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Un jersey rosa para Coppi

Italia evoca en Novi Ligure, donde gana Pineau, a "Il campeonissimo", fallecido hace medio siglo

Un jersey rosa para CoppiFoto: afp

Bilbao. Novi Ligure, quinta estación del Giro -ganó Jerome Pineau a Fouchard y Arashiro, el trío que huyó por los pelos del pelotón en el que viajaba el líder Vincenzo Nibali con el resto de favoritos-, es un precipicio a la nostalgia. Es irremediable, porque los ciclistas pasean por las calles de Castellania, cuna de Fausto Coppi, y porque desfilan luego frente a la fachada del Museo dei Campionissimi, donde comparten estancia el propio Coppi, claro, y Costante Girardengo, nato in Novi Ligure y campeón antes que Il campionissimo, dos Giros, seis Milán-San Remo o nueve campeonatos de Italia, por contar, entre 1913 y 1929. La quinta etapa fue el día inolvidable de Pineau, el segundo de Nibali, líder inopinado, joven e italiano, que levita, que pedalea sin tocar el suelo, pero glorificó a Fausto Coppi. No es excepcional. Italia lleva siete décadas, desde que ganó su primer Giro con 20 años, adorándole.

Corrió con él Bernardo Ruiz, que conserva estupendamente bien en Orihuela un carro de años, 85, aunque no tantos como kilómetros acumuló en las piernas ni como recuerdos compila en la memoria; como la etapa del Giro del 55, la primera que ganaba un ciclista estatal; como la figura patriarcal de los grandes campeones, Fontana, Binda, Guerra, Gimondi, Merckx, Anquetil, Hinault o Indurain, que a todos ha visto, y que a ninguno sitúa a la altura de gran Coppi "porque Fausto era diferente". "Marcó una pauta. Era Dios".

Jacques Goddet, culto e iluminado, director del Tour durante 50 años (1936-1986), que se deleitó con el vuelo angelical de Coppi en la montaña aunque aquella superioridad insolente le obligara a redoblar los premios de los puestos secundarios para mantener enganchados a la carrera a los demás ciclistas, resumió la historia del ciclismo en una frase una tarde de invierno de 1989 en París: "Merckx el más notable, Coppi el más grande". Se lo dijo a Angelo Zomegnan, el director actual del Giro que entonces era periodista de La Gazzetta dello Sport, que no vio correr a Coppi, lo que no le hace falta ni a él ni a ningún italiano para comprender y asumir como suya la certeza de que Il Campeonissimo fue el más grande de todos los tiempos. Zomegnan, que comprende como pocos lo que eso significa de denigrante para la aritmética, que sublima el palmarés monstruoso de Merckx, ubica el altar de Coppi más allá del plano deportivo, en una esfera social que linda con lo pasional. Fausto fue un fenómeno en todos los sentidos. "Él era un hombre controvertido que corrió en bicicleta", dice Zomegnan; "era un progresista declarado que irritaba a los conservadores, partidarios de Bartali, su gran rival. Su condición humana, su visión del amor, su relación con la Dama Bianca fuera del matrimonio... Todo eso era Coppi". Con la Dama Bianca tuvo un hijo que nació en Buenos Aires porque en Italia esa relación estaba vetada, por adúltera, por el Papa Pío XII. El crio se llamó Fausto Coppi y tenía cinco años cuando su padre, víctima de la malaria, murió en 1960. 54 años ahora, Fausto vive en Villa Coppi, en Novi Ligure, a cuatro kilómetros de la meta por la que asomó ayer esa nariz aguileña que le hace hijo de su padre, compartió podio con Pineau y Nibali y se llevó de este último un jersey rosa con el que abrigar la lápida del mito y recordarle que hace 70 años, cuando apenas tenía 20, ganó el primero de sus cinco Giros y encandiló a Italia, que así sigue, loca, enamorada, hasta las trancas.