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La estela infinita de 'El Cojo'

Hubo que esperar a la octava edición del Tour para que un ciclista vasco se embarcara en la aventura francesa: en 1910 Vicente Blanco 'El Cojo' cogió su bicicleta y salió de Bilbao rumbo a París para debutar en la 'Grande Boucle'

La estela infinita de 'El Cojo'Foto: deia

En 1909, Bilbao se volcó para recibir a Vicente Blanco El Cojo, mi tío bisabuelo que acababa de ganar el Campeonato de España. La directiva de la Federación Atlética Vizcaína salió a su encuentro, organizó la comitiva con el campeón al frente y recorrió toda la ciudad lentamente recibiendo el cariño del pueblo. Triunfante, en un estado de euforia y forma tremendos, volvió a ganar destacado la Irún-Pamplona-Irún, una prueba de carácter internacional en la que alentó su sueño de participar en el Tour de Francia de 1910.

Eso que suena tan normal era entonces una locura. Imagínense: ningún ciclista vasco ni español había intentado antes correr el Tour. Ni siquiera se lo habían planteado.

Mientras, en Francia hablaban de la octava edición del Tour de Francia, una carrera de 4.734 kilómetros divididos en 15 etapas. Saldría el 3 de julio de 1910 desde París recorriendo las principales ciudades francesas y atravesando por primera vez los Pirineos de mar a mar en dos etapas: Perpiñán-Luchon (con los puertos de Port, Aspet y Ars) y la impresionante Luchon-Bayona (Peyresourde, Aspin, Tourmalet, Soulor y Aubisque). Una cuarta parte de los inscritos se retiró al saber el recorrido. Los comentarios no eran muy alentadores, pero no intimidaron a El Cojo, que tenía una capacidad de sufrimiento tal que le diferenciaba del resto del pelotón.

Vicente Blanco revisó su bicicleta, preparó la alforja con la poca comida que pudo cargar y metió en su talega la carta de presentación que su amigo Manuel Aranaz había redactado para entregar a Desgrange, organizador de la prueba. Se lanzó a la aventura de recorrer la distancia entre Bilbao y París sobre dos ruedas con la esperanza de llegar a tiempo para tomar la salida en la primera etapa de la prueba francesa, donde había dos categorías, una para los ciclistas que competían en equipos profesionales y disfrutaban de la ayuda de mecánicos y masajistas al final de las etapas, y la otra para los isolés, conocidos como los desheredados, que salían solos a la aventura y debían buscarse la vida para comer, alojarse y repararse la bici.

Los 1.000 kilómetros de carreteras polvorientas, llenas de socavones y la falta de comida no se lo pusieron fácil a El Cojo, que llegó a la capital francesa el 2 de julio de 1910, un día antes de que empezara el Tour, con la bicicleta destrozada y totalmente extenuado. Sin tiempo para descansar contactó con Joaquín Rubio, un mecánico español que trabajaba en la prestigiosa fabrica de bicicletas Alcyon, el cual le proporcionó una máquina nueva y le acompañó a la sede del diario organizador, L'Auto, para formalizar la inscripción y recoger su dorsal, el 155 de los corredores isolés. Después cenó y descansó lo que pudo para reponer las fuerzas perdidas. Al día siguiente se levantó débil, pero allí estaba, rodeado de los ciclistas más prestigiosos de Europa: Lapize, Faber, Cruppelandt... Eran un total de 110 gigantes de la ruta esperando ver bajar el banderín amarillo que daba la salida a la octava edición del Tour de Francia.

Comenzó la carrera y los ciclistas salieron disparados. La primera etapa, París-Roubaix, de 272 kilómetros, la ganó Faber. Vicente Blanco, tan castigado por el viaje desde Bilbao, no pudo con la dureza de los estrechos tramos de pavés, el polvo, la arena, el barro y las numerosas caídas en las que se vio implicado, conjunto de circunstancias adversas que le hicieron llegar fuera de control.

Su participación en el Grande Boucle no fue gloriosa, pero sin darse cuenta la gloria ya la había alcanzado al tener la valentía de coger su bicicleta y pedalada a pedalada, kilómetro a kilómetro, cubrir la distancia que separaba su Bilbao natal de París y ser el primer vasco en tomar la salida en el Tour.

Después de las 15 etapas vibrantes, 41 sobrevivientes llegaron a París. Ganó Lapize por delante de Faber y Garrigou, e hizo historia dejando la primera hazaña ciclista en los Pirineos y el grito de "¡asesinos!" que aún resuena en la cima del Aubisque más de un siglo después.

Mi tío bisabuelo nunca más volvería al Tour, pero sí a correr vueltas por etapas. El 8 enero de 1911, después de tres etapas con frío intenso, lluvia y una carretera en pésimo estado, logró el tercer puesto en la primera edición de la Volta a Catalunya y siguió disputando carreras, entregado al esfuerzo y siempre luchando por los primeros puestos, hasta 1913, año en el que se retiró con la satisfacción del sueño cumplido.

El resto de su vida la pasó dedicado a su trabajo como transportista y a su familia, su mujer Amalia y sus hijastros Juanito y Paquita. Vicente Blanco El Cojo enfermó de próstata y murió a los 73 años de edad, el 24 de Mayo de 1957.

Como escribió Miguel Artamán: "El paso de los ciclistas en pelotón por una población es cosa de un minuto, pero su estela es infinita".

En memoria de Vicente Blanco, mi tío bisabuelo? Que su estela sea infinita.