bilbao. Hace poco más de una semana, Alberto Contador destroza el pelotón de la Vuelta al Algarve en la cuesta de Malhao, ni dura ni larga pero cuesta, acaba la etapa tercero en un sprint de cinco y se coloca segundo en la general. Solo han pasado tres días desde que la Federación Española le absolviese por su positivo por 50 picogramos de clembuterol durante su tercer Tour de Francia y los rivales, los aficionados, los medios de comunicación, los expertos, hablan de nuevo del fenómeno, del talento irrefutable e incalculable del madrileño. El chico es un prodigio, dicen. Nadie en el mundo tiene esa capacidad para sobreponerse a seis meses de asedio ininterrumpido, de tensión, estrés, preocupación, dicen. Dos etapas más tarde Contador acaba cuarto en la general de su primera carrera en 205 días, desde el Tour, sin competir, pero sucumbe en la contrarreloj, 17 kilómetros, donde solo es 15º.

Hay quien conecta entonces ese pobre resultado, pobre para él, a la carga psicológica que ha supuesto un invierno tan desapacible. Y hay quien, más allá del detalle, aventura que el sinvivir tendrá un coste elevado para el organismo del madrileño durante la temporada, que no será el mismo, el de siempre, el mejor.

Los expertos, como Carlos Ramírez, excampeón de España de pista y psicólogo deportivo que sabe de la importancia del control de la ansiedad y el manejo del estrés en el deporte de élite, rebobina, disecciona la llegada en alto de Malhao y habla de Contador y la rabia. "Puede ser que aquel día le impulsase la rabia, que es una emoción que exprime el organismo al máximo. La rabia genera un cóctel que promueve la tensión en todo el cuerpo. Esa agitación puede salvar a un deportista de una situación concreta", explica Ramírez, que no obstante, matiza que ese sentimiento generalizado y sostenido no es un buen vehículo para perpetuar el rendimiento en deportes de resistencia y recuerda otros episodios en los que Contador se impulsó visceral. Recuerda, por ejemplo, uno de los trofeos de la Challenge de Mallorca de 2008, cuando el Tour decidió no invitar a su equipo, el Astana, y el chico, 24 años entonces, explotó de ira, atacó sin descanso, fue prácticamente todo el día escapado y al final su cuerpo, que no estaba preparado para semejante esfuerzo, sucumbió. La rabia hizo de Alberto un vendaval en la París-Niza de 2009. Atacaba en cada repecho. Le compararon con Merckx por su vena competitiva, por su ansia. Tenía un hambre voraz. Tras varias exhibiciones, una pájara tremenda, y un providencial Luis León Sánchez, le tumbó aquel año. "El exceso de tensión que generan los estados de rabia puede predisponer también a lesiones de tipo muscular", traza Ramírez, que advierte de que se penetra en el campo de la suposición al intentar prever las consecuencias que un invierno tan estresante puede tener en el organismo de Contador.

"Desde el punto de vista fisiológico, invertir mucha energía en darle vueltas a un tema, pensar mucho -una acción cognitiva-, tiene un coste importante para el cuerpo", dice; "porque para protegerse de una amenaza -real o imaginaria- se producen cambios bioquímicos en el organismo". Una de las variaciones más estudiadas por los científicos en los deportistas es la de la segregación de la hormona cortisol, que aparece junto a estados de ánimo como el miedo, el dolor o la rabia.

"Estoy triste, desilusionado y decepcionado", dijo Contador el 28 de enero, cuando supo que la Federación Española le proponía un año de sanción por el positivo que también conllevaba la pérdida de su tercer Tour, y para Carlos Ramírez esa frase es el espejo de la actividad interna del ciclista. "Vivir en primera persona tanto estrés, tanto disgusto, la impotencia... Eso no es gratuito para el organismo. El cortisol, por ejemplo, tiene el poder de suprimir el sistema inmune, lo que quiere decir que Contador puede ser más proclive a lesiones o a enfermedades".

"alberto es distinto" En el círculo cerrado de amistades del chico de Pinto atienden las reflexiones de los expertos, escuchan hablar de la "fatiga psicológica aguda" -El País, 21-02-2011, tras la crono de la Vuelta al Algarve-, de las teorías sobre el peaje que se debe cobrar una batalla tan exigente por recuperar el equilibrio, su vida, su dorsal, de los axiomas ciclistas -"las carreras, el Tour, se ganan en invierno"- y dicen que sí, que todo eso estaría muy bien si Contador no fuese Contador.

"Alberto es distinto a todos", esgrimen; "porque él nunca ha tenido un invierno tranquilo".

