Johan Bruyneel: "Mentalmente, no puedo conseguir que Andy sea como Armstrong"
En trece años, desde que colgó la bicicleta en 1998, Johan Bruyneel se ha convertido en el director más laureado de la historia del ciclismo. Ha ganado nueve Tours, siete con Armstrong y dos con Contador, y busca el décimo en 2012 dirigiendo a Andy Schleck
Mallorca. Es lunes al mediodía en Mallorca y el saludo de Johan Bruyneel (Izegem, Bélgica, 1964) tiene forma de escudo. "No tengo nada que decir a la prensa", se protege. Hace unos minutos que el TAS ha emitido el veredicto sobre el caso Contador y el mánager belga prefiere que la tinta no guarde eternamente su pensamiento sobre el asunto. De todas maneras, la entrevista con DEIA estaba concertada antes de la sentencia y, educado, la mantiene. Solo pide que ese asunto no sea el motor de la conversación, aunque reconoce que, por su impacto, no se puede omitir. Fija la cita para media tarde y cuando se presenta en el vestíbulo del hotel Iberostar Playa de Muro camina hacia un rincón apartado y discreto. Elige un salón con sofás grandes de cuero blanco y espera con las piernas cruzadas el inicio de la charla. Prefiere empezar con calma, hablar de lo deportivo, de su nuevo proyecto.
Ha metido en el mismo maillot a los Schleck, Cancellara, Kloden o Horner y el RadioShack es ahora un equipo temible.
Desde mitad de agosto han sido meses muy complicados, pero ahora miro el resultado y pienso que a nivel de imagen y calidad de individuos es difícil soñar con dirigir un equipo mejor que este. A lo largo de mi carrera he tenido a mi cargo bloques fuertes -US Postal y Discovery Channel de Armstrong, el Astana en el que convivieron el texano y Contador...-, pero este es diferente.
¿En qué sentido?
Tiene que ver con los objetivos. Todos los equipos que he tenido hasta ahora tenían una meta muy concreta y un patrón idéntico. Giraban en torno a un corredor y una única carrera: Armstrong y, después, Contador, y el Tour de Francia. No había otra misión que la de llevar a nuestro líder de amarillo a París. Bien, ahora seguimos teniendo la calidad para mirar al Tour con ambición, pero, además, contamos con otros muchos corredores que nos pueden dar protagonismo el resto del año.
¿Hay algo en el pensamiento de Bruyneel que no sea el Tour?
Claro. Una de las grandes motivaciones de este año es que al fin tengo un ciclista para aspirar a ganar las clásicas: Cancellara. He tenido buenos resultados en otras temporadas, pero nunca he ganado una gran clásica de primavera. No tengo en mi palmarés ninguno de los cinco monumentos -Milán-San Remo, Tour de Flandes, París-Roubaix, Lieja-Bastogne-Lieja y Giro de Lombardía- y sería un alivio para mí conseguir el triunfo en uno de ellos.
Como director ha ganado más Tours que nadie, nueve, siete con Armstrong y dos con Contador, ¿que empiece a ambicionar ahora otro tipo de éxitos, las clásicas, quiere decir que ha perdido parte de la pasión por el Tour? Dicho de otra manera: ¿se ha cansado de ganar el Tour?
No, no, para nada. En el ciclismo no hay nada más grande que el Tour. Es cierto que lo he ganado muchas veces, pero en todas ellas la sensación ha sido siempre la misma: el sabor de esa victoria es insustituible. No hay nada que se le parezca.
¿Qué le motiva del Tour tras tantos éxitos? ¿La estadística, los récords, el décimo?
El décimo, sí, puede ser, pero sobre todo ganarlo con un tercer corredor.
Se refiere, claro, a Andy.
Tendría que ser él por juventud, palmarés y calidad. Pero Frank también ha sido tercero y es un corredor de referencia de quien nadie duda que también puede ganar el Tour. Y luego está Klöden. Tenemos varias opciones, aunque la lógica dice que debería ser Andy el elegido.
Salvo el de 2010, tras la sanción a Contador que le desposee de aquel triunfo, Andy no ha sido capaz de ganar el Tour. ¿Qué le ha faltado?
