Grandes solistas en recital: piezas de Wolfang Amadeus Mozart, Ludwig van Beethoven, César Franck y Karol Maciej Szymanowski interpretadas por la virtuosa surcoreana del violín llamada Bomsori y el maestro alemán del piano Thomas Hoppe. Ese era el recital anunciado para ayer tarde en el auditorio del Palacio Euskalduna dentro de la programación de conciertos de cámara de la Bilbao Orkestra Sinfonikoa (BOS).

El prejuicio, mal consejero siempre, susurra al oído de cualquiera que la audiencia estará integrada por gente de cierta edad, seria, de la que toma distancia tras la corbata o la estola. El prejuicio describe gafas bifocales en la punta de la nariz y zapatos de tafilete, relojes automáticos y pulseras de una joyería de las de toda la vida.

Yerra el prejuicio. Alrededor de la mitad del aforo, que cubrió muchas de las butacas del auditorio, lo formaban personas entre jóvenes y muy jóvenes. Unas con rastas, algunos con bermudas de ir a echar el partido de baloncesto al parque y bastantes con camisetas y sudaderas de las de capucha.

Encantadora gente joven. Como Mikel Pinilla, Markel Astrain y Eneko Urraka, de Donostia y Legazpi, estudiantes de Físicas en Bilbao, que acudieron al concierto “de calentón”, pero dos de ellos ya habían asistido antes a recitales de música clásica y les apetecía repetir. O como la futura lutera portuguesa, “de cerca de Aveiro”, Francisca Resenda, que estudia en Bilbao “porque en Portugal no se imparte la lutería”. No fue la única con vocación de construir o reparar instrumentos musicales que se acercó al auditorio bilbaíno. La madrileña Mercedes Dubié, con su chelo en la funda, y la francesa Ilona Garatea, que toca el violín, se forman en lutería en Sarriko. Mercedes e Ilona no estaban en el Euskalduna para admirar a Hoppe, ni siquiera para aprender de la violinista surcoreana. “Nos han dicho en clase que Bomsori toca un Guarnieri di Gesú y que es importante que aprendamos a reconocer el sonido de ese tipo de instrumentos”, explicó Mercedes. Resulta que Bartolmeo Giussepe Guarnieri, (Cremona, 1698-1744), miembro de una saga de lutiers, mantuvo siempre el secreto de su modo de confeccionar los violines. El gran Paganini tocó uno toda su vida, de aquellos construidos con abeto rojo para los laterales y el mástil, plátano blando para el puente, ébano para el diapasón y el cordal, la tapa superior de picea y la inferior de arce.

Sin embargo, los papeles indican que el violín de Bomsori es un Guadagnini. Giambattista Guadagnini (1711- 1786) fue un lutier veneciano cuyos instrumentos son conocidos como Stradivarius de los pobres por su enorme calidad. Todo un misterio que se suma al de lograr que la madera, la cuerda y el aire suenen a lo que soñaba Mozart.

La barakaldarra Begoña Marañón, estudiante de sexto de piano, asistió, en cambio, por escuchar a Hoppe, con Ugaitz Peña. Y el joven melómano colombiano Esteban Arrubla, convenció a su hermano mayor, David, para acompañarle. También estaban el valenciano Paco Mayor, la madrileña Inés López y el gaditano Juan del Real, estudiantes de violín y chelo en Musikene

Incluso la audiencia madura rompía lo preconcebido. Elegantes pero apostando por la comodidad. Juveniles. Muy casual. Como el doctor en Ciencias Políticas y ex secretario general del sindicato ELA, Jose Elorrieta. O las maravillosas abonadas de la BOS, Elena García, Lucía Ureta y Maite Marzana. No faltaron Julen Igarza, Josu Begoña, Conchita Pombo, Cristina Gómez, Yolanda Makua, Arsenio Martínez, o Ángel Torca. Caso especial es el de la familia de Elche formada por Ángela Vicente y José Antonio y Berta Pascual, de visita en Bilbao para un par de semanas y a quienes les regalaron las entradas.

Es como si la música de cámara fuera el pop de la clásica