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De paseo con El Cojo

Gonzalo Melero Blanco, sobrino del ciclista, emprende mañana el viaje hacia París un siglo después

De paseo con El CojoFoto: deia

Bilbao

Irrumpe en el Café Iruñea, inaugurado el 7 de julio de 1903, sólo siete días después de que amaneciese el Tour de Francia en París, y es como si por la puerta se hubiera escurrido el aliento de un vendaval. Gonzalo Melero Blanco (Bilbao, 1968), sobrino biznieto de Vicente Blanco El Cojo, el bilbaino que en 1910 partió en su bicicleta hacia París para correr el Tour, personifica la premura: camina apresurado; y así saluda, como sonríe, apresurado; los ojos orbitan en sus cuencas apresurados; conversa apresurado; y agita las manos, que rebuscan en una carpeta negra de panza gorda, que hurgan en una caja de cartón llena de ropa de ciclista o giran en el aire de manera, claro, apresurada. El chico es la urgencia en sí misma. Así camina el mundo en el siglo XXI. Frenético. Alocado. Sin cadena.

Gonzalo respira apremiado, aunque parezca contradictorio, desde que la estación de esquí catalana en la que trabaja cerró la persiana del invierno hace pocos días, aparcó su trabajo -dirige una escuela de snowboard- y regresó, a mitad de semana, a Bilbao, a Las Arenas, donde vive su madre, para ultimar los detalles de la aventura que le llevará desde Bilbao a París en bicicleta para homenajear a El Cojo cuando se cumple un siglo de aquella gesta inédita. Un reto romántico, "más que físico o aventurero", dice, en el que le acompañarán Óscar Esteban, Dani Suñé y un redactor de DEIA.

Habla en cascada Gonzalo, enfrascado en su carrera contra el tiempo, y apenas prueba el mosto que bosteza en la barra. Habla de que el lunes está encima y la salida es inminente (9.00 horas desde el Ayuntamiento de Bilbao); de que queda por hacer la pancarta que oficialice algo la cosa y de que necesita una foto de su tío bisabuelo que tenga algo de calidad; "¿dónde la encuentro?", pregunta, "voy a la biblioteca de la Diputación", se responde; o de que el resto de los compañeros llegan el domingo -hoy-, lo que le recuerda algo urgente que le impulsa a llamar a Óscar; o de la lluvia, que no deja de caer; o de que lleva poco más de 1.000 kilómetros esta temporada, y de que le hubiese gustado hacer alguno más antes, pero que, claro, los días duran lo que duran, y ante esa certeza tan rotunda nada se puede hacer. Y sólo entonces, en esa última estación de su frenética carrera verbal, echa el freno, toma aire y exhala un suspiro que da paso a una reflexión más sosegada.

"El tiempo", susurra entonces; "para realizar este mismo viaje hace un siglo, Vicente tuvo que sortear mil y un inconvenientes que ahora es imposible reproducir. La bicicleta, la comida, el dinero, el estado lamentable de la carretera, el alojamiento... Nosotros no hemos tenido ningún problema para prepararla, ni económico ni de infraestructura ni de material... Nada. Sólo eso, el tiempo para preparar las cosas. El tiempo, tenerlo, sacarlo de donde sea para emplearlo en nosotros mismos, es el gran reto de nuestro tiempo", reflexiona, ahora sí, más pausado, Melero, quien muestra un desdén natural por el hecho de que su tío bisabuelo no fuese el primer ciclista estatal en correr el Tour -fue un aragonés, José María Javierre, Joseph Habierre en su nombre afrancesado, quien partió en la edición de 1909- o el primer vasco -los ciclistas de Iparralde Louis Lekuona, 1904, Raymond Etcheberry o Françoise Lafourcade lo hicieron antes-. "Es que no es ese el asunto, puede ser, si quieres, el primero de Bilbao en correrlo. No importa. No quiero reivindicar nada de eso, sólo el espíritu de aquella aventura. O incluso, más allá, el espíritu de Vicente Blanco", traza Melero.

El sobrino biznieto de El Cojo nació en Bilbao, pero vive desde los 18 años en la Cerdanya. Le llevó hasta allí el hielo, porque era jugador de hockey, del equipo de Artxanda que se extinguió y le dejó en la delicada situación de tener que buscar salida a su pasión. La encontró en el Cerdanyola, donde siguió jugando, hizo dos años en el Barcelona, y regresó al equipo del Pirineo, donde echó raíces, aprendió a hacer snow y se convirtió en monitor. Durante todo ese tiempo no dejó de escuchar a aitite Jesús, el hijo del hermano de Vicente Blanco, decir aquello de que "mi tío era un gran campeón ciclista". "Al final, de tanto oírlo, me puse a curiosear para descubrir que, efectivamente, mi tío bisabuelo había sido un gran campeón que había corrido, incluso, el Tour en 1910", cuenta Melero. Pero no fue hasta hace dos años cuando le empezó a rondar la idea de un homenaje a la altura de aquel ciclista obstinado y singular.

"Al final, este viaje es eso, un homenaje. No podemos recrear aquellas condiciones de principios del siglo XX. Es imposible. También nos queda la pena de no saber el trayecto exacto que realizó para llegar hasta París y salir en el Tour. Así que hemos decidido hacer nuestra propia travesía". 1.022 kilómetros, desde Bilbao hasta la sede de L"Equipe, en cinco etapas. "Bueno", matiza Melero, "esa es la propuesta inicial, aunque puede variar en función de cómo nos veamos y alargarlo hasta los siete días. Tenemos la ventaja de contar con un motorhome en el que podemos dormir donde mejor nos venga. Eso no lo tuvo Vicente. Tampoco la comida que llevamos, la lista de gasolineras y tiendas de bici, los recambios, la ropa -Inverse-, los GPS, las bicicletas de carbono, las carreteras bien asfaltadas...".

"Así cualquiera, ¿no?", le pinchan. "Bueno, claro, no es lo mismo. Pero será duro. Pena de no haber tenido más tiempo para entrenar. Así que nos lo tomaremos con calma. Será un paseo", dice y se dispone a marcharse, sin probar el mosto, apremiado.