Ni inviernos ni años plácidos. En mayo de 2004 se desvaneció durante una etapa de la Vuelta a Asturias, se dio un batacazo tremendo y cuando los médicos buscaban las razones del desmayo repentino le encontraron un cavernoma cerebral que puso en peligro su propia existencia. Se repuso y en enero de 2005 volvió a ganar -una etapa del Tour Down Under-. En 2006, sufrió la desaparición del Liberty Seguros y la ansiedad de no saber si encontraría equipo. Le fichó Johan Bruyneel para el Discovery Channel y en 2007 ganó la París-Niza y el Tour. Ese mismo invierno desapareció el equipo americano y su estructura la absorbió Astana, cuyo héroe nacional, Alexandre Vinokourov -también Kashechkin-, había dado positivo, una autotransfusión, durante la ronda gala. El Tour, por primera vez en la historia, vetó a su último ganador -en realidad, lo que censuraba era la presencia del equipo, Astana, no la del madrileño-. En 2008, Contador, colérico, ganó el Giro y la Vuelta. En la ronda estatal, mientras luchaba por el jersey oro contra Leipheimer, su propio compañero, "una situación conflictiva", Lance Armstrong anunció su regreso junto a Bruyneel, en el Astana, el equipo de Contador. Fue un invierno, un año y un Tour, 2009, extenuante en la dimensión psicológica. "Y al invierno siguiente, con Armstrong y Bruyneel en otro proyecto, y el regreso de Vinokourov al Astana, Alberto se pensó mucho si seguir en esa estructura. Fue otra época atípica, nada relajada, porque estuvo hasta el último momento de la firma, el mismo enero de 2010, estudiando la posibilidad de irse". Ese año, el pasado, también ganó el Tour. Luego llegó el positivo por los 50 picogramos de clembuterol. Y un invierno que ha sido un suplicio. Otro. "Casi ha sido un invierno más", resume su entorno, que no niega que estos últimos seis meses han sido los más duros del ciclista -"aunque no más, claro, que cuando se jugaba la vida contra el cavernoma"- porque estaba en tela de juicio toda su carrera deportiva, sus resultados, sus logros, su honor... "Todo".

Lo de Algarve, lo previsto "Se ha dejado todas sus fuerzas en la defensa y ha estado seis meses sancionado, lo que ha supuesto un sufrimiento tremendo". Contador, cuentan, lo ha afrontado con frialdad y se ha agarrado a la rutina como salvación única. "Ha luchado lo indecible por mantenerla intacta". Por pasar el invierno en Pinto, rodeado de su novia, familia y amigos; por salir a entrenar a diario.

"Todo eso lo ha llevado a rajatabla. Lo cual no quiere decir que no haya atravesado por baches profundos durante los que ha sufrido. Le ha resultado tremendamente difícil andar en bicicleta, incluso dormir, incluso relajarse", explican sus amigos, quienes descartan que Alberto padezca, tras los resultados de Algarve, una especie de fatiga mental. Es más, alegan, tras verle correr en Portugal, todo lo contrario. Que el chico no está afectado porque sus experiencias vitales, siempre filosas, le han hecho más duro que un roble. Que ha desarrollado una capacidad suprema para motivarse en las adversidades -los ejemplos son multitud-. Que durante el invierno ha vivido dos vidas: una, la de la calle, agitada como una revolución; la otra, íntima, rutinaria, normal, irreal, pero necesaria. Que lo que se ha visto en la Vuelta al Algarve, ni hablar de fracaso, se ajusta perfectamente al trabajo que ha realizado en invierno, donde pese a la tormenta ha mantenido sus rutinas básicas sin desviarse un ápice de una preparación programada, pensada para cambiar su forma de competir, planificada para hacer dos grandes -Giro y Tour-, con lo que se antojaba necesario eliminar su pico de primavera, sus exhibiciones en la París-Niza. Esa es, dicen, la única explicación válida para su bajo rendimiento, comparado con otros años, el pasado sin ir más lejos, en el Algarve.

Y es por eso, el objetivo de las dos grandes, por lo que renuncia a la París-Niza, en la que ha sido protagonista desde 2007 -la ha ganado dos veces, ese mismo año y en 2010- y corre desde este viernes la Vuelta a Murcia. Llegará directamente desde Mallorca, donde se concentra desde el pasado martes con su equipo, una manera de rescatar la rutina ciclista y evadirse.

"Es una buena fórmula para recuperarse de lo sufrido", alega Ramírez. "Se trataría de nutrir el sistema límbico -las estructuras cerebrales que gestionan respuestas fisiológicas ante estímulos emocionales- con la presencia de sus personas de confianza en un trabajo de validación, de escucha, de compañía, de seguridad, de reconocimiento de sus necesidades y de aportarle espacios en los que él se sienta una persona en paz".

"Es cierto", convienen las amistades del ciclista, "que ahora en Mallorca ha encontrado la calma". Sobre la bicicleta, el diván de Contador, donde se purga el chico de sus extremos inviernos.