IERRO los ojos y hago memoria, un patrimonio menguante, habida cuenta que el ágil y cómodo acceso a la información de hoy en día facilita la tarea y ahorra el esfuerzo de la retentiva. Creo recordar que en Faces (1968), la película de John Cassavetes que inspira la obra teatral estrenada ayer en el Teatro Arriaga, una vez pasada por el fielato de Alex Gerediaga, todo el mundo habla. Los personajes hablan y hablan sin cesar. Pero esas palabras no dicen nada. Son bromas, chistes sexuales, apuntes de doble sentido, comentarios sobre el tedio en el matrimonio, canciones que se tararean desde su ebriedad. Sí, creo que era algo así. No, no me confundo.

Les cuento la sinopsis de la obra, afeitada con respecto a la película de culto. Escuchen. Con la carga que supone el vacío emocional de su vida en pareja, los dos miembros del matrimonio formado por Richard y María se lanzan a nuevas relaciones con las que intentan, sobre todo, reencontrarse a sí mismos. Eso es. Referente fundamental de todo cineasta independiente, Faces fue, curiosamente, la vuelta al lenguaje indie de Cassavetes tras sus dos intentos fallidos de integrarse en la gran factoría hollywoodiense. La película obtuvo tres nominaciones a los Oscar -mejor guion original, mejor actor de reparto y mejor actriz de reparto- y diversos premios en festivales internacionales.

La pérdida, la aceptación de la madurez y, sobre todo, el amor en su vertiente más pesimista y explícita, son los temas que se interpretan. Lo hizo un elenco de voces vascas de alta consideración, hombres y mujeres como Felipe Loza, Arrate Etxeberria, Miren Gaztañaga, Txubio Fernández de Jáuregui, Jon Ander Urresti y María Urcelay, que se vacían en las tablas como lo hacen sus personajes en la vida.

Lo dicho en el título de la obra, el mismo que el de la película, Faces. Son todos rostros, expresiones antes que fondo o alma. Seres vacuos a los que Gerediaga trata de insuflarles algo más de vida, como si fuese un dramaturgo con vocación de doctor Frankenstein, sin perder el espíritu del mensaje. La elección de la pieza atrajo hasta el Teatro Arriaga a un buen puñado de gente del teatro y otras disciplinas artísticas que guardaban un sobrecogedor recuerdo de la obra de Cassavetes. Hasta tal punto tuvo atracción la obra que si quedó alguna entrada en taquilla fue por descuido de última hora.

Poco a poco la plaza del Teatro Arriaga fue poblándose. Entre la gente más madrugadora se encontraban Lore Nekane Billalabeitia y Cris Lizarraga, del grupo Belako, de Mungia, y a última hora se le vio entrar a Natxo de Felipe, la inmortal voz de Oskorri. El actor y dramaturgo Ramón Barea, desatado con su trabajo en Pabellón 6, llegó acompañado por la actriz Irene Bau. No eran los únicos, claro. Gente de las tablas del teatro como Idoia Merodio, Gorka Mínguez, Graciela Dóniz, Rocío Pindado, Aitor Borobia o Itziar Lazkano, entre otros, se saludaban con efusión. Se veían caras más reconocibles como la de la escritora y bertsolariMiren Amuriza o el doctor Ricardo Franco Vicario, presidente de la Academia de Ciencias Médicas, entremezclándose con otras como las de Concha Arizaga, Félix Lizarralde, Laura Lagroño, Candela Barturen, Javier Aranguren, el dramaturgo David Barbero, Félix Lizarralde, Ainara Martín, Nagore Iriarte, Isabel Martínez, Loli Quevedo, Ain Bazter, Elena Loza, María Lozano, Xabier Olabarria, Begoña Guria, Josu Cámara, Inaxio Aretxabaleta, Miguel Fernández, Alazne Ortega, Idoia Barrenetxea, Miren Purroy, Maite Escalza, Cristina Alonso, José Luis Ballesteros, Markos Garai y así un buen tránsito de caras expectantes que acudieron con la intención de sumergirse en una historia que atrapa a quien la sigue de cerca. Al fin y al cabo relata algo que está presente en el día a día, cuando el espejo del alma salta por los aires hecho añicos.

La nueva producción del Teatro Arriaga estrenada ayer toma como referencia la recordada película 'Faces', de John Cassavetes

Gente del teatro y el espectáculo se acercó a presenciar la pieza, adaptada para las tablas por Alex Gerediaga