Fabuloso y agónico De la Parte
El alavés cubre en solitario los últimos 40 kilómetros y consigue un enorme triunfo en la Aiztondo Klasika
asteasu. "¡Por la abuela! ¡Por la abuela!". Pasan los minutos desde su fabulosa y agónica victoria en la Aiztondo Klasika, con Eduard Prades y Raúl Alarcón pisándole los talones, pero Víctor de la Parte permanece encendido. Es fuego. Sigue enrojecido su rostro, acelerada la respiración, desbocado el corazón que aún le palpita en la boca. Galopa la voz del alavés. "¡Por la abuela!", grita una vez más cuando acierta a sentarse en el maletero del coche del Caja Rural después de saltar de brazo en brazo como una pelota. Parece calmarse entonces. Resopla, los brazos se le desploman sobre las piernas, vuelve la vista al cielo azul que cubre Asteasu... y se recarga. Suelta el puño al aire y vuelve a rescatar la figura de su abuela fallecida esta misma semana. "Estoy seguro de que me ha ayudado desde el cielo", dice luego, más sosegado, el ciclista alavés que dio al Caja Rural su segundo triunfo en la Copa de España después de que Igor Romero venciera la pasada semana en el Trofeo Guerrita.
Al cielo, a sus puertas, llamó De la Parte, que hasta el año pasado en Durana no conocía la victoria en aficionados, cuando la Aiztondo Klasika rondaba el centenar de kilómetros y el parte de guerra era tremendo aun sin haber penetrado en terreno hostil, en la desalmada montaña. Fue por la anarquía reinante, que alimentó la ambición de los más modestos en el circuito que mezclaba tramos angostos con subidas a los cortos pero punzantes repechos de Aduna y Altzo. La tunda, continua, dejó un pelotón raquítico de ciclistas extenuados.
La clásica guipuzcoana quedó en manos de la ventura. A Víctor de la Parte, que llevaba mascullando toda la semana que era capaz de ganar en Asteasu, las piernas le negaban lo que su mente trataba de transmitirles. "Me dolían, pero sabía que tenía que probar". No se quedó en intención su pálpito. Probó. En solitario. A cerca de cuarenta kilómetros de la meta de Asteasu. Comprobó así que sus piernas le habían engañado. Volaba el alavés camino de Alkiza, el último escollo. Por detrás, el pelotón corría desparramado, descuartizado cuesta arriba, por una lengua de asfalto escoltada de árboles huesudos ante los que desfilaban poderosos Raúl Alarcón y Eduard Prades, que coronaron a un puñado de segundos de De la Parte y se arrojaron a por él. Afloró entonces la destreza del ciclista del Azysa, que se desprendió de Alarcón en el descenso y asedió al alavés en un final agónico. No claudicó el del Caja Rural, vacío en el último kilómetro. "Pero entonces, me empujó mi abuela", dijo tras apagar el fuego interno que prendió su enorme victoria.