DONDEQUIERA que el arte de la medicina es amado también es amada la humanidad”, dijo Hipócrates de Cos, un prestigioso médico de la Antigua Grecia que ejerció durante el llamado siglo de Pericles. Es ampliamente considerado uno de los más destacados exponentes en la historia de la medicina, cuando no considerado el padre de la misma. ¿Acaso no han oído hablar alguna vez del juramento hipocrático? Hay más padres, por supuesto. Ins Sina, latilizado como Avicena, un polímata, médico, filósofo, astrónomo y científico persa perteneciente a la Edad de Oro del Islam, hombre a quien sus discípulos le llamaban Cheikh el-Raïs, es decir príncipe de los sabios, el más grande de los médicos, el maestro por excelencia, o el tercer Maestro, después de Aristóteles y Al-Farabi. O el canadiense William Osler, conocido como el padre de la medicina interna, y un hombre con una intuición enorme para la medicina. Tanta que por las necesidades detectadas para el ejército durante la Primera Guerra Mundial, solicitó a la fisióloga y patóloga Edith Claypole que buscara una inmunización a la tifoidea y aunque se vacunó, terminó muriendo en 1919 por la exposición al patógeno, ligado a la llamada gripe española.

He aquí algunos de los hombres de la medicina que dejaron huella en el camino. Se les considera entre los más grandes. Vienen a la memoria de esta crónica habida cuenta que el auditorio de la Clínica Zorrotzaurre acogió ayer la sesión anual de la Academia de Medicina del País Vasco, encuentro en el que se presentó la monografía Historia de la Real Academia de Medicina del País Vasco en el primer medio siglo de vida de la institución, obra en revisión, coordinada por el médico y cronista de la salud Juan Gondra Rezola y Luis Casis Sáenz, hombres que conocen a las mil maravillas el rastro que dejó la medicina en nuestra tierra. Javier Aranceta anduvo durante toda la tarde coordinando el encuentro y repartiendo saludos y enhorabuenas.

Había un porqué. No en vano, en la cita de ayer se procedió a la entrega de los premios anuales, atalaya desde la que se lanzó una salva de aplausos para reconocer la trayectoria de José María Guibert, rector de la Universidad de Deusto; Nekane Murga, cardióloga y exconsejera de Salud del Gobierno vasco; el franciscano José Antonio Pérez, Toño Pérez para la gente solidaria de buen corazón, coordinador del comedor solidario de los Franciscanos de Irala en Bilbao; Nekane Lauzirika, periodista que ejerció en DEIA; Felipe Izarra Fernández de Larrea, médico internista y endocrinólogo, referente del Club de Montaña del Club Deportivo de Bilbao; y Alfonso Hernández Frías fundador de Euskoiker. Si repasan la nómina verán que los dieron en el corazón de la diana.

La medicina de toda la vida, ya saben. Actualizándose, acompasándose al día a día. Fue el escritor Noah Gordon quien nos dejó dicho que “la ciencia y la medicina se ocupan del cuerpo, mientras la filosofía trata de la mente y del alma, tan necesarias para un médico como la comida y el aire”. Suena a verdad verdadera. Pero no nos distraigamos, caramba. A la cita tampoco faltaron César Estornes, otro arqueólogo de la historia; el odontólogo de vanguardia Jaime Gil, toda una referencia en su especialidad, María José Zabala, Dolores Ortega, Elena Auzmendi, Mikel Franco, Carmen Sebastián, María Rosario Valle, Sergio Martínez, Julia Diéguez, presidenta de Deusto bizirik; Beatriz Marcos, Félix Askasibar, Loli Simal, Itziar Rodríguez, José Luis Martínez, María Jesús Gorostiaga y un puñado de gente que trabaja en el día a día en los cuidados de la salud. Permítanme la ironía. Si esta crónica comenzaba en Grecia no está mal que ahí acabe, donde Heráclito dijo: “Los médicos cortan, queman, torturan. Y haciendo a los enfermos un bien, que más parece mal, exigen una recompensa que casi no merecen”.