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Riccò, al filo de la muerte tras una autotransfusión

El italiano ingresó grave el domingo y confesó al médico haberse inyectado su propia sangre, que había conservado durante 25 días en la nevera de casa

Riccò, al filo de la muerte tras una autotransfusiónEFE

bilbao. "Las personas no cambian", cuentan que les advirtieron a los miembros de la UCI cuando estos otorgaron al Vacansoleil una de las 18 butacas preferentes del Pro Tour, la primera división del ciclismo, en un acto de fe en Riccardo Riccò, la estrella del equipo holandés, joven, 27 años, y pasado turbio. Riccò es La Cobra que corría como el diablo en el Tour de 2008 hasta que se descubrió que su veneno era CERA, la EPO de tercera generación que circulaba sin peaje por la autopista de sus venas. Riccò, como la mayoría de los italianos atrapados en la mentira del dopaje, confesó su delito, colaboró con la justicia deportiva y obtuvo a cambio una rebaja de seis meses en su condena. Por buen muchacho. Volvió a correr a finales de 2010. Había frotado su deteriorada imagen con el estropajo religioso. Pasó de bandido a oveja descarriada que vuelve al redil; de chico díscolo a arrepentido; de lobo a cordero. La religión, el estilo y el ciclismo van de la mano en Italia, donde se celebró como un renacimiento su purificación, como antes la de Ivan Basso, y su esperado regreso al Giro. "Veremos si es verdad que ahora es un buen chico", prefirieron esperar desde la carrera rosa. Ya tienen una respuesta.

Riccò no ha cambiado. Nada nuevo para muchos y un papelón para la UCI y, sobre todo, para su equipo. Riccò no es un buen chico cristiano pero puede dar gracias por seguir vivo y, según el último parte médico fuera de peligro y estable, después de acudir en la madrugada del domingo al hospital de Pavullo, en Italia, donde habría llegado junto a su novia, Vania Rossi y su padre, Rubino Riccò. Ambos fueron testigos, según el médico que atendió de urgencia al ciclista y la prensa italiana, de que este habría confesado haberse practicado él mismo una autotransfusión con sangre que había conservado durante 25 días en el frigorífico de su casa. El pavor a que la sangre pudiese estar deteriorada y saberse, por tanto, al filo de la muerte, habría podido alimentar la sinceridad del corredor.

Dada la gravedad de su estado, Riccò fue trasladado el domingo por la tarde a un hospital de Modena, más preparado. Tenía fiebre alta, 41º, padecía insuficiencia renal -"ya tuvo una cuando tenía 14 años, pero no tan grave", dijo su padre-, una embolia pulmonar y fuertes dolores lumbares.

Una autotransfusión, según los expertos, podría tener esos efectos devastadores sobre el organismo dependiendo del estado de conservación de la sangre. Otras fuentes consultadas hablan de que la embolia pulmonar, la insuficiencia renal y la fiebre alta podrían ser consecuencia del consumo de CERA, una sustancia tan poderosa que tiene un pico de efecto altísimo en ciertos momentos incontrolable. "Una transfusión tiene un efecto más moderado en el organismo. Puede elevar sobre 3-4 puntos los valores, pero no provocar un descontrol tan brutal en el organismo", explican.

Las transfusiones Riccò fue el primer deportista que dio positivo por CERA, en el Tour de 2008. Fue de casualidad y porque, expuesto a un gran esfuerzo, su riñón cambió su capacidad de secreción excretando moléculas más grandes, como la de la CERA, indetectable en la orina en otras condiciones. El cerco sobre la EPO en cualquiera de sus versiones resurgió en los últimos años, según fuentes de la lucha antidopaje, las transfusiones de sangre como método de dopaje que desbancó la EPO en los años 90. Su vigencia en el deporte es tal que el pasado mes de diciembre la AMA se apresuró a validar un método para detectar las transfusiones a través de los restos de metabolitos DEHP -un plastificante que se añaden al PVC para dar flexibilidad y resistencia a plásticos hospitalarios- concentrados en la sangre.