan del Ensanche.

Todo tenía un porqué. La razón de que no tuviera cuatro calles en su perímetro, sino sólo dos más dos callejones, era que la Aduana aprovechaba un terreno que era suyo de antemano, en el que disponía de un almacén desde al menos 1868. Hay una marca empresarial de Santa Ana de Bolueta en los pilares.

Tras cuatro años de trabajos y una inversión superior a los nueve millones de euros, en 2021 el gobierno estatal inauguró las nuevas instalaciones. Ya no existe aquel tráfico de mercancias pero son ocho los servicios que se han trasladado a la antigua Aduana. En la planta baja, se encuentra la atención al público de la Oficina de Extranjería, Fondo de Garantía Salarial (Fogasa), Sanidad (Vacunación internacional), la mutualidad de funcionarios Muface y Tráfico. También alberga las oficinas de la Dirección de Telecomunicaciones, la Demarcación de Costas y la dirección de Comercio (el ICEX, de ayuda a las exportaciones), toda una comunión de servicios para los nuevos tiempos.