I uno cierra los ojos y se deja surcar por los mares de medio mundo en pos de balleneros es fácil que le venga a la cabeza el Pequod de la famosa novela Moby Dick de Herman Melville, ese barco que surcaba el océano en una obsesiva caza a una ballena blanca. Selma Huxley nunca ha perseguido ballenas, pero sí ha rastreado durante años la historia de otros barcos balleneros, los procedentes de puertos vascos que, desde el siglo XVI, pescaban en las lejanas costas de Terranova. Su historia ya es singular desde la cuna.

Hay que recordar que hablamos de una mujer nacida en Londres en 1927, hija de Michael Huxley, primo del celebérrimo escritor Aldous Huxley, padre de la ciencia ficción, y del biólogo Julian Huxley, y nieto de Thomas Henry Huxley, el gran amigo y defensor de Darwin conocido como el Bulldog de Darwin. Selma Huxley pertenecía, como ven, a una conocida familia de intelectuales y científicos. En ese árbol genealógico no podía ser una rama seca como el sarmiento.

Selma estudió en París y Londres. En 1950, por motivos familiares viajó a Canadá, donde se estableció y trabajó como profesora y bibliotecaria en la Universidad McGill (Montreal). En 1954 se casó con el arquitecto Brian Barkham y se trasladaron a Ottawa, donde su marido abrió un estudio de arquitectura. Brian mantenía una estrecha relación con Euskadi: su tesis le había llevado desde Gran Bretaña a tierras vascas, donde estudió los caseríos. En 1956, durante una visita del matrimonio al País Vasco, el sacerdote Pío Montoya Arizmendi les habló de la antigua presencia vasca en las costas canadienses. Ahí comenzó la aventura que ligó a Selma con las tierras vascas.

Aquella historia -tras la temprana muerte de Brian en 1964- cambiaría la vida de Selma. Viuda y con cuatro hijos que mantener, comenzó a trabajar para el Gobierno de Canadá estudiando y restaurando emplazamientos de interés histórico. Se centró en las costas y se interesó por los visitantes europeos en los siglos XVI y XVII, con una especial atención a los de origen vasco.

Para poder consultar los archivos históricos de España y Francia, tras un largo viaje se instaló en Bilbao con sus cuatro hijos en 1972. Selma se ganaba la vida dando clases de inglés por las mañanas, mientras dedicaba sus noches a estudiar paleografía española en la Universidad de Deusto -había aprendido castellano en México-. Gracias a la generosidad de un donante anónimo canadiense (mil dólares de la época...) pudo empezar su investigación. Tras la primera publicación llegó también la primera ayuda oficial.

A pesar de los obstáculos, el trabajo de Huxley comenzó a dar sus frutos y descubrió numerosa documentación que le permitió reconstruir la historia de la pesca de la ballena por vascos en Canadá. A través de esos documentos narró la historia de las pesquerías vascas de bacalao y ballenas en Terranova y halló los documentos civiles originales más antiguos de Canadá: una venta de chalupas (1572) y dos testamentos (1577 y 1584).

Uno de sus logros destacados fue el descubrimiento en 1977 de la nao San Juan, en la península de Labrador. Demostró que en el siglo XVI había una industria ballenera en Canadá. Su trabajo fue reconocido también cuando Red Bay fue nombrado ese mismo año Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Ahora, en Red Bay hay un museo, varios pecios localizados en el fondo de la bahía, restos de hornos para extraer grasa de ballena, muchas herramientas y otros restos e, incluso, tejas vascas sobre el terreno y, además, unos diez mil visitantes al año. Euskadi distinguió a Selma con el Lagun Onari.

La investigadora vivió durante más de 20 años en Euskadi (Bilbao y Oñati) con un inicio de duras condiciones vitales

Euskadi distinguió a Selma con el Lagun Onari por sus investigaciones sobre las pesquerías vascas y caza de ballenas