Contador abre su palmarés en la volta al Algarve
Valverde triunfa en la vuelta a Andalucía y vincenzo Nibali se corona en el Tour de Omán
bilbao - Antaño, antes de que se advirtiera el cambio climático y las estaciones se solaparan, el ciclismo tenía otro compás. “Los había que no se ponían en forma hasta abril o mayo, dependiendo del calendario. Era lo normal. Al inicio de temporada se llegaba con muy pocos kilómetros. Hoy todo eso ha cambiado. Todos van como lobos”, apunta un excorredor. Lo que era normal ya no lo es. Ese recuerdo, que no es tan lejano, suena extraño, acaso estrafalario, en estos tiempos de galope, de prisas. Aquel molde es caduco. El ciclismo es un aquí y ahora, un presente donde se gana para redactar mayores victorias en el futuro. En esa máquina del tiempo se han subido Alberto Contador, vencedor del final en alto que daba carpetazo a la Volta al Algarve, carrera que fue a parar a la caja registradora de Geraint Thomas -el madrileño fue tercero tras un estupendo Ion Izagirre-; Alejandro Valverde, el mejor en la cima de Peñas Blancas y campeón de la Vuelta a Andalucía, y Vincenzo Nibali, que retuvo el liderato en Omán después de su gran victoria el viernes en Green Mountain.
Aunque con cierta pausa, Contador despertó afilado, la piel de papiro moreno, en Portugal. El madrileño, que se ha tatuado el Tour en el entrecejo, apagada la odisea de anudarse el Giro y Tour en el mismo año, se dejó algo de tiempo en la crono del Algarve y en la primera jornada empinada de la cita portuguesa. No obstante, el madrileño transmitió que se encontraba cada vez mejor una vez sacudido el óxido mientras competía. Ayer recuperó su perfil más fotogénico para anunciarse con un triunfo en solitario en la punta del alto de Malhao, una cumbre muy reconocible para Contador, tres veces monarca en esa montaña, donde derrotó a Fabio Aru, que rivalizará con el madrileño en el Tour de Francia. El triunfo parcial de Contador, está repleto de significado. Supone su declaración de intenciones. Un aviso. Ganar en febrero, otrora una cuestión extraña, una excentricidad, se ha convertido en un asunto básico por el impacto que genera, no tanto en la vitrina como en la confianza propia y en mensajes, acaso propagandísticos, para el resto de competidores de julio. “Sabía que venía bien pero eran muchos meses sin competir. Ha ido mejor de lo que esperaba. Desde el Tour de Francia que no competía, han sido casi 7 meses, y debutar y conseguir una victoria siempre te da confianza”, dijo Alberto Contador después de su diana inaugural.
La huella de Contador en Portugal fue el rastro de Alejandro Valverde en la Vuelta a Andalucía, parte de su patrimonio después de alcanzar su cuarto laurel. Decía la víspera Van Garderen, que el suyo, el BMC, era el mejor equipo y que ese cálculo le blindaría en el búnker del liderato. No temía el norteamericano quedarse solo en Peñas Blancas, la chepa que condensaba la Vuelta a Andalucía. Van Garderen se equivocó en sus estimaciones. El error se lo subrayó con neón Alejandro Valverde, el ciclista que se estira de febrero hasta octubre como la mejor goma de mascar y que después de pisar el podio de París, se dirige con entusiasmo hacia el Giro.
ataque demoledor Capaz de barrer en todos los frentes, Valverde, que completó una magnífica sesión contra el reloj el sábado, se erizó en Peñas Blancas, punto de ignición de su asalto al trono de Tejay, al que mandó al diván. Valverde, con esos muelles, pegó un respingo y arrancó de la felicidad al norteamericano. El murciano sesea. Califa en Andalucía. Tejay alcanzó la montaña parapetado por sus pretorianos, que latían junto a la muchachada del Sky y la mirada aviesa del Movistar. La escuadra de Valverde tenía el alma pirata y un plan de ataque para desmontar la columna de suministro del BMC. Dani Moreno actuó de catapulta para Valverde, que alado hizo nido en Peñas Blancas, donde se vistió de rojo. Al que dicen el Bala, fue ayer Sputnik.
De rojo, desde la azotea, también se despidió Nibali del Tour de Omán. Como Valverde, fue en una montaña, en Green Mountain, un puerto de lija, donde el viernes zanjó el debate Vincenzo Nibali, que quiere el mayo rosa, el del Giro, cita en la que se cruzará con Valverde. El italiano, sin estridencias, pegado a la sobriedad, abrazado a la experiencia, evidenció su buen estado de forma cuando al invierno aún le restan muchas lunas para capitular. Como el resto, Vincenzo Nibali deletreó sus deseos por anticipado. Es el signo de los tiempos en el reino del galope.