Es una tradición que se mueve entre la leyenda y la realidad: el alcohol es un néctar que despierta la inspiración de los espíritus creativos. ¿Quieren algún ejemplo? El ajenjo, también conocido en Francia como el hada verde, estuvo prohibido desde inicios del siglo XIX, hasta hace bien poco. su producción y comercialización habían sido prohibidas. Su alto contenido alcohólico, entre 55 y 75, grados, o el impacto neurotóxico del metanol eran denunciados por ligas de virtud, la Iglesia, grupos antialcohólicos y productores de vino que luchaban contra un competidor. Los detractores acusaban a bebida de “hacer enloquecer y convertir a la gente en criminales, de hacer del hombre una bestia y amenaza para el futuro de nuestro tiempo”.

Este era un elixir cuyas virtudes pueden rastrearse hasta 1.500 años A.C., en el Antiguo Egipto. Dicen que el mismo estimulante estuvo detrás de La Noche Estrellada de Van Gogh, y de versos de Charles Baudelaire, Paul Verlaine o Arthur Rimbaud. Además malditos se consideran aún hoy a Charles Bukowski y Edgar Allan Poe por su afición a la botella. Este último tiene, incluso, una historia de interés a sus espaldas. Cada 19 de enero durante siete décadas, entre la medianoche y las cinco de la mañana, un hombre con abrigo largo y un bastón de empuñadura dorada dejaba tres rosas y una botella de coñac a la mitad junto a la tumba de Edgar Allan Poe en Baltimore. Ya lo ven.

Viene al caso este recuerdo en días como el de ayer, cuando Cervezas La Salve, con Eduardo Sainz Lekue (elogió, sobre todo, el aspecto emocional del reconocimiento a sus cervezas y la idea de compartirlas...) y Jon Ruiz Ibinarriaga como resucitadores de la marca hace 10 años, hizo entrega de las cuatro medallas obtenidas en el World Beer Awards 2024, considerados los Oscar de la cerveza y que se entregaron allá en Londres (dos medallas de oro para La Salve Lucía y La Salve Munich; una, medalla Spain Country Winner para Munich en la categoría Pale Beer Belgian Style y medalla Spain Country Winner La Salve Lucía en la categoría Lager Oktoberfestbier...) a una importante representación del mundo de la cultura: la actriz Gurutze Beitia (vive unos días de descanso tras su éxito en agosto con la obra Bilbao. 1984. Un asunto de txapelas que le cargó aquellos días de trajín, al igual que los productores Borja Elorza y Jon Marín, de CidFCA, organizadores, también, del encuentro de ayer...); el escritor Mikel Santiago (en sus palabras se mostró satisfecho por compartir premio con “artistas locales que apuestan por quedarse aquí...”), el pintor y restaurador Florin Granidaru, con veinte años de implantación ya en Bilbao, y el Café Iruña, con Gaizka Aseginolaza como embajador, como espacio singular y tradicional punto de encuentro de la cultura.

El escenario fue hermoso: la terraza de la séptima planta de Torre BAT, donde todo fluyó. Allí se saludaron, por ejemplo, Eriz Sáinz, de la propia almena, con Jorge Aio, gerente de BilbaoCentro; Olatz Zarrabeitia, Eneko Siesa y Alex Sánchez, todos ellos también del equipo BAT; Iker Urkidi, de Bilbao Historiko; el actor Txemi Parra, Olga Zulueta, Aiken Ugalde y Beatriz Marcos entre otras buenas gentes.

El acto, tras las inmortalizaciones fotográficas que pedía la terraza, se extendió una planta más abajo, hacia la sexta planta, donde se ofrecía un aperitivo en la cafetería. Y después de tanto cuanto les conté de las botellas, la mayoría de la gente pidió... ¡café! Pueden dar fe de lo que les digo, además de los citados, Álvaro Antoñanza, Tato de Zubikaray, Manu Gómez-Álvarez, Juan Zabala, Mikel Llona y Aroa Marcos entre otra gente. En los corrillos se hablaba de viajes y de veraneos, temas propios de estas fechas. Y de cerveza, también. La inmensa mayoría se confesaba santa bebedora pero confesaban que a media mañana no son horas. Cómo cambia todo.