O es extraño, no sorprende que los grandes carteles con luces de neón de medio mundo hablen de él como de uno de los grandes. No es una rareza escuchar que Javier Camarena, tenor mexicano que espolvorea armonía por los más bellos teatros del mundo, es el tercer cantante en los últimos setenta años del Metropolitan Opera House que ha ofrecido un bis. Quienes ayer se acercaron a escucharle en el Teatro Arriaga hubiesen pedido un imposible: que no callase nunca. Camarena, que ya no es el más grande entre los de su generación sino entre los tenores de este tiempo, parece un hombre nacido para el canto. Dan ganas de decir que así, con la naturaleza a favor, canta cualquiera. En realidad, esa sencillez es el resultado de una técnica sutil y compleja, y mucho tiempo de disciplina y delicados progresos a pasos cortos.

¡Qué maravilla! Cuantos vivieron ayer un recital, apoyado en la armonía del pianista cubano especializado en ópera Ángel Rodríguez, pensaron algo así. O elogios mayores, porque la verdad es que el universo de Camarena es el belcantismo, por supuesto. Pero sus capacidades y destrezas le abren paso por cualquier avenida de la música. Oyéndole, cualquiera diría que su voz sería capaz de rasgarse para un concierto de rock, volar en un blues, romperse en un quejío flamenco e incluso sobrevolar las montañas en las alas de un irrintzi. Les hablo de una de las voces más grandes que pisan hoy la tierra.

A lo largo de su meteórica carrera, Javier Camarena ha sido admirado por la belleza de sus interpretaciones en un repertorio de gran virtuosismo y dificultad, alternando con las figuras más importantes de la ópera mundial, interpretando roles principales y bajo batutas tan destacadas como las de Claudio Abbado o Zubin Mehta, por mencionar solo a algunas. Ayer ofreció un concierto muy especial en el que desplegó todo su arte vocal para cantar, entre otras delicias, un repertorio de grandes obras de Donizetti.Lo suyo fue para chuparse los dedos. Jugoso de puro fluido como sonaba.

Era un runrún días atrás. "Viene Camarena, viene Camarena", repetía el Bilbao más melómano. Las entradas se habían agotado casi desde que se anunció su llegada. En el día en que Bilbao cayó condenado a una libertad condicional la voz de Camarena resonó por todo el mundo desde el teatro Arriaga, llevando la noticia de que aquí, en la villa, también hay un gusto exquisito por las grandes voces.

Testigos de este grandioso espectáculo y de todo cuanto les cuento fueron el concejal de Cultura, Gonzalo Olabarria, Koldo Narbaiza, Jon Mendizabal, entusiasta seguidor del tenor mexicano, Esperanza Pardo, Edurne Orueta, Idoia Andrés, Álvaro Iturriaga; Iñigo Alberdi, Jordi Martínez, Sabas Balanzategui y Estíbaliz Sánchez en nombre de la Sociedad Coral de Bilbao; Julia Diéguez, Angélica Bayón, Berta Chamorro; la historiadora María Jesús Cava, Mercedes Chávarri, José María Iriondo, Iñaki Barrios, Marta Echevarría, Lorenzo Rocha, Estibaliz Igea; Victoria Aristegui, Javier Gimeno y Elena Martínez Sapiña, melómanos empedernidos y asiduos de la Sociedad Filarmónica; Jon Ander Tobalina, Ana Salbide, Mari Sol Garcés; tres generaciones de una familia de raíces alemanas afincada en Bilbao (Rafael Meissner, Itziar Meissner y Gabriela Meissner al aparato...), Raquel Martín, Esteban Barbero, Ana Abásolo, Antón Bengoetxea, María Teresa Muguruza, Andoni Beltrán, Miren Cuesta, José María Bilbao, Andrea Erdozain, Ainhoa Uriarte, José Luis García y así toda una corte de admiradores que llegaron rendidos al patio de butacas, antes de que Camarena apareciese en escena y lo llenase todo con esa cierta bonhomía de presencia que lleva a creer en una facilidad del cantante. De fácil nada. Rompió a cantar y Bilbao enmudeció. Algunos lloraban sin disimulo.

El tenor Javier Camarena, habitual en los mejores escenarios internacionales, ofrece un concierto muy especial en el Arriaga

El artista mexicano desplegó todo su arte vocal para cantar un repertorio de grandes obras de Donizetti en el escenario