En Salassa, victorioso, sonriente y relajado después de una persecución agónica, el sol tibio y elegante abrazó a Alberto Bettiol, que se bajó la cremallera de su buzo para que en su pecho, descubierto, entrara el aire y su corazón bombeara un vals sin corsés en la Milán-Turín, la clásica con más vivencias del ciclismo.

Vieja y sabia, casi un siglo y medio contemplan a la carrera, que nació en otro tiempo, decimonónico. Era 1876. Otro mundo. Distinto. El recuerdo de un viaje en el tiempo barniza una clásica de postales en sepia.

En el Siglo XXI, lejos de aquellos pioneros y sus rudimentarias bicis de aventureros locos, vestía Bettiol como un contrarrelojista; el buzo largo hasta los guantes, los calcetines altísimos, el casco aerodinámico, apresadas las orejas, pegadas sobre el cráneo, para ser más eficiente contra el viento.

“El equipo realiza un esfuerzo extra en el material. Se trabaja mucho”, dijo el italiano después de vencer tras un ataque telescópico en la cota de Prascorsano, en el Piamonte, las cumbres nevadas, a treinta kilómetros de la gloria.

Imagen del pelotón rodando en la carrera. Efe

En su arrancada, poderosa, Bettiol se solapó con aquel que conquistó de manera inopinada el Tour de Flandes, su cima, en 2019. Un Monumento. Un triunfo lisérgico. El italiano cinceló la quinta victoria de su biografía en solitario tras rematar un ejercicio de resistencia después de su fulgurante despegue en una de las cotas que concedían realce a la clásica.

Victoria agónica

Fue una apuesta arriesgada. Decidida. La valentía le señaló el norte. Cuestión de fe. Bettiol no giró el cuello ni una sóla vez. Convencido. Se olvidó del pretérito y de lo que ocurría a su espalda en un grupo en el que mandaban los dorsales del UAE y el Bora, a los que se les escurrió el italiano. No siempre las mayorías tienen razón.

Bettiol, inteligente, quebró el dominio, el equilibrio. Pedaleó con saña sin más horizonte que seguir avanzando. Camina o revienta. “Contaba con que me cazara el grupo pequeño”, se sinceró el italiano, al que persiguió con ferocidad la muchachada del UAE y el Bora, que no reaccionaron a tiempo cuando Bettiol se propulsó.

Alberto Bettiol, en su triunfadora fuga. Efe

No pudieron con él en una clásica dominada de punta a punta por los italianos a través de su historia. Recuperó Bettiol esa tradición. Relevó a Diego Rosa. De rosa venció Bettiol, rejuvenecido en la carrera más vieja.  Fresco como una rosa.