TENGO delante un expediente que estoy por entender. El evento lamentable que me toca gestionar tiene que ver con una empresa (ficticia, como todo lo que aquí se cuenta) que ha tratado de acomodar a su idiosincrasia el debate sobre las subidas de sueldos. Está de plena actualidad porque lo están proponiendo cada vez más responsables políticos institucionales y empieza a tener eco en el mundo de la empresa. Esta misma semana, la patronal madrileña ha elegido a un presidente que aboga por elevar los sueldos y la productividad de las empresas. El caso va de un Consejo de Administración en el que los propietarios de una gran empresa han analizado la conveniencia y el coste de descongelar los salarios de sus trabajadores con los sueldos más bajos. Es un colectivo de 1.000 empleados con un coste medio salarial mensual de 1.000 euros. Se propone elevar el sueldo en un 5% y el resultado son 50€ por empleado al mes con un coste total de 50.000 euros mensuales, 600.000 anuales. Pero al analizar la productividad alguno sugiere que quizá se deba incentivar a los cargos directivos, responsables de producción y demás estructura, que suman en torno a 100 empleados cuyo coste medio anual es de 60.000 euros. De ese modo, incentivar con 250 €/mes a ese colectivo ascendería a 300.000 euros anuales. Resulta mucho más atractivo porque es la mitad de inversión. Pero he aquí que alguien ha propuesto que a los diez altos diez ejecutivos de la empresa, con un salario medio de 150.000 euros anuales sí que habría que incentivarlos. Al 5% saldría unos 7.500 € al año por cabeza y solo 75.000 € en total. Claro que, habría que explicar a los 5.000 empleados que cobran más de 1.000 y mucho menos de 5.000 euros al mes que ellos ya están incentivados. Mucho lío y no estaría bien hacer diferencias en la plantilla. Así que han decidido repartirse un dividendo extraordinario de un millón entre los cinco miembros del consejo. Sale mucho más barato y ya se sabe que todo lo que sea ahorrar dinero a la empresa es pura eficiencia.

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