Esta es una historia que duele por lo inexplicable. Se lo iré desentrañando todo poco a poco. También es una historia íntima, un relato que se cuenta casi entre susurros. Las voces infantiles de la Sociedad Coral de Bilbao, dirigidas por José Luis Ormazabal, sonaban antes de que la gente asistente fuese llegando, como si un coro les llamase. Muchos de ellos y ellas eran conscientes de que iban a sentarse casi alrededor de una hoguera. Porque la historia quema. Para el puñado de representaciones de Non dira haurrak? / ¿Dónde están los niños?, pieza escrita y dirigida por Jokin Oregi y que ayer se estrenó en euskera, la Sala BBK presentó una singular configuración que limita el aforo a solo 110 personas por función. La zona que habitualmente ocupa el patio de butacas (con los asientos retirados) era el principal espacio para la acción, que también se desarrolló. en parte en el propio escenario.

Algo menos de una hora antes del comienzo, el elenco se movía por ese dédalo de sillas, ensayándolo todo. Allí se encontraban Iraia Elías, Irene Zarrabeitia, Ruth Guimerà, Getari Etxegarai, Javier Barandiaran e Iñigo Aramburu, con Ana Meabe en la ayudantía de dirección. Viéndoles desde cierta distancia no se observaban sonrisas sino rostros serios, compungidos. Ellos son los encargados de interpelar a los niños y niñas de la obra, que no aparecen en la escena. La verdad es que la historia sobrecoge.

‘Non dira haurrak?’ es el titulo de la sexta producción propia de Sala BBK, en este caso junto a la compañía Tartean Teatroa

Ya va siendo hora de desentrañar el argumento. Parte de un trágico y durísimo suceso (el intento de suicidio de Maddi, una niña de 8 años, imagínenlo...) para hacer un retrato coral del mundo adulto. De hecho, las niñas y los niños de la obra no aparecen en escena. Son la madre, el padre, la psicóloga y demás adultos que rodean a la pequeña Maddi. Y describen una sociedad rota, cruel, ansiosa y depresiva, que inevitablemente cala e influye en las nuevas generaciones. ¿Duele, verdad?

He dicho que los niños no aparecen y no es cierto. Sus voces son las del coro infantil de la Sociedad Coral de Bilbao. Y ahora que lo recuerdo, aquellas voces sonaban casi fantasmagóricas. Entre los corros se movía el cultureman de la Sala BBK, Koldo Bilbao. A la cita no faltaron la directora de Obra Social de la BBK, Nora Sarasola; el consejero de Seguridad, Bingen Zupiria; la directora de Cultura de la Diputación Foral, Begoña de Ibarra; el director de Cultura del Ayuntamiento de Bilbao, Iñaki López de Aguileta; Mikel Juaristi, director para la Diversidad e Inclusión Educativa, Nekane Alonso, María José Arrieta y otro puñado de autoridades. No muchas: recuerden el aforo.

Ayer se produjo su inauguración en euskera en la Gran Vía con la presencia de instituciones y gente versada en las tablas

Entre los asistentes a un estreno duro de pelar se encontraban los actores Patxo Telleria y Aitor Borobia; el músico Adrián García de los Ojos, autor de la música original de la obra con letras creadas ex profeso por la escritora y poeta Miren Agur Meabe, duo que invocó al escalofrío y la piel de gallina; la actriz Loli Astoreka, Monserrat Serrano, Igor Martín de Vidales, María Urcelay, Elsa Urcelay, Laura Etxebarria, el dramaturgo David Barbero; las actrices Ane Picaza y Marta Urcelay, acompañada por Ibon Portillo; la coreógrafa Maitane Zalduegi; la dramaturga María Goiricelaya, Borja Ruiz, de Kabia Teatroa; Izpoiñe Soto, de Hortzmuga Teatroa; Izakun Bengoa, Marta Elorriaga, Karmele Tamayo, diseñadora del cartel, Ugaitz Alegría, Mirian García y Andoni Agirre entre otros.

Jokin ha escrito esta obra de la mano de una tendencia actual en el teatro europeo: la narraturgia. Según él mismo confiesa se trata de dejar hablar a los personajes, permitirles que vayan desnudándose solos a través de su propio discurso y de lo que nos cuentan directamente, en vez de mediante acciones y diálogos con otros. Se lo había advertido en los orígenes de esta crónica: la obra están cargada de tensión y emociones. Vaya que si duele.