Madurez, porque está claro que el talento lo tiene. No se puede ser tres veces segundo en el Tour -Bruyneel sabe que tras la sentencia del TAS sobre el caso Contador el luxemburgués es el ganador del Tour de 2010, pero lo omite- y una en el Giro sin tener talento. Menos aún a su edad. Ha demostrado que tiene calidad, pero se ha encontrado con Contador.
¿Ser tres veces segundo en París es sinónimo de estancamiento?
No lo creo. Andy está evolucionando. Está madurando y en ese proceso está asimilando cómo debe llegar al Tour para ganarlo. El ciclista tiene que aprender a escuchar a su cuerpo para poder analizar lo que ocurre. Eso es lo que le estamos enseñando a hacer. Pero depende de él que lo lleve a cabo.
Andy ha reconocido que el Tour es su obsesión, ¿es eso un problema?
Obsesionarse con ganar el Tour es bueno. Lance y Alberto lo han estado siempre y esa mentalidad les impulsaba a dar el 110%, a rozar la perfección, para tratar de ganarlo. El problema de la obsesión es estarlo con ser primero y, al mismo tiempo, tener miedo a ser segundo.
¿Trabaja de alguna manera especial para pulir los defectos de Andy?
Intentamos cambiar cosas, pero no hay mucho margen. Si lo hubiera, significaría que, potencialmente, Andy podría ganar un Tour con diez minutos de diferencia.
Cuentan que está aplicando con él los métodos de trabajo de Armstrong.
Bueno, estamos cambiando algunas cosas, pero, sobre todo, intentamos cambiar su mentalidad.
¿La mentalidad?
Me refiero a la manera de afrontar la temporada o cómo hay que hacer las cosas para llegar perfecto al objetivo, en este caso el Tour. No puedo conseguir que Andy sea igual que Armstrong o Contador. Ellos eran más parecidos en su manera de pensar y en su fortaleza mental. Andy, también Frank, es muy diferente. Sería un error aplicar en ellos el método de Armstrong porque la personalidad no se puede cambiar.
¿Qué tiene Andy que no haya tenido Armstrong o no tenga Contador?
Los tres son diferentes. Lo que más me llama la atención de Andy es su talento natural. Está hecho para subir y atacar subiendo, para carreras de tres semanas, donde el fondo y la recuperación son fundamentales. Contador tiene mucho talento, pero además, su sistema de trabajo es muy organizado, muy metódico. Eso a él le va bien, pero no funcionaría con Andy. Él necesita libertad.
Contador, sancionado hasta el 5 de agosto, no corre el Tour este año. ¿Cambia eso las cosas?
Lo cambia todo. Estamos hablando de que no estará el corredor referencia, el que marca la diferencia.
¿Cómo valora la sentencia del TAS?
Nadie puede estar contento. Es una mala noticia para Alberto y para el ciclismo. También para Andy. A él le han dicho ahora que ha ganado un Tour, pero en realidad él no lo ha ganado. Es un asunto que tiene que ver con los sentimientos y que puede llegar a distraerle.
Usted que le conoce, ¿cómo puede afectar la sanción a Alberto?
Estoy convencido de que le va a hacer más fuerte. Cuando regrese a la competición, mentalmente será aún más poderoso que antes. Va a crecer como ciclista y competidor.
Seguramente, regresará en la Vuelta a España.
Entonces, desde agosto será mejor que el resto pensemos en otra cosa.
La sanción a Contador llega unos días después de que la justicia cerrara sin cargos la investigación por dopaje contra Armstrong.
El de Lance ha sido un proceso largo y duro y por eso comprendo lo que ha podido sentir Alberto durante este tiempo. Nos hemos visto en una situación parecida, aunque el resultado ha sido diferente. Con Lance no esperábamos otro final más que la absolución. Querían su cabeza, pero no han encontrado nada. Podrían seguir buscando diez años más y el resultado sería el mismo. Lance ha vivido con esta persecución desde hace una década y solo ahora puede disfrutar de su éxito deportivo. Es el precio que hay que pagar. Cuando llevas mucho tiempo en la cima siempre hay alguien que te quiere derribar.
