Nadie se fía de nadie en la Vuelta que vive su desenlace
John Degenkolb impone su ley en el sprint de A Coruña y hoy se sube al monte Castrove
bilbao - “Esta semana habrá batalla”, proclama Froome como si fuese un campesino que otea el horizonte y algo ve o algo siente que le hace anunciar como una certeza inapelable que más pronto que tarde llegará la tormenta. Para pronosticar la batalla, los pocos que aún luchan por la Vuelta -Contador, líder, Valverde, Froome y Purito- tienen que ponerse de puntillas sobre los pedales, estirar el cuello y mirar más allá de la etapa de ayer, un dulce final bañado por el mar y el sol de A Coruña asfaltado para tipos como Degenkolb, que estaba allí, efectivamente, como se esperaba que estuviese, aunque no de la manera en la que se presentó, solo. Su armadura, el Giant que está lleno de músculos, desapareció en el laberíntico final y el alemán se buscó la vida para saltar de rueda en rueda como tan bien hacía Freire en sus años buenos para acabar logrando su cuarta etapa en esta Vuelta en la que anuncian tormenta, aunque desde la playa de A Coruña hasta el horizonte solo se viese una alfombra azul.
No habrá alfombra roja para Contador hasta Santiago. O así lo anuncia Froome, que peleará por derrotar a su rival madrileño. Puede que empiece hoy, en el final en el Monte Castrove (cinco kilómetros con rampas de hasta el 12%) que se sube dos veces. Pero todos miran más allá, a Ancares, que se afronta el sábado, y a la crono de Santiago, pocos, 10 kilómetros, pero muchos si la general llega más apretada de lo que está, una posibilidad muy posible que ni Contador descarta. No se fía de ninguno de los que le siguen. De eso ha ido la Vuelta. De miradas desconfiadas, de palabras que se lleva el viento. De donde dije, digo y donde digo... “Aquí nadie dice la verdad”, protesta Purito. No es difícil saber de quién habla, pero no se refiere a Froome, “él dijo desde el principio que venía a ganar”, el inglés que otea el horizonte con mirada de campesino para anunciar que viene tormenta. - A. Laiseka