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"No súper, súper"

Contador dinamita la subida a Mende y vuelve a vestirse de amarillo en Francia

"No súper, súper"EFE

bilbao. Correr por la tierra bacheada del Macizo Central el próximo 16 de julio en el Tour en busca de Mende, la cima Jalabert, será infernal. Arderá el aire que secará la garganta, faltará agua, volarán los botellines vacíos a estrellarse en los zarzales, se hundiránlos neumáticos en los charcos de galipote, y alguien, quizás no los más jóvenes, quizás no Contador o Andy Schleck, se acordará de Indurain vestido de amarillo, la frente goteando bajo la canícula, defendiendo su quinto Tour ante el despliegue táctico de la Once que no culminó su asedio al navarro pero encumbró a Jalabert, primer ciclista en aterrizar en el aeródromo de Mende.

En Mende desembocaba de nuevo ayer la etapa reina de la París-Niza, como en 2007, como en otras dos ocasiones en el Tour, con Juan Antonio Flecha y Marcos Serrano alzando al cielo sus manos sudorosas. Sudor que no brotaba ayer, que se atascaba en la boca de los poros o se cobijaba entre las fibras prodigiosas de las prendas de abrigo de ciclistas ateridos, encogidos. Cortaba el frío como el filo de una catana. En la cota de Chabrits tartamudeaba el termómetro: cuatro grados bajo cero. "En algunos momentos ha sido insoportable", decía Samuel Sánchez, el líder entonado de Euskaltel-Euskadi, en la atalaya de Mende, donde echaron en falta los ciclistas el calor del Tour, las cunetas atestadas donde ayer se posaba la nieve silenciosa, testigo exclusivo del vuelo de Contador, de sus golpecitos en el pecho y de su disparo de fogueo al infinito.

Contador, el de los ojos siempre ocultos tras las lentes de sus gafas amarillas, el del casco pigmentado con los colores del Giro, el Tour y la Vuelta que recuerdan que no es un ciclista cualquiera, que ese cuerpín de anguila está cargado de electricidad, dinamitaba la subida a 2 kilómetros de la cima para vestirse de nuevo de amarillo en Francia. "He tenido que arrancar de lejos y he preferido regular al máximo. La ventaja no ha sido mucha, pero lo importante era la victoria", decía en el paraje solitario de Mende, hasta el que escaló en soledad, como suelen hacerlo los campeones, impulsado por ese espíritu incontenible, mixtura de celo competitivo y virtuosismo que le confiere ese aire de ciclista total que le equipara a los clásicos. Aquellos monstruos que no milimetraban los esfuerzos temerosos del Tour, que vivían al día, hoy, ahora, necesitados de la dosis rutinaria de autoestima para subsistir, para realizarse como seres incomparables que se juegan el prestigio en cada metro, en cada gesto.

Gesto de prudencia ayer el de Contador, porque no olvida el cataclismo del pasado año ante su amigo Luis León. Y porque no gobierna la París-Niza con una renta sideral después de que Valverde y Samuel, notables, llegaran a diez segundos a Mende y mantenga ahora a los cuatro que le persiguen en la general a menos de medio minuto. "Queda terreno", advierten todos, incluido el de Pinto, bien ayer "pero no súper, súper".