Fue una suerte de prodigio ¡abracadabra!, una especie de invocación a uno de los grandes tiempos del arte que nos rodea. La presentación de los nuevos fondos atesorados por el Museo de Bellas Artes de Bilbao que dirige Miguel Zugaza (a modo de herencia o préstamo, acoge las donaciones efectuadas por parte de los herederos de los artistas que les contaré un poco más adelante, y de otras colecciones privadas, que se suman, así, al caudal de donaciones y legados que históricamente han enriquecido las colecciones del museo...) tuvo el brillo de la grandeza cercana. Los cuatro jinetes del Apocalípsis, los cuatro comisarios de la muesta, es decir, Guillermo Zuaznabar, quien habló del tránsito del pueblo y el campo a la ciudad y la fábrica; Miriam Alzuri, Javier Novo y Mikel Lertxundi, galoparon primero por el atrio y luego por las tierras donde se expone (salas 11-14, para más señas...), dicho sea como homenaje al cuadro Carrera de caballos, c. 1885-1886 del fondo Familia Guiard que ejerce de portada de la exposición.. Una tade en el hipódromo, si es que se puede decir así.

Vieron la luz los fondos artísticos del pintor Eduardo Zamacois que conserva el museo –9 pinturas y 4 dibujos–, a los que se suman ahora importantes materiales documentales procedentes de sus descendientes. De manera similar, se amplía la ya excelente representación de Adolfo Guiard –11 pinturas y 17 dibujos– con el ingreso de documentos, cartas, 50 fotografías y 46 bocetos de sus obras, las albúminas de su padre, Alphonse Guiard –pionero de la fotografía en el País Vasco–, así como correspondencia con su hermano, el historiador y escritor Teófilo Guiard.

Junto a ello, se incorporan el fondo fotográfico completo de Felipe Manterola y el de la empresa Patricio Echeverría. El primero recoge la visión genuina del medio rural vasco a través de las fotografías tomadas por Manterola en las tres primeras décadas del siglo pasado en el valle de Arratia. El de Echeverría, la pujanza de la industria del país a lo largo del siglo XX. Por su parte, la donación de The Saul Steinberg Foundation permite representar en la colección a uno de los mejores ilustradores del siglo XX. Finalmente, el fondo artístico y documental relacionado con María Franciska Dapena redescubre su figura y su compromiso político y social. Es digno de curiosearlo todo.

La exposición tiene como guardaespaldas dos espacios singulares: el centro de referencia para la obra de Antonio de Guezala y la muestra de las fábulas de Félix María de Samaniego (1745-1801) que se recogen en la publicación en euskera del libro Alegiak y los cien dibujos de Daniel Tamayo, ayer presentes en la puesta de largo. Junto a él estuvieron la diputada foral de Cultura, Leizuri Arrizabalaga; el director general de la Fundación BBK, Gorka Martínez; el subdelegado del Gobierno, Carlos García; el cantautor Gonzal Mendibil, quien ultima la música para unos versos de Blas de Otero que se presentará en la Biblioteca de Bidebarrieta a mediados de marzo; Leire Jauregibeitia, Susana Astigarraga, Marta G. Maruri, Gorka Salomón, Mikel Manterola, Seve Calleja, Gaizka Uriarte, Loli Álvarez, los coleccionistas Alberto Ipiña e Iñaki Elexpe, Begoña Bidaurrazaga; la cónsul belga, Sylvie Lagneaux, Javier Cano, Joseba Gortazar Arza, Edurne Manterola, Dorleta Gortazar, Jon Materola, Jon Maya, coreógrafo de Kukai Dantza; Eduardo García, Fefa Conde, Nieves Tejedor, Merche Mena, Pepa Mugarza, Esther Tejedor, Arantza de Zugabi, Alicia Villoria, la pintora Julia Morquecho; los artistas Edu López y Ana San Román, y un buen número de gente cercana a este universo alrededor de los creadores. No en vano, los archivos y fondos documentales de los artistas son fundamentales para comprender tanto su contexto creativo como el interés y las motivaciones de quienes los reunieron.