U presencia en escena era una invocación al ayer, una llamada a los viejos tiempos donde la actriz y cantante Ana Belén no era sino una admiración de primera fila. Ana ha sido la musa de no pocas generaciones que ayer se acercaron al Teatro Arriaga, donde la sola mención de ese nombre hizo que se colgase en taquilla el cartel de No hay entradas, el lema predilecto de cualquier obra de teatro que sale a la palestra. Bajo la dirección de Silvia Munt y un reparto encabezado por la ya citada Ana Belén, esta obra se inspira en el clásico Eva al desnudo, de Joseph L. Mankiewicz. El argumento se resume en un santiamén. Dos actrices, de generaciones distintas, deben interpretar a un mismo personaje. En esta coincidencia chocan dos maneras de entender la vida y la profesión. La actriz más joven lucha por conseguir la oportunidad de darse a conocer. La actriz mayor se esfuerza para que el paso de los años no la haga desaparecer de los escenarios, no la esfume.

Pero esa pugna no las convierte necesariamente en enemigas, sino que se trata de miradas complementarias que pueden aprender la una de la otra, sin ninguna necesidad de destruirse. ¿Se darán cuenta o acabarán devorándose? Mientras lo descubren, los cinco personajes de Eva contra Eva utilizan el teatro para hablar de la vida y la vida para hablar del teatro. Cualquiera de las dos miradas llama la atención de quienes viven de cerca esa disputa creativa.

Todo discurre a partir de la dramaturgia de Pau Miró. Los personajes de Eva contra Eva -el director, el crítico, la representante y las dos actrices- se entregan a su profesión con tanta intensidad y devoción que, a menudo, pierden la capacidad de reírse de sí mismos. Y es en la excesiva trascendencia que otorgan a sus vulnerabilidades, convirtiéndolas en meras vanidades, donde radica la comedia. Shakespeare decía que el objetivo del teatro es poner un espejo ante los espectadores para poder reflejar las virtudes y los defectos de cada época. En el espejo que ofrece Eva contra Eva podemos ver algunas de nuestras imperfecciones contemporáneas con una sonrisa en la cara, algo que no es poco en estos tiempos donde tanto cuesta reconocer la cuesta arriba de cada cual.

Media hora antes de que se alzase el telón, el cineasta Pedro Olea recordaba que a sus órdenes han trabajado la propia directora, Silvia Munt; la mismísima Ana Belén, Javier Albalá y Manuel Morón, quienes junto a Mel Salvatierra y Ana Goya completan el elenco de una obra que, como ayer, colgará hoy y mañana el rótulo de No hay entradas. Pedro lo comentaba junto a un par de amigos como Iñaki Martín y Juan Pacheco, quienes le acompañaron a su acceso al patio de butacas.

Poco a poco, con parsimonia, la gente fue acercándose al teatro, como si fuese uno de los templos de nuestra era y de las anteriores. No en vano, el propio Charles Chaplin nos dijo que “mirada de cerca, la vida es una tragedia, pero mirada de lejos, parece una comedia”, frase que puede complementares con ese vistazo trascendental del poeta Federico García Lorca que nos aseguró que “un pueblo que no ayuda y no fomenta su teatro, si no está muerto, está moribundo”.

No hay que restarle trascendencia a la tarde de ayer, por mucho que Javier Mendibelzua hablase maravillas de Ana Belén, “a quien vendría a ver aunque se dedicase tan solo a hornear pan”. A la cita se sumaron José Ignacio Malaina, el concejal bilbaino de Cultura, Gonzalo Olabarria; Josu Ormaetxe, Ramón Ibarra, Mari Carmen de la Fuente, Maite San Emeterio y María Isabel Sánchez, Antón Muñoz de Pablo, Nati Pereda González, Esperanza Muñoz de Pablo, José Luis Agirre, Begoña Otalora, Jon Ortuzar, Begoña Martínez Otalora, Izaskun Bilbao, Miren Etxebarria y un buen número de gente entregada a la buena obra.

‘Eva contra Eva’, obra en el Teatro Arriaga, con dirección de Silvia Munt y un reparto encabezado por Ana Belén, se inspira en ‘Eva al desnudo’

Cuatro de los nombres ayer presentes han trabajado a las órdenes del cineasta Pedro Olea, que también se acercó a la representación