Usted dice que es el precio del éxito: en ciclismo casi ningún gran campeón de la última década se libra de esa persecución.
Es una pena. El ciclismo es un deporte muy duro y noble, pero está organizado de una manera muy poco profesional. Hay muchos intereses divididos y ninguna intención de hacer las cosas de forma diferente a esta. Hay muchas cosas que no son normales. Por ejemplo, no conozco ningún deporte donde las reglas se adaptan a las situaciones. En el ciclismo se improvisa, no hay leyes fijas. Lo que vale para un día no vale para el siguiente y así. Eso provoca situaciones absurdas. Tal y como está organizado, este deporte es una víctima muy fácil.
¿A quién culpa?
Soy de los que piensan que en esta vida nadie es imprescindible. A veces hay que llegar a ciertos límites para ver que las cosas se pueden hacer de otra manera. La UCI debe ser un ente regulador que marque el rumbo del ciclismo, pero lo podría hacer de otra manera. No escondo mi opinión sobre la UCI: llega a ciertos extremos que sobrepasan sus funciones y no deja margen para que el resto se expanda.
Hace tiempo que se habla de la posibilidad de crear una liga privada en el ciclismo a imagen de la F-1 o el baloncesto. ¿Es viable?
Es poco real pensar en algo así porque el ciclismo es tan tradicional que no puede romper totalmente con el pasado y perder ciertas referencias. Pero es cierto que podríamos aprender de otras estructuras y adaptarlo a nuestro sistema. Aunque, de momento, no se ha dado el caso.
¿Por qué nadie lidera esa transición?
Hay demasiados intereses personales. Me frustra ver que podríamos crecer de manera más rápida y hacer que el ciclismo fuese un deporte más popular. Lo que ocurre es que cada uno, equipos, organizadores, UCI, quiere proteger su reino y eso no nos permite crecer en conjunto.
Explíquese.
Sería mejor para el ciclismo que dejásemos crecer al de al lado. Sería algo así como ir todos en la misma dirección. Un ejemplo es el Tour. Es un acontecimiento enorme comparable al Mundial de fútbol o a los Juegos, pero yo pienso que podría ser mucho más grande de lo que es. Es el ejemplo de mentalidad del ciclismo de la que hablo: el Tour es un gran reino que no admite invitados. El ciclismo es el deporte en el que cada vez que alguien quiere hacer algo no permite intromisiones.
¿Qué impide acabar con ese individualismo?
El problema está en la misma definición del ciclismo y su espíritu competitivo. Muchos de los que estamos aquí ahora como parte del negocio hemos sido ciclistas y hemos competido entre nosotros. Y, en cierto modo, seguimos siendo ciclistas que pensamos en ganar, en nosotros mismos, yo, yo, yo, y en que cuanto menos consiga el de al lado, mejor. La gente de negocios, los empresarios, piensan de otra manera. Se juntan y buscan alianzas y convenios porque saben que así crecerán más.
¿El modelo de gestión de los equipos, que dependen exclusivamente del patrocinio, está obsoleto?
Tenemos que salir de esa dependencia exclusiva del patrocinio.
¿Cómo se hace eso?
Creo que es sencillo. Hay muchos caminos. Uno de ellos pasa por los derechos de televisión que ahora solo ingresan la UCI y ASO -organizador del Tour y un buen puñado de buenas carreras más-. No pido un reparto al 50%, pero sí un pequeño gesto por parte de ambos. A veces todo el mundo parece olvidar que sin ciclistas no habría ni Tour ni Mundial.
¿Comparte usted la idea globalizadora de la UCI?
Es una buena idea, pero no puedes expandirte de esta manera, sin consultar y haciendo peligrar el calendario más tradicional.
¿Echa de menos un icono ciclista, alguien como Armstrong?
Faltan ídolos. En España el último grande fue Indurain, y a nivel mundial nadie ha tenido la proyección de Lance. Y necesitamos alguien, un Nadal o algo así, que ayude a que el ciclismo levante la cabeza.